jueves, 30 de enero de 2014

Ecumenismo o proselitismo


            Este es el texto de un sermón dado el lunes 20 de enero 2104 en el contexto de la Semana de Oración la Unidad de los Cristianos en la Iglesia de la Resurrección de la Iglesia Evangélica Española (Calle Butrón, 20 Madrid).

Juntos... de ningún don carecéis

Día 3 del Octavario de Oración por la Unidad de los Cristianos 2014
Lecturas: Job 28, 20-28, Salmo 145, 10-21, Efesios 4, 7-13; Marcos 8, 14-21

Esta mañana recibí una llamada de teléfono a través del arzobispado de Madrid de una señora,
Cartel de la CEE
probablemente una catequista, que quería saber que tenía que hacer una chica ortodoxa rumana para ‘pasarse a la Iglesia católica’. Yo le pregunté acerca de los motivos de esta chica para hacerse católica y me dijo que había llegado al convencimiento de que la Iglesia católica era la verdadera y que también era la que mejor atendía a sus feligreses. Me dijo la mujer que me llamaba que ella misma había preparado a esta chica para hacerse católica y que siguiendo lo que le habían dicho, había intentado ir a la parroquia católica que correspondía pero que el párroco le daba largas.  Al final de la conversación le dije que me enviara un correo electrónico con todos los datos y que yo mismo me pondría en contacto con la chica para entrevistarme con ella. Cuento esto porque esta señora que me llamó esta mañana durante nuestra conversación telefónica se sorprendía una y otra vez que yo no estuviese dando saltos de alegría por esta nueva conversa que había vuelto al redil y se disgustaba de que hiciera tantas preguntas y dificultara tanto el tema. Mi actitud no se debía solo a la clara sospecha de que esta chica había sido inducida a esta ‘conversión’ por esta señora que probablemente la había ayudado económicamente en un momento difícil y se había aprovechado de ello para catequizarla. Abro aquí una pequeña paréntesis para hablar de un documento importante que ha pasado un poco desapercibido y creo que nos interesa a todos y está muy relacionado con lo que estoy contando. En 2011, después de varios años de trabajo conjunto, el Pontificio Consejos para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, el Consejo Mundial de Iglesias, y a invitación de éste, la Alianza Evangélica Mundial, hicieron público un documento titulado El testimonio cristiano en un mundo multirreligioso, en el que ofrecen orientaciones sobre el modo correcto de evangelizar y misionar en nuestro mundo tan variado. El procedimiento que presumiblemente utilizó esta señora con la chica rumana, aprovechándose de su debilidad para convertirla, evidentemente no es aceptable y es triste que se siga utilizando en algunas Iglesias. De todos modos, junto a la sospecha acerca de la sinceridad de este cambio de la chica, lo que realmente no me hacía saltar de alegría es el hecho de que yo no trabajo para esto: yo no trabajo para que miembros de otras Iglesias se hagan católicos, y no me alegro especialmente de ello cuando acontece; yo trabajo por la unidad de los cristianos, por una Iglesia una pero legítimamente plural como la quiere el Señor.

He contado esta anécdota de esta mañana porque creo que pone de manifiesto el cambio que ha
Iglesia de la Resurrección de la IEE durante el acto
tenido lugar en la Iglesia católica en los últimos cincuenta años en referencia al ecumenismo y que hace posible que yo esté aquí esta tarde. Esta señora manifiesta la actitud preconciliar, anterior al Concilio Vaticano II. Ella piensa realmente que lo mejor para esta chica rumana es hacerse católica, y aunque quizás utilice métodos discutibles, lo hace con buena intención pensando en su salvación. Sin embargo, la actitud de la mayoría de los católicos –aunque siempre queden personas que siguen pensando según los esquemas del pasado- ha cambiado y esto ha sido gracias al Concilio Vaticano II. Para no extenderme mucho, creo que hay dos enseñanzas del Concilio que han sido importantes para que se diera este cambio. Una está relacionada a una nueva interpretación de la famosa doctrina extra Ecclesiam nulla salus –fuera de la Iglesia no hay salvación –, que ya no podemos interpretar los católicos en el sentido de que quien no pertenece visiblemente a la Iglesia católica romana no se salva; y la otra enseñanza fundamental del Concilio es no haber querido identificar a la Iglesia fundada por Cristo exclusivamente con la Iglesia católica romana, lo que lleva a reconocer a otras comunidades cristianas como verdaderas Iglesias.

