jueves, 10 de diciembre de 2015

La victoria final es de Dios


Homilía 29 de noviembre 2015
Domingo I de Adviento (ciclo C)
(Misa retransmitida por RNE)

Empezamos este nuevo año litúrgico escuchando unas palabras del Señor parecidas a las que se nos proclamaron cuando se iba terminando el anterior, palabras que nos hablan del final del
mundo y de la historia humana. Hoy escuchamos estas palabras del discurso escatológico de Jesús según la versión de san Lucas, que es el evangelio que nos acompañará a lo largo de este nuevo ciclo litúrgico. En un primer momento estas palabras nos pueden parecer raras y hasta podrían asustarnos, al hablar de catástrofes y de signos portentosos, de «angustia de las gentes». Sin embargo, si prestamos más atención y tenemos en cuenta el lenguaje apocalíptico que utilizan, veremos que tienen mucho que decirnos a nosotros hoy. El lenguaje apocalíptico surge en momentos difíciles de la historia, de gran negatividad, cuando las fuerzas del mal parecen haber vencido, como en el periodo post-exílico en el que Israel había perdido todo, pero viene a dar un mensaje de esperanza en medio de la adversidad, una buena noticia, a consolar como otras palabras no pueden hacerlo. Nos vienen a decir que por mucho que parezca que prevalezca el mal en el mundo, en nuestra sociedad y en nuestras vidas, al final la victoria es de Dios y de su Cristo, «que vendrá sobre las nubes del cielo, con gran poder y majestad», como acabamos de escuchar en el evangelio. ¡Cuánto necesitamos que se nos diga esto hoy! Los terribles actos terroristas que hemos vivido en estos días que siembran el terror y abren el abismo de la nada, las guerras, las muchas personas que huyen de la violencia y de la miseria a veces encontrándo las puertas de los hermanos cerradas, la persecución de los cristianos como no se había dado antes, de la cual habla también Jesús en el discurso escatológico, y tantas otros cosas. A veces corremos el riesgo de caer en la desesperanza y rendirnos ante el mal, de creer que nos encaminamos hacia la nada, que el mal es más fuerte que él bien. ¡Pero no!, y así Jesús en el templo de Jerusalén nos lo dice poco antes de su pasión en que las fuerzas del mal se desatarán tan terriblemente contra él. Él las vencerá y por eso nos puede decir hoy a todos nosotros: «cuando empiece a suceder esto levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación». La victoria definitiva del Señor, el establecimiento del reinado de Dios en el que morará para siempre la justicia, el triunfo de la vida y de las fuerzas del bien sobre las de las tinieblas y la muerte, está cada vez más cerca, aunque pueda parecer lo contrario.



            El Adviento que hoy empezamos es un tiempo para
El papa Francisco abre la Puerta Santa de la Catedral de Bangui
aprender, reforzar y practicar la actitud de 
la espera esperanzada y vigilante ante la venida inminente del Señor. Esto por un lado significa no dejar que ‘se nos embote el corazón con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida’, y, por otro, el purificarnos para que ‘podamos ser presentados santos e irreprensibles ante Dios, nuestro Padre’. De ahí el carácter penitencial que también tiene este tiempo litúrgico como tiempo de conversión. Este año, al comienzo del Adviento, se abrirán las puertas santas de las catedrales de todo el mundo para celebrar el Jubileo Extraordinario de la Misericordia que ha convocado el papa Francisco. Esta tarde misma, el Santo Padre abrirá la puerta santa de la Catedral de Bangui, en la República Centroafricana, con un gesto del todo inédito, abriendo el año de la misericordia en una de las periferias del mundo marcada por la violencia y la pobreza. Un año santo para volver al Padre, como el hijo pródigo de la parábola, y experimentar su infinita misericordia. Quitar de nuestra vida lo que nos embota el corazón y purificarnos para ‘mantenernos de pie ante el Hijo del Hombre’ es la forma de prepararnos para la venida del Señor. Venida del Señor que celebraremos sacramentalmente en Navidad haciendo memoria de la llegada al mundo del ‘vástago legítimo de David’. Y venida del Señor que esperamos vigilantes cuando vendrá de nuevo con poder y gloria grande para juzgar y establecer su reinado de paz y justicia que ya empezó con la victoria de la cruz.




            Celebramos en esta parroquia hace pocos días la fiesta de nuestra patrona, Santa Ctalina de Alejandría. Ella fue una mujer sabia y fuerte, que padeció por Cristo y luchó contra el mal con las armas de la fe. Como virgen prudente, supo mantener encendida en la noche la lámpara de la esperanza a la espera de la llegada del Esposo. Que podamos en estos tiempos difíciles que vivimos, parecidos en muchas cosas a los suyos, seguir su ejemplo. A ella nos encomendamos hoy. Amén.