miércoles, 27 de julio de 2011

Evangelizar a las familias desde las familias

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Archidiócesis de Madrid
         Las líneas de acción pastoral de este documento, centradas en la familia como objeto y sujeto de evangelización, fueron propuestas para un plan pastoral de la Archidiócesis de Madrid de un curso que, por indicación del cardenal-arzobispo, iba a hacer hincapié en la pastoral familiar. Al final de un largo íter no fueron acogidas y se prefirió proponer un plan más sencillo también centrado en la familia. Sin embargo, creo que las sugerencias que se habían propuesto, fruto de un largo proceso de reflexión que partió del Sínodo Diocesano, pueden ser útiles a personas e instituciones que quieran llevar a cabo acciones en este ámbito tan importante para el futuro de la Iglesia y la sociedad. Por eso, algo modificadas, corregidas y actualizadas, las propongo a los lectores de este blog entre los que hay personas muy interesadas en temas relacionados con la familia.

Algunas propuestas de Pastoral Familiar para las Iglesias locales


La acción de la Iglesia en favor de la familia, es decir, la pastoral familiar, más que una serie de iniciativas concretas, consiste sobre todo en una forma de enfocar la tarea evangelizadora en la que se pone en el centro de la atención a la familia, a la vez destinataria y protagonista de esta acción. Por un lado, esto nos lleva a superar una perspectiva sectorial que consideraría la pastoral familiar junto y al lado de otras acciones pastorales dirigidas a otros colectivos, por ejemplo, jóvenes, estudiantes, obreros, etc. Dar prioridad a la familia implica considerarla como dimensión siempre presente y a tener en cuenta en toda la labor evangelizadora. Por otro lado, es necesario, sobre todo en los pastores, un cambio de mentalidad que lleve a pedir a las familias, no tanto que hagan cosas ad extra, sino que vivan en plenitud lo que son por vocación, conscientes de que ellas mismas son lugar propio de santificación para los esposos y padres cristianos. Dicho de otro modo, la mejor ayuda que dan las familias al ministerio de los pastores es siendo lo que están llamadas a ser, ofreciendo “un ejemplo convincente de la posibilidad de un matrimonio vivido de manera plenamente conforme al proyecto de Dios y a las verdaderas exigencias de la persona humana” (Novo millennio ineunte; n. 47). Por tanto, no se debe pedir en primer lugar a las familias que ayuden en las parroquias, sino que deben los pastores anunciar con franqueza la buena noticia del matrimonio y la familia, es decir, que el matrimonio es una vocación y es lugar del seguimiento de Cristo, y acompañar a las familias para que lo puedan vivir y, en la medida de lo posible, implicarlas a ellas para que sean protagonista de esta acción eclesial. También es oportuno saber estar al lado y ayudar a las familias cuando atraviesan momentos difíciles, ofreciendo un acompañamiento en la verdad, pero a la vez lleno de comprensión y caridad cristiana.

2.      Orientaciones específicas para potenciar la pastoral familiar

           


Agnolo di Cosimo (Bronzino)
Es conveniente que las familias se integren en comunidades eclesiales vivas. Esto implica que las parroquias, movimientos y demás realidades eclesiales reconozcan y respeten el justo ámbito de autonomía de la familia observando el principio de subsidiariedad — esto, por ejemplo, es importante en lo que se refiere a la educación cristiana: son los padres los primeros educadores en la fe de sus hijos. A la vez, estas realidades eclesiales tienen que ofrecer un espacio acogedor donde las familias puedan sentirse como ‘en casa’, donde puedan escuchar con toda su belleza y exigencia el evangelio del matrimonio y la familia, donde puedan confrontarse con otros matrimonios, y donde puedan acudir cuando necesitan ayuda. Es oportuno crear en las parroquias equipos de acogida compuestos por matrimonios, que puedan ayudar a las familias nuevas a integrarse en la vida de la comunidad eclesial. Una ocasión privilegiada para acoger y establecer un vínculo inicial con las nuevas familias que llegan al barrio es la pastoral del bautismo de niños. Cuando se acercan los padres para solicitar el bautismo de sus hijos se puede establecer un primer contacto que si se cuida bien puede llevar a la familia a sentirse parte de esa comunidad eclesial. Es fácil desde ahí invitar a estas familias a que participen en la Eucaristía dominical, y a que lo hagan como familia, disponiendo la celebración y el ambiente para que lo puedan hacer cómodamente. En algunas parroquias se ha habilitado una zona del templo para los niños con cristales especiales y altavoces para que puedan seguir la celebración con sus padres desde allí, en otras se ofrece un servicio de guardería en los salones parroquiales donde los niños reciben una instrucción adecuada a su edad mientras sus padres participan en las celebraciones litúrgicas. Con creatividad y adaptándose a las circunstancias de cada realidad, se puede llegar a que la celebración del domingo se viva como celebración de toda la familia, o de la ‘familia de familias’ que es la parroquia.