Estos importantes y osados planteamientos conciliares han significado un cambio profundo y han
Sesión del Concilio Vaticano II
llevado a los avances ecuménicos de los últimos 50 años. Evidentemente, queda mucho por hacer: hay muchos temas que aún no están resueltos y heridas que siguen abiertas. Pero qué importante es reconocer la verdad de estas dos enseñanzas del Concilio Vaticano II, es decir,  que no es necesario pertenecer a mi Iglesia para salvarse y que la Iglesia que el Señor quiso no se identifica totalmente con la mía. Puede que nos cueste mucho aceptar esto, también a los católicos por mucho que lo haya dicho un concilio. De hecho, hay personas y grupos que siguen considerando estas enseñanzas una traición del magisterio precedente. Sin embargo, creo que son dos verdades evidentes y que tienen un sólido fundamento bíblico. Así, por ejemplo, el apóstol Pablo, al comenzar su primera carta a los Corintios, se dirige, junto con el hermano Sóstenes, a la Iglesia de Dios que se reúne en Corinto, pero también a “todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de Jesucristo, Señor suyo y nuestro”, es decir, a todos los que reconocen el señorío de Cristo. Esto es lo que para Pablo es fundamental para salvarse: no el pertenecer a una Iglesia concreta u otra, como tampoco al pueblo de Israel, sino confesar a Jesús como Mesías y Señor, ser encontrado en él, no con una justicia que viene de nosotros, de hacer las cosas bien según la ley, sino con una justicia que nos es dada gratuitamente por él, por su muerte en la cruz.

El texto bíblico que he citado, de la primera carta del apóstol Pablo a los Corintios, forma parte del
que se ha elegido para los materiales de la Semana de Oración de este año. Como sabemos, los han preparado un grupo ecuménico de Canadá, país que es muy interesante por su recorrido ecuménico, que llevó a la creación de la Iglesia Unida de Canadá en 1925 y al Consejo Canadiense de las Iglesias en 1944 que representa al 85% de los cristianos del país. Es también un país con muchos recursos naturales y con mucha riqueza cultural, con muchos dones de Dios. De ahí que se haya elegido como texto bíblico el primer capítulo de la primera carta del apóstol Pablo a los corintios que habla de los muchos dones que Dios ha otorgad a esta comunidad y del peligro de la desunión.

La comunidad de Corinto vivía en un contexto multirreligioso y multicultural parecido al de algunas ciudades de Canadá, y había recibido muchos carismas, pero corría el serio peligro de la ruptura de la unidad. Habían pasado por ella diversos grandes personajes del cristianismo primitivo después de que Pablo la fundara, y se habían formado grupos que daban más importancia a su vinculación con el líder que a su relación con el Señor. Pablo tiene que recordar a los corintios que es Cristo el quien salva, es en él en el que fueron bautizados, fue él quien murió en la cruz, y Cristo no está divido, como no lo puede estar su Iglesia que es su cuerpo en la que se entra por la fe y el bautismo que nos unen el Señor y no un líder por muy importante que sea.


En la propuesta que se nos hace en los materiales para el día de hoy, tercer día del octavario, bajo el
Detalle de la Última Cena.
P. Marko Rupnik - Centro Aletti
Iglesia de Juan Pablo II - Cracovia (Polonia)
centroaletti.com
título “Juntos ... de ningún don carecéis”, se nos invita a no estar quejándonos continuamente de lo que todavía nos falta, como los apóstoles que en la barca comentaban que no tenían pan, olvidándose de los multiplicación de los panes y de lo que el Señor ya les había dado. Así también el autor de la Carta a los Efesios non exhorta a darnos cuenta de los dones que el Señor ha otorgado según su beneplácito para la edificación del único cuerpo de Cristo y para que lleguemos a “la talla de Cristo”. En la misma carta, el autor, poco antes del texto que se nos ha proclamado, nos pide no ahorrar esfuerzos “para consolidar con ataduras de paz la unidad, que es fruto del Espíritu”, ya que 'uno es el Cuerpo, uno es el Espíritu, una es la esperanza, uno es el Señor, una es la fe y uno el bautismo y hay un solo Dios que es Padre de todos'.

