martes, 9 de julio de 2013

Llevar con orgullo las marcas de Jesús por ser apóstol

Homilía Domingo 7 de julio de 2013
XIV Domingo del Tiempo Ordinario (ciclo C)
Jornada Nacional de Responsabilidad del Tráfico
Recuerdo de Atenágoras I, patriarca de Constantinopla

Nguyen Van Thuan
Imagen: fabisart.blogspot.com
                No creo equivocarme si digo que cada uno de nosotros tiene algún texto bíblico que para él o ella es especialmente importante, quizás porque lo oyó proclamado o lo leyó en un momento muy señalado de su vida y le aportó luz, consuelo y orientación, o porque se refiere a algo que vive muy de cerca, o por otros muchos posibles motivos. Para mí un texto particularmente significativo desde que lo leí hace muchos años cuando estudiaba teología en Roma, es el final de la Carta de san Pablo a los Gálatas que hoy hemos escuchado como segunda lectura. Esta conclusión escrita con letras grandes por su propia mano, como dice el apóstol, a modo de firma de su escrito y subrayando la importancia de lo que dice, es como un resumen de los contenidos fundamentales de la carta, carta que es muy importante para conocer la vida de Pablo y su pensamiento. Hay muchos temas importantes presentes en estos pocos versículos, como el significado de la cruz, la utilidad de la Ley de Moisés y de la circuncisión para la salvación, la Iglesia como nuevo Israel, el cambio ontológico que supone la unión con Cristo que nos hace nueva creación, etc. Yo me quería detener brevemente en el tema de las “marcas de Jesús”. Dice el apóstol en este texto: “En adelante, que nadie me moleste, pues yo llevo en mi cuerpo las marcas de Jesús” (Gal 6, 17). ¿Qué son estas marcas? La palabra griega es stígmata y sabemos que han habido personas en la historia de la Iglesia que han portado lo que llamamos ‘estigmas’, heridas similares a las infligidas a Jesús en la pasión; entre ellas cabe destacar a san Francisco de Asís por los numerosos testigos que corroboran la veridicidad de estas heridas en su cuerpo, signo de su participación también somática en la pasión del Señor. Pero Pablo en el texto de la Carta a los Gálatas no se refiere a este tipo de marcas, sino a las cicatrices que lleva en su cuerpo a causa de su misión de apóstol del Señor. Como tal tuvo que sufrir muchas adversidades. Él mismo habla de ellas en la su segunda Carta a los Corintios comparándose con los presuntos ‘super-apóstoles’ que habían fascinado a esa comunidad; habla de fatigas, cárceles, palizas, peligros de muerte, largos y peligrosos viajes, naufragios, persecuciones, etc. Estas son las marcas que él lleva en su cuerpo, que le asemejan a Cristo y le unen al él. En la antigüedad, estas marcas, stígmata, se ponían a los esclavos y a los animales para indicar quien era su amo. Pablo sabe que estas marcas que son consecuencia de su misión de apóstol indican que es esclavo de Jesús y él se gloría de ellas y no de otras marcas en la carne como la circuncisión de la que se sentían orgullosos los que le perseguían. Ser apóstol, ser testigo del Señor, vivir los valores del reino, responder al mal con el bien, siempre conlleva tener estas marcas que son signo de la pertenencia a Cristo, de la unión con él y dan autoridad y credibilidad a quien las tiene. El papa Francisco habló hace unos días del cardenal vietnamita Van Thuan como “·testigo de la esperanza y ministro de la misericordia de Dios”, al finalizar la fase diocesana de su proceso de beatificación. Van Thuan en 1975, cuando era arzobispo de Saigón, bajo el régimen comunista, fue hecho prisionero a causa de su fe y permaneció trece años en la cárcel, de los cuales nueve en aislamiento total. En los Ejercicios Espirituales que dirigió a la Curia romana en el año 2000, después publicados en un libro titulado Testigos de esperanza, contó su experiencia en la cárcel y como se mantuvo cuerdo y fiel al Señor y a su sacerdocio en esa situación tan extrema. Esto es otro ejemplo de las marcas de Jesús de las que habla Pablo y que de un modo u otro llevan todos los que son verdaderamente apóstoles y testigos del Señor.