También es conveniente cuidar la celebración de la Fiesta de la Sagrada Familia, que, al caer dentro de las celebraciones navideñas, puede volverse un momento muy entrañable de encuentro de toda la familia con el Señor en la celebración litúrgica y de catequesis familiar. Se puede organizar la celebración de tal forma que se ponga en primer plano a la familia, por ejemplo, haciendo que suba al ambón el lector junto con los otros miembros de su familia, que sea una familia numerosa la que presente los dones, que participen miembros de distintas generaciones en la Oración de los Fieles, que se renueven los compromisos matrimoniales, que participen los matrimonios que han celebrado su aniversario (25 o 50 años) a lo largo del año, etc.

Otra celebración muy importante y que debe ser cuidada en lo que se refiere a consolidar la relación entre la comunidad eclesial y las familias son las Exequias. Aquí la Iglesia se hace presente con su palabra de vida eterna y testimonio de la verdad de la resurrección en un momento de dolor para la familia que, sin embargo, se puede volver kairós de salvación. Para ello hay que cuidar la celebración intentando que sea anuncio eficaz del misterio pascual y que estén presentes otros miembros de la comunidad parroquial que muestran la cercanía de toda la parroquia a esa familia en ese momento, sobre todo en el caso de una familia cercana y comprometida con la iglesia. Evidentemente, el acompañamiento de los pastores a la familia en el caso de un fallecimiento y una enfermedad terminal no se debe reducir sólo a la celebración de la Misa funeral. Hay que intentar hacerse presente a lo largo de todo el proceso acompañando a la persona y preparándola para ese momento crucial, acompañamiento que puede y debe hacerse extensivo a toda la familia y que podría continuar con un seguimiento después del fallecimiento. En algunos sitios se presta oportuna atención a que los participantes en el rito de Exequias puedan confesarse antes de la celebración. Lo que se ha dicho de la celebración de funerales se puede aplicar también a otras celebraciones de fuerte carácter social a través de las cuales la Iglesia mantiene un contacto con las familias a lo largo de su ciclo vital: bautismo, primeras comuniones, confirmaciones, aniversarios, etc. Se debe ser capaz con creatividad pastoral de estructurar la forma de mantener esa relación mutua de enriquecimiento recíproco entre las familias y la comunidad eclesial aprovechando estas ocasiones. Un equipo de acogida compuesto por matrimonios puede ayudar mucho. Evidentemente, en todas estas situaciones hay que tener en cuenta el grado de alejamiento de las personas que participan. Otra celebración litúrgica que puede adquirir un carácter familiar es la Fiesta de la Presentación del Señor. En algunas parroquias se invita a las familias que han tenido niños a lo largo del año anterior o que los han bautizado a que los traigan a la iglesia para presentarlos y recibir una bendición. También puede ser oportuno en la Solemnidad litúrgica de la Anunciación-Encarnación del Señor invitar a las madres gestantes para que reciban una bendición prevista en algunos rituales. Su presencia en la Iglesia es un testimonio viviente para la comunidad del evangelio de la vida.

Cuando los hijos empiezan la catequesis de iniciación cristiana es conveniente implicar a los padres lo más posible en este proceso, ofreciéndoles encuentros y celebraciones con los catequistas y sacerdotes. Es también deseable ofrecer a los padres que puedan y quieran la posibilidad de formarse ellos mismos para que sean los catequistas de sus hijos y transmitan ellos la fe y los contenidos catequéticos. No debemos olvidar que los primeros educadores en la fe son los padres y la labor de los catequistas y sacerdotes es de ayuda y apoyo.