Hermanos y hermanas: Hay muchas cosas que ya nos unen y hay mucho que ya podemos hacer por la unidad de la Iglesia y por el mundo al que somos enviados.. En la reciente X Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias mucho se habló de nuestro necesario compromiso por la justicia, tanto por la justicia social y económica, como la ecológica y de género Esto ya es algo que podemos y debemos hacer también conjuntamente. Todos nos damos cuenta de los estragos que produce un cierto tipo de laicismo que da la espalda a Dios y no reconoce la dignidad inviolable de todo hombre y mujer. Juntos también estamos llamados a anunciar a este mundo, con la estulticia de la predicación, a aquellos que van detrás de los ídolos, o persiguen una sabiduría mundana o buscan signos prodigiosos, el mensaje de la cruz, sabiduría de Dios y poder de Dios. Así lo decía también el papa Francisco recibiendo una delegación ecuménica de Finlandia el pasado viernes 17 de enero, señalando que en una sociedad secularizada como la nuestra, nuestro testimonio debe centrarse en el núcleo de nuestra fe que todos compartimos, en el “anuncio del amor de Dios que se ha manifestado en Cristo su Hijo”.

Quiero terminar con una breve oración por la unidad de los cristianos compuesta por las Iglesias de Escocia en 1990 y retomada en los materiales para la Semana de la Unidad del año 2010:

Señor, tómanos desde donde estamos actualmente
y condúcenos allá donde Tú quieres que vayamos.
Haz que no seamos solo los encargados de una herencia,
sino las señales vivas de tu reino que viene.

Enciéndenos la pasión por la justicia y la paz entre todos los pueblos.
Llénanos de fe, de esperanza y de amor
que están en el corazón del Evangelio
y háznos UNO en el poder del Espíritu Santo:

Que el mundo crea,
que tu nombre sea santificado en tu Pueblo,
que tu Iglesia pueda reconocerse efectivamente reunida en un único cuerpo.
Nos comprometemos a amarte, servirte y seguirte
no como extranjeros unos de otros, sino como peregrinos. Amén.

martes, 21 de enero de 2014

Unidos en el Cordero de Dios que quita el pecado de todos

Reflexiones en torno al II Domingo del Tiempo Ordinario (ciclo A)
y a la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos 2014

Domino 19 de enero 2014 (Misa emitida por Radio Nacional de España)

La Liturgia de la Palabra de este segundo domingo del Tiempo Ordinario, aun en la estela de la
Ecce agnus Dei
Philippe de Champaigne  1657
Museo de Grenoble (Francia)
Fiesta de la Epifanía, se centra en el testimonio de Juan, que, al ver acercarse a Jesús, exclama: “Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. ¡Qué audaz y qué bella esta expresión del Bautista! ¡Cuánta riqueza de significado hay en ella! Juan no hace un discurso teológico acerca del Mesías, sino utiliza una imagen que evoca sentimientos de mansedumbre e inocencia. A los judíos que le escuchaban les podía recordar a los corderos que eran sacrificados diariamente en el templo, o al cordero pascual, o a ese otro cordero que cargado simbólicamente con los pecados del pueblo era llevado al desierto. Quizás en algunos podían resonar esas palabras enigmáticas de Isaías de uno que “maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca, como cordero llevado al matadero (Is 53,7). Los cristianos estamos en mejor situación que los judíos de entonces para entender el verdadero alcance de las palabras de Juan: Jesús es el Mesías, el Esperado, el Elegido. Pero lo es como siervo de Yahvé, como cordero de Dios que se carga con los pecados y los aleja de nosotros, como inocente que paga por los culpables. A partir de la muerte salvífica del Mesías, ya también el dolor de los inocentes, ese dolor que tanto nos escandaliza, el sufrimiento de aquellos que sin culpa padecen las consecuencias del pecado de todos, lo podemos ver en una nueva luz y apreciar su fecundidad.

