martes, 6 de noviembre de 2012

Nápoles y el culto a las almas del purgatorio


Homilía 2 de noviembre de 2012
Conmemoración de todos los fieles difuntos


Santa Maria delle anime del purgatorio ad Arco (Nápoles)
Fuente de la imagen: it.wikipedia.org
            Nápoles es una de las ciudades que más fascinan; su gente, sus costumbres y tradiciones –como el arte de los belenes-, sus monumentos y obras de arte, sus restos de la antigüedad, cautivan a todo aquel que no se deja llevar por prejuicios y estereotipos y se toma el tiempo necesario para mirar detrás de las fachadas y descubrir sus tesoros. Me decía una amiga nacida en esta ciudad que para entender el espíritu de los napolitanos, su forma de vivir al día, de relativizar el valor de las cosas y su tendencia a la superstición, hay que tener presente el volcán que domina la ciudad, el Vesubio, que se ve desde todos los rincones, como un ‘algo’ omnipresente, amenazador e imprevisible.

            En esta bellísima y sorprendente ciudad, en su centro histórico, en Via dei Tribunali, se encuentra una Iglesia barroca interesantísima y poco conocida, que tiene por nombre Santa María delle anime del purgatorio ad Arco, o más sencillamente Purgatorio ad Arco. Es una Iglesia dedicada al culto a las almas del purgatorio. Lo más interesante de ella es el hipogeo, la parte subterránea, donde hay una especie de cementerio con muchos huesos a la vista. En este curioso lugar se practicaba hasta hace poco un culto peculiar a las almas que nos puede sorprender y quizás escandalizar, pero que está muy ligado al espíritu napolitano y que tiene un sólido fundamento teológico. Las personas o las familias adoptaban un alma del purgatorio, de un desconocido, y lo hacían a través de su cráneo, su calavera, que recogían, limpiaban, cuidaban, ponían en un sitio destacado. Rezaban por esta alma, ofrecían limosnas, sacrificios, misas por ella, con la esperanza de que cuando llegara al paraíso intercediera por la persona o la familia que la había adoptado.

Calevera en el hipogeo de la Iglesia
Fuente de la imagen: flickr.com
        Esta forma de culto a las almas tan especial fue prohibida por el cardenal-arzobispo de Nápoles en 1969 también a causa de las desviaciones a las que había conducido, por otro lado muy típicas de Nápoles donde a veces se mezcla una sana religiosidad con elementos supersticiosos. Sin embargo, su fundamento teológico sigue siendo válido y es el que también motiva la conmemoración que hacemos hoy de los fieles difuntos.

En la doctrina de la Iglesia se habla del purgatorio como un ‘estado’ intermedio en el que se encuentran los que han dejado este mundo pero que aún no están lo suficientemente preparados para ver a Dios cara a cara, para encontrarse con él, que es el totalmente Santo, el Amor mismo. En este ‘lugar’ de purificación, en el que las almas por medio del dolor expían la pena de sus pecados, nuestros seres queridos siguen en comunión con nosotros en la unidad del cuerpo místico de Cristo, en el que los miembros nos ayudamos y necesitamos los unos de los otros. Tanto la fiesta que celebrábamos ayer de Todos los Santos, como la conmemoración de hoy, se basan en el dogma de la comunión de los santos, en el hecho de que todos estamos unidos, tanto los bienaventurados que ya están en el cielo, como los que están en el purgatorio, como también nosotros que ‘peregrinamos en país extraño`’. Por eso a veces se habla de Iglesia militante, purgante y triunfante. A causa de la comunión de los santos podemos ayudar a nuestros difuntos con la oración, la limosna, el ofrecimiento de las obras y sobre todo con la celebración de la Eucaristía, como hacemos hoy.

Tumba del padre del autor del blog
Cementerio de la Sacramental de San Justo (Madrid)
Las lecturas que acabamos de escuchar nos invitan a celebrar esta conmemoración de los fieles difuntos recordándolos con cariño, quizás también con dolor y nostalgia, pero con fe y esperanza. En la primera lectura del Libro de las Lamentaciones el orante habla de su aflicción y amargura, pero a la vez de su esperanza: “me han arrancado la paz y ni me acuerdo de la dicha... pero hay algo que traigo a la memoria y me da esperanza: la misericordia del Señor no termina ni se acaba su compasión”. El orante sale de su abatimiento recordando que la misericordia del Señor es eterna. En el evangelio Jesús dice que nos tiene preparado un sitio en la casa del Padre y para llegar a él sabemos el camino que es él mismo, la unión de vida con él a través de su palabra y de los sacramentos.

            Sintámonos hoy, entonces, de un modo especial, unidos en la comunión del cuerpo único de Cristo, que abarca cielo y tierra y todos los tiempos, a nuestros seres queridos difuntos, a nuestros hermanos “que nos han precedido con el signo de la fe y duermen ya el sueño de la paz”, y pidamos por ellos para que lleguen pronto “al lugar del consuelo, de la luz y de la paz”.

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