Agnolo di Cosimo (Bronzino)

Ciertamente, uno de los pilares de la pastoral familiar en las parroquias y movimientos son los grupos de matrimonios. Es verdad que hoy en muchas ciudades los horarios de trabajos, las distancias, el cuidado de los niños, hacen difíciles las reuniones, pero la experiencia demuestra los útiles que son estos grupos para los mismos matrimonios. En una cultura como la nuestra donde el mensaje cristiano sobre el matrimonio y la familia es puesto en cuestión y donde en casi todos nuestros hogares se encuentra ese ‘caballo de Troya’ que es la televisión, que va minando poco a poco los fundamentos de la vida familiar desde dentro, es necesario que exista un ambiente donde confrontar el propio proyecto de vida con otros matrimonios que pasan por las mismas dificultades y tienen el mismo deseo de fidelidad al Señor. La experiencia indica que estos grupos funcionan muy bien cuando hay un diálogo abierto y sincero sobre temas relacionados con la propia vida matrimonial y familiar, cuando un sacerdote puede estar presente aportando su testimonio de amor esponsal vivido en el celibato por el Reino de los Cielos, y cuando se intercalan celebraciones y momentos de oración y retiro espiritual. Los muchos movimientos familiares que existen pueden ofrecer una ayuda importante para la creación y consolidación de grupos de matrimonios. Cuando en una parroquia o realidad eclesial es difícil crear o mantener un grupo, es oportuno estar abiertos a la ayuda que pueden ofrecer estos movimientos, solicitándola si es necesario. En el respeto de los respectivos carismas de los movimientos familiares, es siempre bueno que se integren lo más posible en la pastoral de la Iglesia local, ofreciendo su ayuda a las parroquias u otras instituciones que la soliciten. Es interesante constatar cómo en muchos sitios donde existen grupos de matrimonios, los hijos de ellos también se van constituyendo en grupo juvenil, creando así un círculo virtuoso de vida eclesial que puede ser de mucha utilidad para renovar espiritualmente las comunidades eclesiales.

      También es importante cuidar la espiritualidad matrimonial y la oración en familia, como el cometido de iniciar en la oración a los hijos. Existen materiales sobre el despertar religioso que pueden ayudar. Son un instrumento para que los padres puedan abrir poco a poco el corazón de sus hijos a la dimensión trascendente de la existencia. Es desde esta apertura al Misterio, innata en todo ser humano, como se empieza a elevar el alma a Dios, primero a través de la oración vocal, aprendiendo las oraciones que nos transmite la Iglesia, y después pasando por la oración mental hasta llegar a la contemplación de Dios en el rostro de Cristo (Novo millennio ineunte; n. 16). Es oportuno fomentar la oración en las familias invitando a los padres a que recen con sus hijos al acostarlos, a que bendigan la mesa, a que, si están preparados, recen parte del Oficio con ellos, etc. ¡Qué enseñanza tan poderosa ha sido para muchos ver a sus padres de rodillas rezando! En esta tarea pueden ayudar los abuelos, como de hecho lo están haciendo en muchos casos. En los países desarrollados va creciendo cada vez más el número de abuelos jóvenes que al ser los que disponen de más tiempo para estar con los niños, son también los que se están encargando de transmitir la fe y de enseñar a orar. Esto es cosa buena, pero los padres tienen que saber que esta responsabilidad es en primer lugar suya. Dentro de lo que es la oración en familia hay que destacar la importancia de que el matrimonio rece junto y de que los esposos sepan pedir perdón no sólo a Dios, sino también al compañero con el que se comparte la vida. La oración que se hace como matrimonio, tiene como toda oración, su fuente y su cumbre (Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosanctum Concilium; n. 10) en la celebración litúrgica y sobre todo en la Eucaristía. El participar frecuentemente, sobre todo los domingos, juntos como matrimonio, en la Eucaristía, es la mejor escuela de oración. También el recurso frecuente al sacramento de la reconciliación, puesto en relación y en continuidad con el diálogo sincero y el perdón entre los esposos, es una ayuda necesaria para la vida espiritual del matrimonio. La espiritualidad matrimonial no es un añadido o un departamento de la vida matrimonial, sino es la misma vida conyugal asumida, sanada y elevada por el Espíritu del Señor que lleva a los esposos a vivir la caridad y su matrimonio como el camino de santidad que Dios quiere para ellos. La espiritualidad matrimonial consiste en vivir la perfección del amor en y a través de la vida matrimonial y familiar, creando una auténtica comunidad de personas, transmitiendo la vida y ejerciendo la misión que le corresponde en la Iglesia y en el mundo. Evidentemente, para poder hacer esto, es necesario hacer uso de los instrumentos que se nos ofrecen en la Iglesia: los sacramentos, la oración personal, la dirección espiritual, la penitencia, los momentos de retiro y ejercicios espirituales, los grupos de matrimonios, los cursos de espiritualidad matrimonial, etc.

