martes, 17 de mayo de 2011

Volvamos al pastor y guardián de nuestras almas


Homilía 15 de mayo 2011

IV Domingo de Pascua (ciclo A)

Fiesta de San Isidro Labrador, patrono de Madrid


Catacumbras de los santos
 Pedro y Marcelino (Roma)
Estamos aquí en España en plena campaña electoral. Muchos se proponen a sí mismos para gobernar nuestros pueblos, ciudades y comunidades autónomas y piden nuestro voto. Otras veces, nos encontramos con personas o instituciones que se proponen no ya para gobernar algo que nos afecta pero que es externo a nosotros, como el lugar donde vivimos, sino nuestra propia vida. Pretenden ser nuestros guías, ensenarnos como debemos vivir, que debemos hacer para ser felices, lo que es bueno o malo para nosotros. Nos prometen llevarnos a ser verdaderamente felices y cumplir todos nuestros deseos. Pero siempre nos defraudan y nos damos cuenta que estas personas o instituciones no tienen un verdadero interés por nosotros, por nuestro bien, sino que buscan su propio interés y nos usan como instrumentos para ello. De esto nos hemos dado cuenta con mucha claridad en esta crisis económica que padecemos.
             Y de esto también nos habla la Palabra de Dios de este Día del Señor que estamos celebrando, cuarto domingo de Pascua, domingo que llamamos del ‘Buen Pastor’, porque se nos proclama parte del capítulo diez del evangelio de San Juan en el que Jesús usa esta comparación para hablar de sí mismo y su relación con nosotros. De hecho, Jesús usa en este capítulo del cuarto evangelio dos imágenes para hablar de sí mismo, la del buen pastor, pero también la de la puerta y haciendo esto nos ofrece unos criterios para distinguir los buenos pastores de los que no lo son.

Para entender mejor estas imágenes de Jesús, tenemos que visualizar a los pastores de su tiempo. Éstos solían dejar su rebaño por la noche en un redil común, compartido por varios pastores y cuidado por un guarda. Por la mañana, cuando iban a salir a los pastos con su rebaño, se presentaban en la puerta y recogían a sus ovejas, dejando en el redil a las de los otros pastores, y las conducían, caminando delante de ellas, hacia donde sabían que había comida. También a veces los mismos pastores hacían con su cuerpo de puerta del aprisco, durmiendo en la puertilla de acceso a él.
En el capítulo diez del evangelio de Juan, Jesús afirma que Él es el buen pastor, que da la vida por sus ovejas, no como los asalariados que no le importan. Él conoce a cada una por su nombre y las llama y ellas conocen su voz y las conduce donde hay buenos pastos. También dice el Señor que Él es la puerta, los que nos pasan por él para coger a las ovejas, sino que saltan el muro del redil, son ladrones y bandidos.
Nuestros verdaderos maestros y guías en la vida, los que realmente nos aman y desean nuestro bien y quieren llevarnos a la ‘vida abundante’, son los que pasan por Jesús que es la única puerta, los que siguen su ejemplo y se han configurado a Él. Éstos hacen presente al único buen pastor que es Cristo, “que cargado con nuestros pecados subió al leño, para que, muertos al pecado, vivamos para la justicia. Sus heridas nos han curado”. El Señor ‘padeció la pasión por nosotros, dejándonos un ejemplo para que sigamos sus huellas y aprendamos a hacer el bien soportando el sufrimiento’. Como Él mismo dice, camina delante de nosotros llevándonos donde hay verdadera comida y bebida. Él quiere que tengamos vida y vida abundante. Sólo Él es y puede ser el pastor de nuestras almas, porque es quien ha entregado su vida por nosotros y nos abre las puertas del cielo. Los demás pueden ser nuestros pastores y pedir nuestra adhesión en la medida que lo hacen presente a Él, si a través de ellos oímos su voz. Si no, son unos embusteros que nos quieren engañar ‘buscando sus intereses y no los de Cristo’. Sólo Jesús es nuestro verdadero dueño y solo Él, que es Dios y hombre, puede pedirnos legítimamente una adhesión absoluta.
Siendo este el domingo del Buen Pastor, es también el día mundial de oración por las vocaciones. Es un día para pedir al Señor que algunos de entre nosotros respondan con generosidad a la llamada a hacer presente a los demás con su vida y servicio al único buen pastor. Creo que la crisis vocacional de la Iglesia, de la que mucho hablamos y que mucho nos preocupa, es en buena medida debida a la falta de generosidad para entregar nuestra vida al Señor y ponernos a su servicio donde podamos ser más útiles y nos sintamos llamados. Con frecuencia, nos dejamos conquistar por los cantos de sirena de otros pseudo-pastores que nos engañan proponiéndonos una falsa felicidad y llevándonos a pastos que no sacian nuestra hambre y nos dejan frustrados.
Celebramos hoy también la fiesta del patrono de la villa de Madrid, San Isidro Labrador. De este hombre que vivió en el siglo XII, la tradición nos dice que era agricultor y que se casó con Santa María de la Cabeza. Fue santo, no porque hizo grandes cosas según el mundo, sino porque vivió una vida sencilla íntimamente unido al Señor, a través de la oración perseverante, del trabajo y de la vida familiar. Cualquiera que viva así, desde la sencillez de su vida ordinaria, pero unido al Señor, experimentará, como se cuenta de San Isidro, los grandes milagros que hace Dios en su vida y en su entorno.

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