                De ser apóstoles nos habla el evangelio de este domingo que es casi un tratado sobre la misión de
Estigmatización de San Francisco de Asís (Giotto, 1325)
Basílica de la Santa Cruz  - Florencia (Italia)
la Iglesia, ya que nos indica quiénes son los que la deben llevar a cabo, cómo lo deben hacer, qué mensaje se debe transmitir, etc. Lo primero a destacar es que en el evangelio de san Lucas encontramos una misión de los setenta -o setenta y dos, según los manuscritos-, distinta a la previa misión de los Doce, pero con los mismos contenidos y métodos. Esto quiere decir que no solo los apóstoles y sus sucesores, los obispos y los sacerdotes, son lo encargadas de la misión de la Iglesia, sino todos. El Concilio Vaticano II insistió mucho en la misión de los laicos que no son sustitutos de los pastores cuando éstos faltan o no pueden llegar a todo, sino que comparten en primera persona, de acuerdo con su vocación específica, que es vivir en el mundo, la misión que Jesús ha encomendado a toda la Iglesia. De este modo, los laicos están llamados a ser fermento en el mundo, transformando sus estructuras y dando testimonio de los valores del reino en los ambientes en los que viven. Jesús también dice a estos 70 y a nosotros cómo se debe llevar a cabo la misión: con mansedumbre, como “corderos en medio de lobos”, sin prepotencia, y también con urgencia, sin ‘perder tiempo’ innecesariamente. Nos dice que para poder llevarla a cabo debemos ser libres, desprendidos de apegos materiales y afectivos. También nos dice el mensaje que debemos anunciar, que es la paz, la llegada del reino de Dios, el cumplimiento de las promesas divinas de las que habla Isaías en la primera lectura; en el fondo, hay que anunciarle a él, a Jesús, que es salvación para todos, ya que él es el ‘sí’ de Dios a todas sus promesas. El número de 72 recuerda el número de naciones paganas que se menciona en el Libro del Génesis poniendo de relieve la universalidad de este anuncio.

                También en el Salmo Responsorial con el que hemos rezado después de la primera lectura hemos
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hecho alusión al mensaje que debemos transmitir: “Fieles de Dios, venid a escuchar, os contaré lo que ha hecho conmigo”. Lo que anunciamos es lo que hemos experimentamos, algo de lo que somos testigos. Por eso el Señor manda a los 70 de dos en dos, porque para que un testimonio fuera válido legalmente tenía que ser dado por dos o más personas. También les manda de dos en dos para que se apoyen mutuamente y para que a través de la relación entre ambos se constate la verdad de lo que anuncian. La relación entre los apóstoles, la vida misma de la Iglesia, es un signo de credibilidad junto con las curaciones y los milagros; debe mostrar la verdad de lo que se anuncia, de que se puede creer en lo que se dice. Hay una derivación importante de esto en la vida actual de la Iglesia y en su acción pastoral en relación al matrimonio y a la familia. Los que hemos trabajado muchos años en la pastoral familiar de la Iglesia sabemos lo eficaz que es el anuncio del evangelio hecho por un matrimonio, ya que la relación entre los cónyuges puede volverse un signo claro de la verdad de lo anuncian, de la buena noticia del amor y el perdón.


                Es también importante tener presente en nuestra a veces desalentadora tarea de anunciar el
evangelio, de ser apóstoles, lo que dice Jesús acerca del éxito y lo que debe ser el motivo de la verdadera alegría. Jesús invita a los 70 a no alegrarse por sus aparentes éxitos apostólicos, sino porque sus nombres están inscritos en el cielo. Lo que motiva la alegría de todo verdadero apóstol es su permanecer unido al Señor ahora y en la eternidad, haciendo su deber y si es el caso llevando las marcas de Jesús que son signo de su pertenencia a él.




                Este domingo también tenemos presente
Encuentro entre Pablo VI y Atenágoras I
Jerusalén, 5 de enero 1964
en nuestra oración al patriarca Atenágoras I de Constantinopla y la Jornada Nacional de Responsabilidad en el Tráfico. El lema de la Jornada de este año es: “
¿Qué luz te conduce? La fe te responsabiliza al volante”. Esta es una iniciativa que pretende sensibilizarnos acerca de un tema importante que nos afecta a todos. Muchas personas han perdido seres queridos en accidentes de tráfico y no nos viene mal que se nos exhorte reiteradamente a ser responsables al conducir. El patriarca Atenágoras murió tal día como hoy de 1972. Fue el que se abrazó con Pablo VI en Jerusalén en 1964. Este fue el primer encuentro entre los primados de las dos Iglesias, la de oriente y occidente, los dos pulmones de la única Iglesia como dijo Juan Pablo II, después de más de 500 años, y llevó a la revocación de los decretos de excomunión mutua de 1054 que escenificaron el gran cisma. Recordando al patriarca Atenágoras, rezamos por la unidad de los cristianos, tan deseada por Jesús y que es fundamental para hacer creíble nuestro anuncio del evangelio.

jueves, 4 de julio de 2013

Decidirnos por Cristo y ser verdaderamente libres


Homilía Domingo 30 de junio de 2013
XIII Domingo del Tiempo Ordinario (ciclo C)
Óbolo de San Pedro

            El concepto de libertad es uno de los más importantes en nuestra civilización occidental. Se hace
Fuente de la imagen: myriamoliveras.com
constantemente referencia a él en relación con distintos ámbitos de la vida personal y social. Así se habla de libertad de prensa, de opinión, de conciencia, de reunión, de religión, etc., libertades que están en la base de la Declaración Universal de los Derechos Humanos aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas de 1948 que inspira muchos tratados internacionales y las constituciones de muchos países. Cuando aplicamos este concepto de libertad a nuestra vida personal y a la de personas cercanas, nos damos cuenta de varias cosas. Lo primero es que nuestra libertad está condicionada por muchos factores: el país en el que vivimos y la sociedad en la que estamos, nuestra historia personal, la familia en la que hemos sido criados, la escuela, etc. Algunos piensan que teniendo estos condicionamientos en cuenta no se puede hablar de verdadera libertad: el individuo estaría prácticamente determinado por factores externos –e internos- y su capacidad de elegir sería una mera ilusión y autoengaño. Sin embargo, esto no es verdad. Así lo demostró el gran psiquiatra austriaco del siglo pasado Viktor Frankl, fundador de una escuela de psicoterapia llamada logoterapia que se basa en la importancia que tiene para la salud psíquica de la persona tener un sentido para su existencia. Este médico de origen judío estuvo en los campos de concentración nazis de Dachau y Auschwitz y sobrevivió. En su famoso libro El hombre en busca de sentido cuenta con mucha objetividad su experiencia y expone los principios de la logoterapia. Observó que había un momento crucial en la vida de los prisioneros de estos campos que preanunciaba su muerte que era cuando se ‘dejaban ir’, se rendían, abandonaban la lucha por sobrevivir, y que ese momento estaba ligado a una pérdida de sentido vital. De ahí su propuesta terapéutica. Sin embargo, la observación más valiosa que hizo en estos ‘laboratorios de lo humano’ tan terribles relacionada con el tema de la libertad personal es su constatación que aún en esas condiciones tan extremas quedaba la libertad fundamental del ser humano, la libertad de decidir qué persona se quería ser, cómo se quería morir, cuáles valores se elegían, y así señala como algunos de los prisioneros entraban en las cámaras de gas maldiciendo a sus verdugos y otros rezando el Shemá o el Padrenuestro. En otras palabras, la libertad fundamente del ser humano de decidir qué ‘tipo de persona’ quiere ser no se la puede quitar nada ni nadie, y es de ésta de la que nos hablan los textos bíblicos de la misa de hoy.

