jueves, 9 de enero de 2014

Cómo será el 2014 depende también de nosotros

Reflexiones en torno al 1 de enero 2014
Solemnidad de Santa María, Madre de Dios
XLVII Jornada Mundial por la Paz

Comenzamos este nuevo año, que es el año del Señor 2014, ya que nosotros contamos los años a
partir del nacimiento de Jesús, según el cálculo que hizo un monje - Dionisio el Exiguo- en el siglo VI a petición del papa Juan I para establecer el primer año de la era cristiana en sustitución de los años dioclecianos. Este modo de contar los años se volvió dominante en Europa a partir del siglo VIII. Esto muestra lo mucho que la fe cristiana se ha encarnado en nuestra cultura, ya que el criterio que utilizamos para determinar el tiempo es el acontecimiento fundamental de la encarnación del Hijo de Dios, un acontecimiento a la vez temporal y trascendente, que para los creyentes es el centro de la historia del cosmos y del hombre.

De este acontecimiento, de su significado eterno y temporal, nos habla san Pablo en un texto crucial de su carta a los Gálatas en el que menciona también a la mujer que colaboró para hacerlo realidad, es decir, a María, la Madre de Dios, como la celebramos el uno de enero. Dice el apóstol que cuando “llegó la plenitud del tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la Ley”. Este es el acontecimiento fundamental, temporal y trascendente, que marca un antes y un después en la historia. Ahora ya estamos en la era cristiana, no solo de iure, o por consenso y conveniencia de etiquetaje, sino de facto, en el año del Señor 2014, anno domini, y no ‘año desde la fundación de Roma; ya estamos en los ‘últimos tiempos’, como dice san Pablo en otro lugar. Ya Dios ha venido a la tierra, ya se ha revelado y hecho presente plenamente. En un momento puntual de la historia humana, Dios envía su Hijo para liberarnos de la esclavitud de la Ley y para que recibiéramos la adopción filial. Desde entonces, somos hijos y no esclavos y, por tanto, también herederos por voluntad de Dios, herederos de la vida de eterna. En estas pocas palabras se expresa el misterio que celebramos los días de Navidad y su significado para nuestras vidas. Dios nos ha adoptado como hijos. Ya no dependemos del cumplimiento de una Ley para estar a bien con Él. Dios mismo ha tomado la iniciativa, nos ha primereado, utilizando un neologismo propuesto por el papa, y nos ha hecho íntimos suyos. Prueba de ello es que ha enviado en nuestros corazones el Espíritu Santo que nos capacita para dirigirnos a Dios como lo hacía Jesús en su vida terrena, llamándolo Padre, Abbá.

Comenzamos este año 2014 con sentimientos que pueden ser muy diversos. Por un lado, la fe nos invita a la esperanza, a darnos cuenta que es ‘año del Señor’, que ya ha llegado la plenitud e los tiempos, que ya tenemos la promesa cierta del reino futuro. Por otro lado, la situación actual política y económica nos preocupa. Podemos enfrentarnos a este nuevo año que empieza con algo de miedo, de temor por el futuro, tanto por el nuestro y el de nuestras familias, como por el de la humanidad. Hay crisis económica sin apariencia de una rápida solución, hay problemas sociales graves, hay zonas donde hay conflictos o pueden surgir, como Siria, el Cáucaso, Japón, China, Irán… Hay avance de un islamismo fanático e intolerante. Hay persecución de cristianos. El 31 de diciembre, el papa Francisco, en la rezo de Vísperas al terminar el año 2013, se preguntaba cómo sería el nuevo año que iba a comienzar. Lo hacía refiriéndose directamente a la ciudad de Roma y al contraste entre sus bellezas artísticas y culturales y sus problemas sociales, y contestaba: “¡Depende de nosotros!”. Como será el nuevo año depende de nosotros. Es verdad que hay cosas que nos sobrepasan, hay cosas en las que parece que podemos hacer poco o nada, que nos vienen dadas, pero también es verdad que hay otras muchas que sí dependen de nosotros. Aunque aparentemente los problemas económicos y sociales y los conflictos internacionales que tanto nos preocupan nos exceden, no debemos caer en un fatalismo derrotista. Lo que pasará en el 2014, tanto a nosotros y a nuestras familias, como a la humanidad, depende también de nosotros.

Por un lado, depende de nosotros la actitud con la que lo viviremos este nuevo año. Aunque no podamos decidir acerca de muchos acontecimientos, de si tendrán lugar y de cómo se desarrollarán, si podemos decidir la forma de enfrentarnos a ellos. Por otro lado, también muchas cosas dependen directamente de nosotros, de que tomemos ya de una vez las decisiones fundamentales de nuestra vida que quizás durante largo tiempo hemos pospuesto por miedo o pereza.

Una de las cosas que depende también de nosotros es la paz. El uno de enero se celebra la 
Icono bizantino de la Theotókos
procdeente del Monasterio de
Santa Catalina (Monte Sinaí, Egipto)
es.wikipedia.org
Jornada Mundial de la Paz, este año la 47. En su mensaje para este día, el papa Francisco habla de la fraternidad como fundamento y camino para la paz. En el rezo del Ángelus, después de haber celebrado la misa del uno de enero, el Pontífice comentó que hay que buscar la paz empezando ‘desde casa’. Esto evidentemente depende de nosotros. Estamos llamados a construir la paz partiendo de nuestro círculo más cercano, el de la familia, que muchas veces es el más difícil.


Al celebrar el uno de enero la maternidad divina de María, es decir, el misterio de Dios que entra en la historia humana, en la carne del hombre a través de María, encomendamos a ella este nuevo año que empieza, pidiendo al Señor a través de su intercesión que nos lo haga vivir con responsabilidad y compromiso.

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