lunes, 14 de febrero de 2011

Una justicia mayor

Homilía 13 de febrero 2011
6º Domingo del Tiempo Ordinario (ciclo A)

El muro occidental de noche
Cuando el Señor nos concede el gran regalo de ir a Jerusalén, mejor de subir a Jerusalén, porque a la ciudad santa siempre se sube, y vamos al muro de las lamentaciones, o mejor  muro occidental como lo llaman los judíos, el Kotel, quedamos sobrecogidos. Es el lugar más sagrado en la actualidad para el pueblo de la antigua alianza porque es lo que queda de las piedras del segundo templo que mandó construir Herodes el Grande. Ver a los judíos rezar con los salmos, y estudiar la Ley, la Torá, con tanta devoción y cariño, impresiona. Yo siempre que estoy en ese lugar me acuerdo de las palabras de Jesús del evangelio de hoy: “si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos”. ¿Cómo puede mi justicia ser superior a la de esta gente que muestra tanto amor, respeto y obediencia por la Ley?
                Vamos a hacernos esta pregunta a lo largo de estos domingos, sin buscar una respuesta inmediata y fácil. Vamos a dejarnos iluminar por el Señor abriendo nuestros oídos y corazón a la Escritura. Tenemos la dicha que hasta que empiece la tardía cuaresma de este año, se nos va a proclamar todo el Sermón de la Montaña, dejando fuera sólo unas pocas partes que se leen en otros momentos del año. En este discurso de Jesús que ocupa los capítulos 5, 6 y 7 del evangelio de san Mateo, el Señor como nuevo Moisés nos da la nueva ley del Reino de Dios, ley que lleva a plenitud la antigua. El domingo pasado escuchábamos las bienaventuranzas y hoy  se nos han proclamado las primeras de las seis antítesis con las que Jesús nos da ejemplos de la forma en que nuestra justicia debe ser superior a la de los escribas y fariseos.
es.josemariaescriva.info
Pero antes de considerar brevemente cada una de ellas,  es útil decir algo sobre la forma de interpretar el Sermón de la Montaña a la luz de la tradición de la Iglesia. Cuando leemos lo que han dicho grandes maestros espirituales sobre este Sermón vemos que se ha interpretado de distintas formas, pero todas ellas correctas y útiles para entender bien este discurso de Jesús y aplicarlo a nuestra vida. Estas formas se pueden, simplificando un poco, reducir a dos, la interpretación moral y la cristológica. La moral la podemos encontrar, por ejemplo, en santo Tomás de Aquino, que comenta las bienaventuranzas en la sección moral de su obra teológica, en el contexto de las virtudes y los dones. El Sermón de la Montaña sería para él un ideal de perfección, superior a la antigua ley, que Jesús enseña a sus discípulos. En esta línea de una interpretación moral, pero dándole la vuelta, se encuentra Lutero que dice que esta nueva ley, igual que la antigua, tiene una función ‘acusatoria’, sirve para que me dé cuenta de lo pecador que soy, de mi impotencia para cumplirla y que aprenda a confiar en la gracia y el perdón de Dios. Junto a esta interpretación moral, que no moralista, porque santo Tomás pone siempre primero la gracia de Dios, está la cristológica que ve en Jesús el único que ha cumplido la Ley en plenitud, el verdaderamente justo y que nos hace partícipes por pura gracia de su justicia. Para entender bien el Sermón de la Montaña y aplicarlo a nuestra vida tenemos que mantener unidas estas dos interpretaciones. La nueva ley que nos da el Señor y que supera la antigua es don gratuito, es justicia que se nos aplica, es gracia y la podemos cumplir sólo con la ayuda del Espíritu, pero implica a la vez nuestro esfuerzo por ponerla en práctica por medio del empeño ascético con el que respondemos a la gracia.
La primera antítesis se refiere al mandamiento de no matarás. Jesús lo amplía para incluir la ofensa al hermano y el deber de reconciliarnos con quien sabemos que tiene quejas (se entiende justificadas) contra nostros y esto antes de participar en el culto. También el Señor nos dice que aprovechemos esta vida para hacernos buenos amigos, para arreglar nuestras cuentas con los demás, mientras todavía estamos a tiempo, porque habrá un momento cuando ya será tarde. Esa enseñanza de Jesús la entendemos a la luz  de la doctrina de la Iglesia sobre los novísimos, las últimas cosas, la muerte, el juicio, el paraíso y el infierno, que a veces olvidamos o queremos olvidar.
La segunda antítesis toma como punto de partida el mandamiento sobre el adulterio. Jesús  pide a sus discípulos un cumplimiento no solo exterior, sino interior, con el corazón, de este mandamiento. Llegar a esta pureza interior que nos pide Jesús implica la acción de la gracia que nos va cambiando el corazón, pero también nuestra colaboración. Aquí vemos como las dos formas de interpretar el Sermón de la Montaña tienen que mantenerse unidas. Esta enseñanza de Jesús a la vez me revela lo pecador que soy, lo impuro que tengo el corazón y lo necesario que es que pida la ayuda del Señor, pero también el esfuerzo que tengo que hacer para colaborar con la gracia. De nada me sirve la gracia de Dios si no pongo lo medios para evitar este pecado. Uno que quiere cumplir esta enseñanza pero que no mortifica la vista, por ejemplo, respecto a programas de televisión, a páginas de Internet, etc.  difícilmente podrá cumplirla, por mucho que actúe la gracia. De ahí lo que dice Jesús de esas partes de mi vida que me inducen a pecado y que tengo que quitar, que pueden ser costumbres, hábitos, relaciones, etc. de por sí buenas , pero que en mi situación actual pueden ser ocasión de tropiezo.


Rezando en el Kotel
 
Dentro de esta antítesis se sitúa una enseñanza de Jesús sobre el divorcio y la indisolubilidad del matrimonio que encontramos repetida otra vez en este mismo evangelio de san Mateo y en otros lugares del Nuevo Testamento. No es momento para detenernos en esta enseñanza que toca un tema tan delicado y que afecta de cerca la vida de tantas personas, con situaciones muy distintas, que van desde el que ha sido abandonado por el cónyuge sin culpa por su parte, al que se ha visto en la ‘necesidad’ de ‘rehacer’ su vida con otra persona,... Deseo aquí decir sólo dos cosas. Lo primero que tiene que quedar claro es que la Iglesia no condena a las personas, sino al pecado; y la segunda es que ésta es una enseñanza que como acabamos de ver viene directamente de Jesús, no es una enseñanza 'inventada' por la Iglesia; la Iglesia fielmente reitera esta enseñanza difícil de Jesús, como es su misión. Nosotros debemos aplicarla a nuestra vida y nuestros posibles fracasos también forman parte de nuestra historia personal y pueden ser ocasión de salvación.  
La tercera antítesis arranca de las normas sobre el juramento. Jesús dice que para sus discípulos el hablar debe ser veraz y sincero, sin necesidad de apelar a Dios como garante de lo que se afirma. En un mundo en el que reina la mentira y el engaño, y en el que en algunas profesiones  se admite esto no sólo como lícito y normal, sino como ‘necesario’, estas palabras del Señor nos dan mucho que pensar. Es terrible no poderse fiar de lo que te dice una persona cercana. Decía la Madre Teresa que el hombre más peligroso es el mentiroso.

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