Este domingo se sitúa dentro del Octavario de Oración por la Unidad de los Cristianos. Juntos con los creyentes en Cristo de las demás Iglesias y comunidades eclesiales elevamos una común plegaría a lo largo de estos días para que seamos uno, como ya suplicó Jesús al Padre en la noche en fue entregado. El lema elegido para este año es un pregunta que encontramos en la primera carta de san Pablo a los Corintios, cuyo comienzo se nos ha proclamado hoy como segunda lectura: ¿Es que Cristo está dividido? (1 Co 1,13). El apóstol se refiere a las divisiones que existían en la comunidad de Corinto en la que se habían formado grupos que se reconocían en algunos de los personajes importantes del cristianismo de entonces: Pablo, Apolo, Pedro… Pablo hace notar que más allá de estos fuertes liderazgos, está la fundamental unión en Cristo, que es el que fue crucificado por nosotros y en el que fuimos bautizados. No niega san Pablo una legítima pluralidad dentro de la Iglesia, pero subraya la esencial unidad de todos bajo el señorío de Cristo. Es lo que expresa con claridad el apóstol en el texto de la segunda lectura de hoy cuando dice que él y Sóstenes escriben a la Iglesia de Dios en Corinto, pero también “a todos los demás que en cualquier lugar invocan el nombre de Cristo, Señor de ellos y nuestro”.

Esta universalidad del señorío de Cristo, de la salvación que en él se ofrece a toda la humanidad, 
Cartel de la Conferencia Episcopal Española
está bien expresada en las palabras del profeta Isaías de la primera lectura: “te hago luz de las naciones para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra”. La Iglesia está llamada a anunciar y llevar la salvación a todos los pueblos, a hacer suyas las palabras del salmista: “He proclamado tu salvación ante la gran asamblea; no he cerrado los labios, Señor, tú lo sabes”. Las divisiones en la Iglesia hacen que se nos cierren los labios, que nuestro testimonio no sea límpido. Anunciamos un cordero de Dios que quita el pecado y sin embargo no estamos unidos a causa de nuestro pecado. Hagamos hoy de nuevo el propósito de comprometernos por la unidad visible de la Iglesia que es la voluntad del Señor. Digamos hoy con los labios, pero también con el corazón, uniéndonos así al salmista, pero también al Cordero a Dios, al Christus totus, cabeza y cuerpo: “Aquí estoy, como está escrito en mi libro, para hacer tu voluntad”.

Queridos hermanos: Aprendamos a reconocer y alegrarnos por los dones de Dios presentes en otras Iglesias y comunidades eclesiales que nos enriquecen a todos, como se nos propone en lo materiales de este año para la Semana de la Unidad. Pero reconozcamos sobre todo nuestra unión profunda en Cristo muerto y resucitado, en el Cordero que cargó con nuestros pecados y los hizo desaparecer, en el único Señor en el que fuimos bautizados recibiendo su Espíritu. Más nos unamos al Señor, más vivamos nuestro común bautismo, más imitemos al cordero inocente que vence el mal con el bien, que se carga con el pecado de los demás, más nos acercaremos a esa unidad visible de los creyentes en Cristo que tanto anhelamos.


jueves, 16 de enero de 2014

Las manifestaciones del Señor que tanto necesitamos


Reflexiones en torno a la Fiesta del Bautismo del Señor
Domingo 12 de enero 2014

Hay momentos en la vida en que necesitamos una confirmación del camino que hemos elegido, de
Fuente de la imagen: thegospelcoalition.org
que lo que estamos haciendo y a lo que dedicamos nuestra vida, lo mejor de nosotros mismos, es lo que hay que hacer por muy duro que parezca. Desde una perspectiva más religiosa, diríamos que querríamos que Dios nos muestre con claridad que estamos haciendo su voluntad, que estamos cumpliendo ‘toda justicia’ como Jesús, que la cruz que hemos abrazado es la que él quiere para nosotros y es instrumento de nuestra salvación.