No se puede concluir este apartado sobre la relación entre las familias y la comunidad eclesial sin hacer referencia a la importancia que tiene la visita que deben hacer los sacerdotes a las familias que les son encomendadas. El seguimiento personalizado que hace el párroco y sus colaboradores de las familias de su territorio es una dimensión esencial de la pastoral familiar. El entrar en sus casas es la mejor forma de establecer este contacto personal y de enterarse de las necesidades y de la situación que atraviesan. Es verdad que en muchas zonas urbanas se ha perdido la costumbre de visitar a las familias en Semana Santa y Pascua, pero los presbíteros no deben perder las ocasiones que se les ofrecen para entrar en las casas que es donde acontece la parte fundamental de la vida de las familias. En esta perspectiva, hay que situar también el deber fundamental para los sacerdotes de la visita a los enfermos y del acompañamiento de los enfermos terminales.

Parroquia Santa Catalina (Madrid)
Junto a las todas estas acciones que forman más bien parte de la pastoral ordinaria de una comunidad eclesial, se pueden poner en marcha otras de carácter más extraordinario que se centran también en la familia. Es probable que para realizarlas sea necesario recurrir a la colaboración de movimientos y asociaciones que se prestan generosamente a ayudar o lo tienen como carisma propio. En muchas Iglesias locales, por ejemplo, se hacen misiones marianas o visitas de la Virgen peregrina a las familias. Consisten en una imagen de María que es acogida en las casas durante un tiempo predeterminado y delante de la cual se reza el Rosario invitando a otros vecinos que quieran participar. Se han constatado los extraordinarios frutos que puede dar una acción pastoral tan sencilla, lo que no es de extrañar, ya que se basa en la presencia de María en el hogar, en la oración de los pobres de Yahvé a los que Dios ha revelado los misterios del Reino, y en la práctica de la hospitalidad entre familias. También es conveniente organizar para jóvenes y catequistas desde las parroquias u otras instituciones talleres y curso de formación afectiva y sexual. Hay asociaciones que los ofrecen y son muy útiles para dar una visión antropológicamente correcta y cristiana del amor y de la sexualidad. También se pueden proponer conferencias, cineforums, ejercicios o retiros espirituales para matrimonios, jornadas de familia, etc.

La comunidad eclesial puede por tanto hacer mucho para acercarse a las familias y acompañarlas, haciendo que se integren plenamente en la vida eclesial y que sean protagonistas de ella. Son pilares básicos para dar este enfoque familiar a la vida de las comunidades el crear un grupo de matrimonios de donde pueda salir un equipo de acogida y de pastoral familiar, el hacer que las familias como tales puedan participar en las distintas actividades que se proponen con comodidad y que las sientan dirigidas a ellas y, también, el que los fieles se formen suficientemente sobre temas antropológicos y teológicos relacionados con el matrimonio y la familia. En las comunidades donde no hay niños no se debe olvidar que también los mayores forman parte de las familias y que deben ser integrados en la acción pastoral. Por otro lado, las realidades eclesiales no deben perder su espíritu misionero. No tenemos que esperar que las familias vengan para acogerlas y acompañarlas sino que tenemos también nosotros que salir a su encuentro. Retomando una célebre expresión de Juan Pablo II pronunciada en el contexto del Sínodo diocesano de Roma, decimos “parroquia, búscate y encuéntrate a ti misma, fuera de ti misma” (Parrocchia, cerca te stessa e trova te stessa fuori di te stessa”), es decir, en las familias.

Línea de acción 1: Acoger a las familias y favorecer su integración en la comunidad
            Propuestas:
·         Crear equipos de acogida y de pastoral familiar compuestos por matrimonios.
·         Cuidar la pastoral bautismal y la relación con los padres que solicitan el bautismo para sus hijos.
·         Facilitar la participación de toda la familia en la misa dominical.
·         Cuidar la celebración de la Fiesta de la Sagrada Familia como celebración de toda la familia con la posible renovación de los compromisos matrimoniales y familiares.
·         Acompañar pastoralmente a la familia en sus distintos momentos, aprovechando la celebración de los sacramentos que jalonan su vida: primeras comuniones, confirmaciones, bodas de los hijos, funerales, etc.
·         Dar carácter familiar a diversas celebraciones a lo largo del año litúrgico: Fiesta de la Presentación del Señor, de la Anunciación , del Bautismo del Señor, etc.

Línea de acción 2: Implicar a los padres en el proceso de iniciación cristiana de sus hijos
Propuestas:
·         Ofrecer reuniones, encuentros periódicos, celebraciones para los padres paralelamente al camino catequético de sus hijos.
·         Plantear la posibilidad de una catequesis familiar para los padres más comprometidos cristianamente donde sean ellos los que transmitan los contenidos catequéticos a sus hijos después de una adecuada preparación.

