sábado, 23 de febrero de 2019

Contentaos con lo que tenéis



Homilía con ocasión de la Semana de Oración
por la Unidad de los Cristianos 2019
Comunidad Luterana de la Friedenskirche (Iglesia de la Paz)
Madrid, 21 de enero 2019


La paz y la misericordia de Dios, nuestro Padre, y de nuestro Señor Jesucristo sea con todos
vosotros. Amén.

Como se suele hacer en esta Iglesia, oremos unos instantes en silencio pidiendo que Dios bendiga la palabra: ¡Señor, bendice el habla y la escucha!

«Que la fiebre del dinero no se apodere de nosotros; contentémonos con lo que tenemos, ya que es Dios mismo quien ha dicho: “Nunca te abandonaré; jamás te dejaré solo”». ¡Qué el Señor nos libere a nosotros y a nuestras Iglesias de la idolatría del dinero, del vicio capital de la avaricia! Amén.

Queridos hermanos y amigos:

Agradezco mucho a esta comunidad luterana de la Friedenskirche, Iglesia de la Paz, en especial a su pastor, Simon Döbrich, la invitación a participar en este acto de culto y a dirigir unas palabras de reflexión sobre el tema que se nos propone para este cuarto día de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos: «contentaos con lo que tenéis».

Sois una comunidad de habla alemana y siento mucho no tener los suficientes conocimientos de alemán para poder hablaros, aunque sea un poco, en vuestra lengua. Hablaré en español, esperando que los que solo habláis alemán podáis entender algo de lo que diré. Es tut mir sehr leid, aber ich spreche sehr wenig deutsch. Ich habe vor vielen Jahren Deutsch gelernt, aber ich habe fast alles vergessen. Ich hoffe, Sie können etwas von dem verstehen, was ich sage.

Fuente de la imagen: www.abc.es 
Me alegra mucho estar aquí en esta bella Iglesia tan significativa para el ecumenismo en España y en Madrid. Aquí hemos realizado varios actos juntos en los últimos años. Recuerdo estar aquí en la celebración de sus 150 años en 2014, en la conmemoración de la Reforma hace dos años y en la visita que hicimos los obispos y delegados de la Comisión Episcopal de Relaciones Interconfesionales, de la Conferencia Episcopal Española, en unas Jornadas celebradas en 2016. Tengo que reconocer que me impone un poco este púlpito. En la Iglesia católica ya los usamos poco, sin embargo, son un signo muy elocuente de la importancia da la palabra de Dios, que es palabra eficaz capaz de hacer lo que dice, que tiene el poder de salvar y liberar de los tantos demonios que nos dominan y esclavizan, como el de la avaricia.

Estamos aquí en la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. Elevamos una común plegaria en estos días al Señor para que seamos una sola Iglesia, como la fundó y quiso Jesús, y que por culpa de nuestros pecados y fragilidades se fue dividiendo y, en algunos casos, corrompiendo, siendo para muchos hoy un escándalo, una piedra de tropiezo para acercarse al Señor, más que un instrumento, como debería ser.

Los materiales de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos de este año han sido
Conferencia Episcopal Española
preparados por las Iglesias de Indonesia, un país muy plural y diverso – es el país más grande del Sudeste asiático, con 265 millones de habitantes, con muchos grupos étnicos, muchas islas, lenguas y religiones, siendo la religión mayoritaria el Islam, que profesa el 86% de la población. Un país, enorme y plural que tiene como lema nacional «unidad en la diversidad». Un país que hasta hace algunos años vivía según sus normas y costumbres tradicionales, celebrando fiestas juntos, ayudándose mutuamente entre los distintos grupos, considerándose todos hermanos unos de otros. Sin embargo, en los últimos años, sobre todo a causa del crecimiento económico desequilibrado, han surgido muchas tensiones y situaciones de injusticia, corrupción y explotación de los más débiles- sobre todo, mujeres y niños- y del medio ambiente. Los cristianos de Indonesia nos invitan en esta Semana de Oración a «actuar con toda justica», a perseguir la unidad de los cristianos también a través del ejercicio de la justicia, buscando ser verdaderamente justos. En Indonesia se ha hecho cada vez más difícil celebrar fiestas juntos, ya que han crecido las tensiones y los radicalismos entre los distintos grupos. La corrupción se deja ver también en la forma de administrar la justicia, donde se aceptan sobornos y se hace acepción de personas. De ahí que el grupo que preparó los materiales eligió el texto de Deuteronomio 16 para este año, que hace referencia al modo en que Israel debe celebrar sus fiestas sin excluir a nadie, y a como los jueces deben administrar la justicia buscando solo lo que es justo.


Las Iglesias de Indonesia en sus documentos comparten la opinión de que la raíz de los males
Fuente de la imagen: protestantedigital.com/ 
del país es la avaricia e invitan a todos a una «espiritualidad de la moderación». Esto también es lo que nos enseña la Palabra de Dios y nuestra propia experiencia. «La avaricia, en efecto, es la raíz de todos los males y, arrastrados por ella, algunos han perdido la fe y ahora son presa de múltiples remordimientos», dice san Pablo a su discípulo Timoteo en la primera carta que le escribe (1 Tim 6, 10). La avaricia, el amor desmesurado, el apego al dinero, causa grandes males en nuestra vida y en la vida de nuestras Iglesias y de nuestras sociedades. La tradición de la Iglesia ha visto en la avaricia uno de esos vicios que causan muchos otros, llamándolo «capital». Lutero en sus 95 tesis también denunció la avaricia como uno de los grandes males de la Iglesia: «Mera doctrina humana predican aquellos que aseveran que tan pronto suena la moneda que se echa en la caja, el alma sale volando. Cierto es que, cuando al tintinear, la moneda cae en la caja, el lucro y la avaricia pueden ir en aumento, más la intercesión de la Iglesia depende sólo de la voluntad de Dios» (tesis 27 y 28).