            Un tal momento epifánico debió de ser para Jesús su bautismo de manos de Juan en el río Jordán. Aunque es siempre arriesgado pretender saber lo que pensaba y sentía Jesús -el conocimiento que tenía de su misión y de su destino, de quién verdaderamente era- porque es intentar ahondar en ese misterio tan único que los teólogos llaman la unión hipostática, es decir, la unión en Jesús de lo humano y lo divino, sí podemos atrevernos a afirmar algo a partir de su plena humanidad. Jesús es en todo igual a nosotros excepto en el pecado, lo que nos lleva a pensar que su bautismo, según lo narran los evangelios, fue para él un momento crucial en su vida, señaló un antes y un después. Jesús recibe como uno más el bautismo de Juan, un bautismo que era signo de conversión y que servía para prepararse para el juicio inminente de Dios que el Bautista anunciaba. Jesús se pone en la cola de los que se reconocen pecadores y necesitados de purificación y baja a las aguas del río, signo de muerte y de vida. De este modo, Jesús se solidariza
Icono de la Epifanía de Novgorod (s. XV-XVI)
plenamente con el pecado del hombre y asume sobre sí su consecuencia más terrible que es la muerte. Por eso en los iconos orientales se representan las aguas del río Jordán como si fueran una tumba que envuelve a Jesús, ya que el bautismo del Señor es anticipo de su muerte y resurrección. Y del mismo modo que en el misterio pascual, al rebajamiento de Jesús que muere en la cruz corresponde la exaltación por parte del Padre que lo resucita, así, en el bautismo, al salir de las aguas baja sobre él el Espíritu y es declarado Hijo amado. Para Jesús este momento fue una relevación y confirmación de su misión como siervo sufriente, como mesías, como Hijo amado que obedece a la voluntad del Padre eligiendo el camino del servicio.

            Nosotros también necesitamos de tales momentos epifánicos en nuestra vida. Le pedimos al Señor que en su enorme benevolencia no los conceda para no desfallecer y desanimarnos. Sobre todo cuando hemos elegido el camino de Jesús, el camino de la cruz, el camino de vencer el mal con el bien, el camino del amor cristiano, del amor hasta la entrega. Necesitamos saber que Jesús es el verdadero Mesías, el Salvador, el Hijo del Padre, que su palabra es verdad y vida. Y necesitamos que Dios también nos hable a nosotros como hizo con Jesús y nos diga: “Tú eres mi hijo amado, en ti me complazco”.
Fuente de la imagen: Los Angeles Public Library


            Estos momentos epifánicos, de revelación, de confirmación en el camino elegido, suelen acontecer en un contexto de oración y en relación a la Iglesia. Es en ella en la que Jesús se nos revela como Señor y experimentamos la fuerza salvífica de la cruz y su fecundidad a través de los hermanos. Así lo constatamos en aquellas personas que conocemos que, a imagen del ‘Cordero de Dios que quita el pecado del mundo’, se cargan con el pecado de los demás y redimen a la humanidad. También en aquellos otros a los que el Señor, para unirlos más consigo, no les concede estos momentos de revelación, y viven en la oscuridad de la fe su seguimiento de Jesús crucificado, como Madre Teresa de Calcuta en los últimos años de su vida. 

jueves, 9 de enero de 2014

Cómo será el 2014 depende también de nosotros

Reflexiones en torno al 1 de enero 2014
Solemnidad de Santa María, Madre de Dios
XLVII Jornada Mundial por la Paz

Comenzamos este nuevo año, que es el año del Señor 2014, ya que nosotros contamos los años a
partir del nacimiento de Jesús, según el cálculo que hizo un monje - Dionisio el Exiguo- en el siglo VI a petición del papa Juan I para establecer el primer año de la era cristiana en sustitución de los años dioclecianos. Este modo de contar los años se volvió dominante en Europa a partir del siglo VIII. Esto muestra lo mucho que la fe cristiana se ha encarnado en nuestra cultura, ya que el criterio que utilizamos para determinar el tiempo es el acontecimiento fundamental de la encarnación del Hijo de Dios, un acontecimiento a la vez temporal y trascendente, que para los creyentes es el centro de la historia del cosmos y del hombre.

De este acontecimiento, de su significado eterno y temporal, nos habla san Pablo en un texto crucial de su carta a los Gálatas en el que menciona también a la mujer que colaboró para hacerlo realidad, es decir, a María, la Madre de Dios, como la celebramos el uno de enero. Dice el apóstol que cuando “llegó la plenitud del tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la Ley”. Este es el acontecimiento fundamental, temporal y trascendente, que marca un antes y un después en la historia. Ahora ya estamos en la era cristiana, no solo de iure, o por consenso y conveniencia de etiquetaje, sino de facto, en el año del Señor 2014, anno domini, y no ‘año desde la fundación de Roma; ya estamos en los ‘últimos tiempos’, como dice san Pablo en otro lugar. Ya Dios ha venido a la tierra, ya se ha revelado y hecho presente plenamente. En un momento puntual de la historia humana, Dios envía su Hijo para liberarnos de la esclavitud de la Ley y para que recibiéramos la adopción filial. Desde entonces, somos hijos y no esclavos y, por tanto, también herederos por voluntad de Dios, herederos de la vida de eterna. En estas pocas palabras se expresa el misterio que celebramos los días de Navidad y su significado para nuestras vidas. Dios nos ha adoptado como hijos. Ya no dependemos del cumplimiento de una Ley para estar a bien con Él. Dios mismo ha tomado la iniciativa, nos ha primereado, utilizando un neologismo propuesto por el papa, y nos ha hecho íntimos suyos. Prueba de ello es que ha enviado en nuestros corazones el Espíritu Santo que nos capacita para dirigirnos a Dios como lo hacía Jesús en su vida terrena, llamándolo Padre, Abbá.