            Una de las características fundamentales de esta libertad personal que siempre tenemos aun en las
Información del libro en wikipedia.org
condiciones más extremas es que se hace más grande, crece, en la medida en que tomamos decisiones sobre nuestra vida y el modo en el que la queremos vivir. Esto es paradójico puesto que muchos piensan justo lo contrario: que uno es más libre cuanto más abiertas permanezcan las posibilidades para hacer una elección, cuanto más pueda hacer lo que ‘me da la gana’, lo que ‘me pide el cuerpo’ en un momento dado. Sabemos que esta forma de pensar es errónea y puede ser muy nociva. Una persona que permanece indeterminada, que no sabe o no quiere decidirse, que quiere a todas las mujeres o a todos los hombres pero no termina eligiendo a nadie, o que no se decide pro ningún trabajo concreto, termina siendo mucho más esclavo, sujeto a circunstancias externas siempre cambiantes que no controla y a sus pasiones internas, y su vida no tiene una clara dirección, un claro sentido. ¿Son más libres unos novios que se deciden a vivir contracorriente –como decía el papa Francisco la semana pasada- su noviazgo posponiendo las relacionas matrimoniales plenas a cuando estén casados, u otros novios que viven según la mentalidad dominante que considera la otra modalidad como imposible y anacrónica? ¿Cuál de estos dos matrimonios una vez que se celebren tiene más posibilidad de durar, tiene mejor pronóstico? ¿El que se establece entre personas que hacen uso de su libertad tomando decisiones, o el de esas otras personas que se dejan llevar por los sentimientos del momento? Esta experiencia de como la libertad se hace más grande cuando elegimos, cuando optamos por algo, cuando se determina, es fundamental en nuestra vida cristiana y humana. Evidentemente, decidirse por algo implica renunciar a otras cosas, y esto nos puede dar miedo e incluso bloquear, pero al final es lo que da sentido a la vida y nos hace más libres.

            Es lo que nos enseña Jesús en el evangelio de hoy: Jesús “tomó la decisión de ir a Jerusalén”, más
Entrada de Jesús en Jerusalén - Giotto 1303-1304
Capilla de los Scrovegni - Padua (Italia)
Fuente de la imagen: famigliacristiana.it 

literalmente “endureció el rostro para encaminarse a Jerusalén”. Se nos describe así, con mucha fuerza expresiva, ese momento en que se toma con claridad y entereza una decisión importante y difícil que marca un antes y un después en la vida. El Señor sabe lo que le espera en la Ciudad Santa y asume su destino, hace suya la voluntad del Padre, decide con determinación entregar su vida “en rescate por muchos”, según lo que profetizó Isaías del Siervo de Yahvé. San Lucas da una especial importancia a este momento de la vida de Jesús, haciendo que coincida con el final de la primera parte de su evangelio, centrado en el ministerio de Jesús en Galilea y el comienzo de la segunda parte con su ascender hacia su fin. A partir de ese momento, el Señor también se vuelve mucho más exigente con los que él mismo llama para que le sigan, como con los que se proponen ellos mismos para ser sus discípulos. A partir de ese momento ya nos es tiempo de medias tintas sino de claridad, de hacer uso de la libertad fundamental que Dios nos ha dado tomando una decisión definitiva. Esto es lo que quiere indicar la radicalidad con la que Jesús contesta a los que le piden poder despedirse de su familia o enterrar a su padre antes de ir tras él. La respuesta deliberadamente exagerada, hiperbólica, de Jesús, no va contra la familia ni los deberes familiares, sino es un modo retórico de indicar la importancia de la acción de tomar una decisión clara por él y el reino de Dios sin anteponerle nada.

vatican.va


            Tomar una decisión así sin ‘mirar atrás’, una decisión por los valores del reino aceptando el sufrimiento que ello conlleva en un mundo como el nuestro, la cruz que implica, es lo que pide el Señor a nosotros que hemos sido llamados o que nos sentimos atraídos por él. Cuando tomemos esta decisión de una vez por todas, del mismo modo que Jesús la tomó, experimentaremos profundamente nuestra libertad, nos sentiremos verdaderamente libres, aunque ello signifique paradójicamente autolimitarnos, renunciar a otras cosas también bellas que nos ofrece la vida, y dirigirnos con determinación hacia nuestro destino, hacia lo que Dios quiere de nosotros, quizás hacia nuestro Gólgota.