miércoles, 16 de noviembre de 2011

La mujer y los talentos

Homilía 13 de noviembre 2011
XXXIIII Domingo del Tiempo Ordinario (ciclo A)
Día de la Iglesia Diocesana

La Gioconda
Leonardo da Vinci
                Muchas veces al leer o escuchar un texto de la Biblia nos extrañamos al constatar que refleja una cultura machista, o que se narran cosas que no son ejemplares, o que están presentes ideas desde hace tiempo superadas por los estudios científicos. Y esto extraña porque la Biblia contiene la Palabra de Dios, es una carta de Dios para nosotros y decimos que no tiene error porque Dios no nos puede engañar. ¿Cómo podemos casar estas dos cosas? ¿Cómo es posible que la Biblia sea al mismo tiempo revelación de la Verdad absoluta y que contenga muchas cosas discutibles? Estos días, por ejemplo, como es bueno que hagamos todos los cristianos leyendo una y otra vez toda la Escritura, estoy volviendo a leer por entero el primer libro de la Biblia, el Génesis. En este libro se narra entre otras cosas la historia de los patriarcas, de Abrahán. Isaac y Jacob. ¡Cuántas cosas éticamente inaceptables se hacían entonces! Y aún así, éstos eran elegidos por Dios, amigos de Dios, instrumentos del Señor para llevar a cabo la obra de la salvación de la humanidad y los veneramos como santos.
                La primera lectura de hoy es otro ejemplo de lo que estoy comentando. Se hace un elogio de la mujer hacendosa, laboriosa, y se dice que es una bendición para su marido. Y aunque esto es una ‘verdad como un templo’, como sabemos por experiencia, el texto del Libro de los Proverbios refleja claramente una mentalidad machista que habla de la mujer en función del hombre y no por sí misma, ni al revés, ya que también es verdad que un hombre trabajador y responsable es una bendición para su mujer. Otros muchos textos bíblicos, y no sólo del Antiguo Testamento, reflejan una cultura machista. Un ejemplo claro son las cartas de Pablo en que se habla del lugar de la mujer en la sociedad y la Iglesia. Tenemos, por tanto, que aprender a distinguir la Palabra de Dios del ropaje cultural en que se nos transmite, separar el vino de la copa que se utiliza para contenerlo y que puede no estar limpia ni ser muy bonita. La Palabra de Dios nos llega en y a través de palabras humanas que reflejan la cultura y mentalidad de una época y para entender correctamente el texto bíblico tenemos que hacer uso de la inteligencia que nos ha dado Dios, como certeramente indica san Ignacio de Loyola.
sexo vs. género
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                De todos modos, también tenemos que decir que el Señor, aunque aparentemente no rechace directamente una cultura y en un cierto sentido la asuma, también la va cambiando desde dentro. Introduce en ella un dinamismo que la va a ir transformando. Así, por ejemplo, Jesús da un lugar prioritario a la mujer en claro contraste con la cultura de su tiempo. Las tiene a su lado en su ministerio y en la cruz y son ellas las primeras en conocer la noticia de la resurrección y en ser enviadas a anunciarla. Y esta novedad introducida llevará poco a poco a un cambio en la consideración de la mujer en los primeros siglos del cristianismo respecto al mundo judío y pagano.
Sin embargo, también es de justicia reconocer que la Iglesia no siempre ha estado al lado de la mujer en su lucha por la igualdad con el hombre. Igualdad en la que es innegable que han tenido lugar muchos progresos en los últimos siglos, pero por la que queda todavía tanto por hacer. Desde la fe y también desde el evangelio de este domingo se nos pone en guardia contra un modo de llevar a cabo esta lucha que no es correcto. Es aquel que está presente en algunas proclamas feministas que exigen una igualdad entendida como nivelación entre hombre y mujer, y no como igualdad de dignidad y derechos civiles, pero respetando su naturaleza distinta. Esta segunda forma de entender la igualdad es la que defiende al Iglesia, ya que el hombre y la mujer, en contra de lo que piensan algunos partidarios — a veces inconscientes — de la ideología de género, son seres distintos, tienen talentos diferentes, aunque son iguales en dignidad y deben tener los mismos derechos civiles. El hombre y la mujer son diferentes por naturaleza y no sólo por educación. La diferencia que algunos llaman de género se fundamenta en una diferencia sexual real, como también señala el Libro de Génesis al decir que Dios creó “al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y mujer los creó” (Gn 1, 26).
Estos talentos de los que habla la parábola del evangelio de hoy los entendemos como esos dones naturales y sobrenaturales que distribuye el Señor como Él quiere. En esto podemos notar también otro ejemplo de cómo el cristianismo cambia la cultura desde dentro. El talento era una medida de peso y más tarde una moneda, pero hoy todos entendemos esta palabra en el sentido de las dotes, o aptitudes, que tiene una persona, y este cambio de significado se debe con toda probabilidad a esta parábola evangélica. Algunos de estos dones son propios de la mujer y otros del hombre, y otros son independientes del sexo. Se nos dice a través de la parábola que debemos ponerlos a trabajar para que den fruto. Con frecuencia esto no la hacemos porque somos holgazanes y negligentes, o porque tenemos miedo; miedo a personas o situaciones imaginadas o reales que nos bloquean e impiden que realicemos plenamente las potencialidades que nos ha dado el Señor. Puede ser miedo al Señor, que creemos muy exigente y tememos nos pida demasiado y, como el siervo de la parábola, escondemos nuestro talento en un hoyo. O miedo al ‘qué dirán’, al compromiso, a nuestra debilidad e inconstancia... Contra estos miedos debemos luchar para que los talentos que con tanta generosidad nos ha dado el Señor den su fruto. Da mucha pena ver hombres y mujeres que sólo realizan una pequeña parte de sus potencialidades cuando podrían hacer mucho más.
              Nos encomendamos a María, la nueva Eva, la mujer escogida por Dios para ser la madre de su Hijo, la llena de gracia, la que supo reconocer y agradecer lo que el Señor hizo con ella y lo puso todo al servicio de Dios y su plan de salvación, sin guardarse nada y sin miedo. ¡Qué ella nos ayude con su ejemplo e intercesión a decir también nosotros un sí pleno y valiente al Señor!




(Este post sale publicado con algunas modificaciones y mejoras en mi libro La buena noticia del matrimonio y la familia y por tanto está sujeto al copyright que establece la editorial)

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