Comenzamos este año 2014 con sentimientos que pueden ser muy diversos. Por un lado, la fe nos invita a la esperanza, a darnos cuenta que es ‘año del Señor’, que ya ha llegado la plenitud e los tiempos, que ya tenemos la promesa cierta del reino futuro. Por otro lado, la situación actual política y económica nos preocupa. Podemos enfrentarnos a este nuevo año que empieza con algo de miedo, de temor por el futuro, tanto por el nuestro y el de nuestras familias, como por el de la humanidad. Hay crisis económica sin apariencia de una rápida solución, hay problemas sociales graves, hay zonas donde hay conflictos o pueden surgir, como Siria, el Cáucaso, Japón, China, Irán… Hay avance de un islamismo fanático e intolerante. Hay persecución de cristianos. El 31 de diciembre, el papa Francisco, en la rezo de Vísperas al terminar el año 2013, se preguntaba cómo sería el nuevo año que iba a comienzar. Lo hacía refiriéndose directamente a la ciudad de Roma y al contraste entre sus bellezas artísticas y culturales y sus problemas sociales, y contestaba: “¡Depende de nosotros!”. Como será el nuevo año depende de nosotros. Es verdad que hay cosas que nos sobrepasan, hay cosas en las que parece que podemos hacer poco o nada, que nos vienen dadas, pero también es verdad que hay otras muchas que sí dependen de nosotros. Aunque aparentemente los problemas económicos y sociales y los conflictos internacionales que tanto nos preocupan nos exceden, no debemos caer en un fatalismo derrotista. Lo que pasará en el 2014, tanto a nosotros y a nuestras familias, como a la humanidad, depende también de nosotros.

Por un lado, depende de nosotros la actitud con la que lo viviremos este nuevo año. Aunque no podamos decidir acerca de muchos acontecimientos, de si tendrán lugar y de cómo se desarrollarán, si podemos decidir la forma de enfrentarnos a ellos. Por otro lado, también muchas cosas dependen directamente de nosotros, de que tomemos ya de una vez las decisiones fundamentales de nuestra vida que quizás durante largo tiempo hemos pospuesto por miedo o pereza.

Una de las cosas que depende también de nosotros es la paz. El uno de enero se celebra la 
Icono bizantino de la Theotókos
procdeente del Monasterio de
Santa Catalina (Monte Sinaí, Egipto)
es.wikipedia.org
Jornada Mundial de la Paz, este año la 47. En su mensaje para este día, el papa Francisco habla de la fraternidad como fundamento y camino para la paz. En el rezo del Ángelus, después de haber celebrado la misa del uno de enero, el Pontífice comentó que hay que buscar la paz empezando ‘desde casa’. Esto evidentemente depende de nosotros. Estamos llamados a construir la paz partiendo de nuestro círculo más cercano, el de la familia, que muchas veces es el más difícil.


Al celebrar el uno de enero la maternidad divina de María, es decir, el misterio de Dios que entra en la historia humana, en la carne del hombre a través de María, encomendamos a ella este nuevo año que empieza, pidiendo al Señor a través de su intercesión que nos lo haga vivir con responsabilidad y compromiso.

jueves, 2 de enero de 2014

Navidad y pobreza de espíritu


Pensamientos en torno a la Navidad 2013


El día de la Vigilia de Navidad me mandó una amiga un Whatsupp con una foto de un belén que había hecho en un rincón de su casa; “mi sencillo belén” escribió, explicando la foto, y así en efecto era: un nacimiento muy sencillo con la cabaña con paja y un ángel en el techo, el buey y la mula, la sagrada familia, alaguna ovejas y los reyes magos, unas palmeras... Todo muy sencillo, pero bellísimo y se notaba que hecho con mucho cariño. Creo que ese belén representa muy bien el misterio, con M mayúscula, que celebramos en estas fiestas, misterio de amor y de sencillez, misterio de un Dios que se hace pobre y débil, misterio de un Dios que entra en nuestra historia y cotidianidad, nuestra ordinariez, entendiendo bien esta palabra.