Bien sabemos que el apego al dinero nos hace insolidarios con los demás, miedosos de perder lo que tenemos, incapaces de compartir y de acoger al hermano necesitado, al migrante y al huésped, siempre preocupados por las cosas materiales que pensamos necesitar, inquietos por el mañana, corruptos y afectos de ese mal que el papa Francisco ha llamado la «mundanidad espiritual», que consiste en utilizar lo espiritual para obtener beneficios materiales, como hacía la Iglesia en tiempos de Lutero con la venta de indulgencias. La avaricia es una fiebre que si dejamos que se apodere de nosotros nos enferma y nos lleva a la muerte espiritual y a ser incapaces de amar al hermano.

La alternativa, queridos hermanos y amigos, a esta forma de vivir que tiene como ídolo el dinero es la que se nos propone en la palabra de Dios que hemos escuchado. Un estilo de vida de hijos de Dios, que tiene su fundamento en la fe en un Dios bueno y providente, que busca antes que nada el reino de Dios y todo lo justo y bueno que hay en él, que acoge y practica la hospitalidad, que sabe cuidar y custodiar la vida y nuestra casa común.

Así nos lo decía el autor de la carta a los Hebreos:

Que la fiebre del dinero no se apodere de vosotros; contentaos con lo que tenéis, ya que es Dios mismo quien ha dicho: Nunca te abandonaré; jamás te dejaré solo.

Y así nos lo decía también Jesús en el Sermón de la Montaña:

Así pues, no os atormentéis diciendo: “¿Qué comeremos, qué beberemos o con qué nos vestiremos?”. Esas son las cosas que preocupan a los paganos; pero vuestro Padre celestial ya sabe que las necesitáis. Vosotros, antes que nada, buscad el reino de Dios y todo lo justo y bueno que hay en él, y Dios os dará, además, todas esas cosas.

Creo que hoy en nuestras vidas, en nuestras Iglesias, en el ecumenismo, se vuelve cada vez más importante no tanto hacer cosas, cuanto asumir un cierto estilo de vida más evangélico, un modo de vida verdaderamente cristiano, que dé un testimonio a esta sociedad tan perdida y dividida, tan insolidaria, tan triste, tan violenta, tan miedosa, que otro modo de vida es posible con la gracia de Dios:


  • Es posible acoger al inmigrante, al diferente y no pasa nada, no perdemos nada, más bien lo contrario, ganamos todos.
  • Es posible estar unidos como Iglesias, respetando nuestras diferencias, pero sabiéndonos hermanos, sin que ninguno pierda nada de lo suyo, sino enriqueciéndonos y celebrando los dones de Dios que tiene el otro.
  • Es posible compartir y no competir con el hermano que tenemos cerca y ganar los dos.
  • Es posible vivir con menos dinero y descubrir la dicha de la verdadera amistad, de la comunión y del compartir, de descubrir en el otro no un rival sino un hermano, herido como yo y que necesita amor.

Una de las experiencias más hermosas que he tenido en los últimos meses, también desde un
punto de vista ecuménico, ha sido el encuentro europeo de jóvenes organizado por la Comunidad de Taizé, que tuvo lugar hace pocos días aquí en Madrid. Lo viví sobre todo como párroco. En un principio no me había propuesto recibir a gente ni organizar nada en mi parroquia porque tenía un viaje programado esos días, porque venía familia con la que debía estar y por un cierto recuerdo malo de lo que fue la JMJ de Madrid en 2011 en relación a la acogida de los jóvenes en mi zona. Pero al final cedí, vista la necesidad de acoger, y fue una verdadera bendición de Dios para mi comunidad y para mí, porque experimentamos que otro modo de vida es posible desde la fraternidad, la acogida, la confianza, el compartir, la sencillez y la oración en común y descubrimos de nuevo que esto es bello y llena el corazón.

¡Es verdad, queridos hermanos y amigos, que otra forma de vivir es posible! Una forma de
vivir no dominada por el amor al dinero. Una forma de vivir de la que los cristianos y las Iglesias tenemos el deber de dar testimonio ante el mundo. Creo que este es también el camino del ecumenismo del futuro. No tanto hablar de unidad y quejarnos de su falta y del poco compromiso ecuménico de nuestras jerarquías y organizar reuniones y celebraciones, cosas que a veces son buenas y necesarias, sino crecer en nuestras Iglesias en la fidelidad a Cristo, que es lo que quería Lutero, crecer en dar un testimonio común de vida de hermanos ante el mundo, de hermanos comprometidos con la justicia y la custodia de la casa común. Iglesias y comunidades que sean espacios de acogida, de reconciliación, de comunión; un verdadero anticipo del Reino.

Para ello, hermanos y amigos, tenemos que escuchar de nuevo con oídos abiertos la Palabra de Dios que tiene poder para liberarnos del demonio de la avaricia por la fe. ¡Volvamos a escuchar el kérygma, el anuncio fundamental cristiano que nos dice que Jesús ha muerto y ha resucitado por nosotros, que es el Señor, el Kyrios, el dueño de nuestra vida, del mundo y de la historia, que es el que nos da el perdón de los pecados y la vida eterna por pura gracia! Este anuncio escuchado con fe nos libera de la esclavitud de las obras y también del miedo a la muerte que nos mantiene esclavos del demonio y del dinero toda la vida, como dice la Carta a los Hebreos (2,15). Este anuncio acogido con fe nos da la vida eterna en esperanza y nos hace capaces de amar realmente al hermano. Muchas gracias. Amén.


Audio de la predicación: