martes, 15 de julio de 2014

«Entender» las parábolas


Reflexiones en torno al XV Domingo del Tiempo Ordinario (ciclo A)


Cuando los discípulos le preguntas a Jesús por qué habla en parábolas, él les contesta de una forma
Jesús en la barca de Pedro
Fuente de la imagen: cantualeantonianum.com 
enigmática, citando un texto del profeta Isaías que parece indicar que Dios no quiere que la gente entienda su mensaje y se convierta. Jesús habla de que el pueblo tiene el corazón embotado. Podemos interpretar estas palabras del Señor -más allá de la referencia que hacen al misterio de la predestinación divina- en el sentido de que las parábolas constituyen como un último intento, utilizando un género literario peculiar, para superar el embotamiento de los escuchaban, para hacer mella en su corazón, de modo que puedan caer en la cuenta de su situación y emprender el camino de la conversión. Las parábolas tienen ese poder de tocar con fuerza el corazón, pero también con delicadeza y respeto. No son un mensaje condenatorio y acusador contra el que nos defendemos y atrincheramos; ni son unas exhortaciones que apelan a nuestra voluntad que sabemos muy débil; tampoco hablan solo a la razón dejándonos áridos. A través de sus imágenes tomadas de la vida ordinaria, a través de su lenguaje narrativo y sugerente que toca las fibras más profundas de nuestro ser y evoca emociones fuertes, nos van llevando a entender cuál es nuestra situación respecto a Dios y su reino y nos mueven a cambiarla.

Vincent van Gogh (1882)
Fuente de la imagen: vangoghgallery.com
Así es para la parábola del sembrador. En ella nos podríamos fijar en diversos detalles: el sembrador y su generosidad que lanza la semilla también donde sabe que es muy difícil que dé fruto; en la semilla y su modo de dar fruto, y en los terrenos que la reciben. Tradicionalmente, en la interpretación católica, donde tenemos una cierta tendencia a hacer una lectura moralista del evangelio, nos hemos centrado más en los distintos tipos de terreno.

Una de las peculiaridades de esta parábola es que en el texto del evangelio se encuentra la explicación que Jesús mismo da de ella. Así, el Señor indica lo que es propio de cada tipo de terreno: el del borde del camino no entiende la palabra; el pedregoso es inconstante, no tiene raíz y sucumbe ante la primera dificultad o persecución; el de abrojos hace que la semilla se ahogue a causa de los afanes de la vida y de la seducción de la riquezas. El terreno bueno es donde la semilla puede dar verdaderamente fruto aunque en distintas proporciones. Jesús con esta parábola y su explicación revela uno de los misterios del reino de Dios a sus discípulos: el misterio de la cosecha que frecuentemente no se corresponde con lo que esperamos.

            Una palabra clave en esta parábola es la de «entender»: el terreno pedregoso escucha la palabra del reino sin entenderla y el Maligno se la lleva enseguida de su corazón; el terreno fértil, en cambio, escucha la palabra y la entiende y por eso da fruto. Este «entender» no es un entender intelectual, sino un entender con el corazón; por eso es tan importante no tener el corazón embotado.

            Tenemos que aprender a escuchar la palabra de Dios con apertura de corazón, como María que escuchó el mensaje del ángel y lo acogió dentro de ella, pronunciando su sí. En ella la semilla de la palabra del ángel ha dado fruto abundantísimo al encontrase con la tierra más fértil que había, plenamente dispuesta para el Señor.

La parábola del sembrador nos habla por tanto de esa relación dialógica que existe ente nuestra vida
Procesión de la Virgen del Carmen
   Valle Gran rey - La Gomera (Tenerife)
    Fuente de la imagen: vallegranrey.es
y la palabra de Dios. Cuando acogemos la palabra con amor, ella se vuelve dentro de nosotros una semilla que va creciendo para dar fruto, en un agua que refresca y da vida, utilizando la imagen de la primera lectura. Escuchar con amor y obediencia la palabra de Dios a partir de la realidad de nuestra vida, dejando que ésta sea iluminada y fecundada por ella, es lo que la va transformando y conformándo cada vez más a la voluntad de Dios.


Nos encomendamos a María, nuestra Señora del Carmen como la celebraremos dentro de pocos días, para que seamos de aquellos que entienden la palabra de Dios, de aquellos pequeños a los que Señor revela los misterios de su reino. 

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