He pensando mucho estos días en lo importante que es la tradición del belén impulsada por esa representación viviente que hizo san Francisco del nacimiento de Jesús en 1223 en Greccio, haciéndose traer unos animales y un pesebre, y hablando del nacimiento del ‘Rey pobre’. Cuando hacemos un belén, hacemos un acto de amor, de ternura y de fe, como hizo esa noche de hace casi 800 años el ‘pobrecillo de Asís’, queriendo hacer presente en nuestras casas e Iglesias el acontecimiento que ha cambiado la historia del mundo y que da sentido a nuestra vida. Lo hacemos sabiendo que representar ese misterio de salvación es un modo de anunciarnos y anunciar la buena noticia de Jesús y de hacerla presente en nuestros hogares y templos, sobre todo cuando estamos pasando por momento difíciles. Es un modo de decir que nuestra vida por muy mal que esté, con toda su cotidianidad y ordinariez, tiene sentido. Hacer un belén, diría yo, es un modo concreto de orar, de alabar y adorar y dar gracias a Dios.

Hay un aspecto del nacimiento de Jesús que se representa con mucha expresividad en la tradición de
El pesebre de Greccio - Giotto (1295-1299)
            Basílica Superior de Asís (Italia)
it.wikipedia.org
los belenes y que creo que este año cabe destacar. Es la primera Navidad del papa Francisco, que ha elegido este nombre como papa por su cercanía espiritual con el santo de Asís y por su especial predilección por los pobres. De hecho, lo que sin duda caracteriza más este pontificado realmente profético para nuestro tiempo es su clara opción por lo pobres, como puso claramente de manifiesto a los pocos días de ser elegido hablando con los periodistas: “¡Cómo me gustaría una Iglesia pobre y para los pobres!”, dijo. Esta opción para el papa no es una cuestión de marketing, como algunos podrían pensar, ni tampoco una estrategia evangelizadora, ni un mero asunto de justicia social o de coherencia, o algo romántico y sentimental, ni se debe a que los pobres sean moralmente más buenos, sino es una elección que tiene un claro fundamento teológico: es Dios quien elige a los pobres, es Dios quien opta claramente por ellos, como constatamos al leer la Biblia. Privilegiar a los pobres es lo que hace Dios desde siempre. El nacimiento de Jesús en Belén es también una clara muestra de ello y así lo representamos en nuestros belenes.

En el documento programático para la misión de la Iglesia en los próximos años titulado Evangelii gaudium que se hizo público hace pocos días, el papa lo dice expresamente: “Hoy y siempre ‘los pobre son los destinatarios privilegiados del Evangelio’, y la evangelización dirigida gratuitamente a ellos es signo del Reino que Jesús vino a traer. Hay que decir sin vueltas que existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres. Nunca los dejemos solo” (n. 48).

Papa Francisco en una cárcel de menores
        Casal del Marmo - Roma (Jueves Santo 2013)
Fuente de la image: vaticaninsider
         Esto es lo que representamos en nuestros belenes: esta buena noticia para los pobres del Dios que se ha hecho uno de nosotros, de Dios que se hace pobre para enriquecernos con su pobreza. Vivir verdaderamente la Navidad implica hacer nosotros también esta opción por los pobres y la pobreza, por el camino de las bienaventuranzas, por hacernos niños para poder entrar en el reino de loa cielo, por ser pobres en el espíritu, por ser de esos sencillos a los que Dios revela sus misterios. Por eso el misterio de Navidad choca tanto con la mentalidad consumista de nuestra sociedad que está a sus antípodas. Ni Herodes, ni los doctores del pueblo de Israel se acercaron a Belén, sino solo los pastores y los buscadores sinceros de la Verdad. ¡Que Dios conceda a su Iglesia y a todos nosotros descubrir en el año del Señor 2014 –que ya va siendo hora- la dicha que supone vivir las bienaventuranzas, la felicidad que da el ser de los pobres de espíritu, como María y José!