lunes, 12 de septiembre de 2011

En vuestro matrimonio podéis contar con Dios

Homilía en la boda de Alejandro Rodríguez y Ainhoa Espinosa
Iglesia parroquial de San Francisco de Asís
Santa Cruz de Tenerife, 10 de septiembre 2011


                Queridos Alejandro y Ainhoa:

Packard que utilizaron los novios
                Se conocen desde hace tiempo; las casas de los padres de ustedes —que están aquí a su lado acompañándoles con mucha emoción y a los que saludo —están a pocos metros la una de la otra aquí en Santa Cruz de Tenerife y muy cerca de esta preciosa Iglesia de San Francisco en la que nos encontramos. Y ahora han decidido dar este paso definitivo y casarse, haciendo publico su compromiso delante de nosotros, que hacemos presente a la sociedad y la Iglesia, uniendo sus vidas, creando una nueva familia, una comunidad de vida y amor. Dentro de poco se van a intercambiar las palabras del consentimiento que expresan su voluntad de entregarse el uno al otro como esposos, recibiendo el don que el otro hace de sí mismo, y prometiendo fidelidad en los buenos y en los malos tiempos. Una vez pronunciadas estas palabras ya ustedes, Alejandro y Ainhoa, serán marido y mujer, una sola carne como dice la Biblia, delante de nosotros, de la sociedad, de la Iglesia y de Dios.
                Han decidido dar este paso como cristianos, en la Iglesia, pidiendo al Señor que ratifique su unión y se haga garante de ella, que bendiga su nueva familia, que les dé fuerzas para superar los momentos difíciles. Yo pienso — y diciendo esto pido por adelantado comprensión a los no-creyentes que también están aquí hoy presentes manifestándoles su cariño, que son bienvenidos, pero que probablemente no estarán de acuerdo conmigo — que sólo delante de Dios tiene sentido establecer esta alianza matrimonial, hacer este pacto conyugal, entregarse mutuamente como esposos, prometer fidelidad. Hacerlo sólo delante de una autoridad humana no parece suficiente, sentimos que no hace justicia al misterio de la persona humana y su valor trascendente.
Campanario de la Iglesia de la
Concepción de La Laguna
Al celebrar su unión ante Dios, queridos Alejandro y Ainhoa, le piden a Él ayuda para poder cumplir los compromisos que asumen. Tienen presente y reconocen con sinceridad y realismo su debilidad y pecado, su incapacidad de amar como el Señor nos enseña y pide. Aunque son jóvenes, ya conocen lo frágil que es nuestro corazón, lo retorcido que puede llegar a ser, lo herido que puede estar. Piden en esta celebración al Señor su Espíritu, su fuerza, para poder amarse de verdad. Con razón han querido ustedes celebrar el sacramento del matrimonio unido al de la Eucaristía — aunque estemos algo justo de tiempo—, ya que es en la Eucaristía donde recibimos el alimento espiritual que no da fuerzas, como al profeta Elías, para caminar hacia la Sagrada Montaña de la revelación de Dios, que es Amor.
La buena noticia que se les da hoy a los dos en esta celebración y que es el significado profundo de ella, es que con Dios pueden contar en su vida matrimonial. Dios estará presente en ella, les bendice, les enseña a amar y les da su fuerza para poder hacerlo.
Este es el mensaje de la Palabra de Dios que hemos proclamado y que acabamos de escuchar. El himno a la caridad de la primera carta del apóstol Pablo a los Corintios nos habla del camino por excelencia válido para todo cristiano, más allá de carismas y dones personales que el Señor puede dar a cada uno. Este camino es el del amor, pero no el de un amor cualquiera, ni el del amor superficial que se nos vende en la televisión, sino el del amor cristiano, el amor que nos ha revelado Jesús, el amor que Dios tiene para cada uno de nosotros. Cuando escuchamos la descripción sobrecogedora que hace el apóstol de este amor — “el amor es comprensivo; el amor es servicial y no tiene envidia; el amor no presume ni se engríe, no es mal educado ni egoísta, no se irrita, no lleva cuentas del mal, no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad; disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites... —nos damos enseguida cuenta que no somos capaces de amar así a no ser que el Señor venga en nuestra ayuda.
Stmo. Cristo de La Laguna
El evangelio que hemos proclamado narra el primer signo que hace Jesús cambiando el agua en vino en unas bodas en Caná de Galilea. La presencia de Jesús nos indica que el Señor bendice a estos novios que le habían invitado, ‘dice bien’ de ellos y quiere compartir con ellos su alegría, sin desdeñar la fiesta. Es la madre de Jesús la que se da cuenta del apuro de los novios, les ha venido a faltar el vino, y solicita la intervención de su Hijo, dándola por cierta aunque Él aparentemente se resista.
Hoy queremos, queridos Ainhoa y Alejandro, encomendarles a nuestra madre del cielo, a la madre que nos dio Jesús, para que ella cuide de su amor y que no llegue nunca a faltar.
Esta mañana, dándome un paseo por la bellísima ciudad de La Laguna, patrimonio de la humanidad, fui a rezar por ustedes a la Iglesia de la Concepción, que hace ahora de Catedral de la diócesis, mientras se terminan las obras de la otra Iglesia. Fue un regalo de Dios encontrarme en ella dos imágenes muy adornadas, muy queridas por nuestro pueblo canario. Una era la de Nuestra Señora de los Remedios, patrona de la diócesis, bellísima, cuyo semblante recuerda la luna. Hace dos días, el ocho de este mes, celebrábamos su fiesta. A ella les encomendamos. También estaba esa imagen tan impresionante del Santísimo Cristo de La Laguna, que había sido llevada allí el día anterior desde su Santuario en coincidencia con la fiesta de la Exaltación de la Cruz que vamos a celebrar dentro de pocos días. En esa imagen, queridos Alejandro y Ainhoa, a la que nuestra gente tiene tanta devoción, pueden ver lo que es el verdadero amor, el amor cristiano, el amor que con la ayuda de Dios pueden vivir en su matrimonio y así hacerse testigos de él en el mundo.
Ntra Sra. de los Remedios
También cerca de la Iglesia de la Concepción me encontré por casualidad —mejor dicho, porque Dios así lo dispuso — con un monumento a un poeta tinerfeño que fue alcalde La Laguna. En este monumento se encuentran esculpidas algunas palabras de una poesía suya que habla del perdón y con las que me había encontrado en distintas ocasiones y lugares el día anterior. Lo consideré como un signo divino y se las quiero transmitir a ustedes, Ainhoa y Alejandro, con la certeza de que les podrán ser útiles en su vida matrimonial:
Tener para la ofensa recibida
pronto perdón y olvido para el daño;
y siempre exento de maldad y engaño
llevar la frente por el mundo erguida.







(Este post sale publicado con algunas modificaciones y mejoras en mi libro La buena noticia del matrimonio y la familia y por tanto está sujeto al copyright que establece la editorial)

1 comentario:

  1. Unos versos preciosos para poner el broche a una reflexión valiente, que nos invita a contar con Dios en el matrimonio. Siendo Dios Amor... no se puede entender de otra manera. P
    Por otro lado, es normal que si para los principales acontecimientos de nuestra vida queremos estar rodeados de los "nuestros", de nuestra familia, queramos también que Dios, que es nuestro Padre, participe de un modo especial en nuestras decisiones y sea testigo.
    ¿Quién no desea la bendición de sus padres antes de casarse? Cuanto más si hablamos de Dios como Padre espiritual y alimento de nuestro Amor.

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