Línea de acción 3: Fomentar la colaboración con los movimientos y asociaciones familiares y crear y consolidar grupos de matrimonios
            Propuestas:
·         Crear y consolidar grupos de matrimonios con la ayuda de los movimientos y asociaciones familiares y matrimoniales.
·         Favorecer la colaboración e integración de los movimientos y asociaciones en la pastoral de las Iglesias locales.

Línea de acción 4: Fomentar la vida cristiana de las familias, la espiritualidad conyugal y la oración
Propuestas:
·         Dar a conocer y fomentar la utilización de materiales para el despertar religiosos de los niños y para la oración matrimonial y familiar.
·         Organizar retiros, convivencias y ejercicios para las familias y dar a conocer los que se ofrecen organizados por otras entidades.
·          Reconocer, agradecer y potenciar la colaboración de los abuelos en la transmisión de la fe y en la enseñanza de los principios de la vida espiritual cristiana a sus nietos.
·         Educar a la familia para que sepa transmitir la fe a sus hijos a través de su vida ordinaria: orando con frecuencia, bendiciendo la mesa, teniendo en casa con veneración imágenes religiosas, abriendo a sus hijos a la dimensión sacramental y trascendental de la existencia a través los distintos acontecimientos.

Línea de acción 5: Cultivar la relación personal entre los sacerdotes y las familias
            Propuestas:
·         Valorar y cuidar la visita a las familias en sus casas y la pastoral de enfermos y el acompañamiento en sus casas de los enfermos terminales.

Línea de acción 6: Concienciar a la comunidad y a los alejados sobre la buena noticia del matrimonio, la familia y la vida a través de la organización de eventos extraordinarios
            Propuestas:
·         Organizar semanas de la familia, conferencias, cine fórums, exposiciones, concursos, vigilias de oración, peregrinaciones a santuarios, visitas de la virgen peregrina, etc.

Línea de acción 7: Impulsar el espíritu misionero de las comunidades eclesiales y las familias para que salgan al encuentro de otras familias
Propuestas:
·         Sensibilizar hacia esta dimensión misionera en la predicación dominical.
·         Organizar actividades que se dirijan a las familias alejadas: publicaciones sencillas, acciones sociales en el barrio, etc.
·         Valorar el testimonio cristiano de las familias en su entorno.




2.2. La formación de los fieles en temas relacionados con el matrimonio y la familia

Amico Aspertini
            Es evidente la necesidad de que los cristianos estén formados para poder ‘dar razón de su esperanza’, y, esto, sobre todo en temas tan debatidos y de tanta actualidad como los que se refieren al matrimonio, la familia y la vida. Estas cuestiones también pueden llegar a ser muy complejas y quizás no estén al alcance de todos. Sin embargo, es deber de todo cristiano que quiere llegar a ser adulto en la fe formarse intelectualmente según su capacidad. Todos tenemos a nuestra disposición textos que nos ayudan para ello y que son fácilmente accesibles (los documentos del Papa, por ejemplo, pueden ser consultados gratuitamente en la página Web del Vaticano: www.vatican.va.). Evidentemente, son de lectura casi obligada los documentos más importantes del Magisterio de la Iglesia y entre ellos un lugar preeminente lo ocupa el Catecismo de la Iglesia Católica, verdadero y autorizado compendio de la fe que no debería faltar en nuestras casas. En lo que se refiere al tema del matrimonio, la familia y la defensa de la vida, hay un número importante de documentos del Magisterio que iluminan la conciencia de los fieles, entre los que cabe destacar los siguientes: la Constitución Gaudium et spes (Constitución pastoral del Concilio Vaticano II sobre la Iglesia en el mundo contemporáneo [7.XII.1965]), la Exhortación apostólica Familiaris Consortio (Exhortación apostólica sobre la misión de la familia cristiana en el mundo actual [22.XI.1981]), la Encíclica Evangelium vitae (Carta Encíclica sobre el valor y el carácter inviolable de la vida humana [25.III.1995]), la Carta de los derechos de la familia (Presentada por la Santa Sede a todas las personas, instituciones y autoridades interesadas en la misión de la familia en el mundo contemporáneo [22.X.1983]), la Declaración Persona humana (Declaración sobre algunas cuestiones de ética sexual de la Congregación para la Doctrina de la Fe [29.XII.1975]) y la Instrucción Donum vitae (Instrucción sobre el respeto de la vida humana naciente y la dignidad de la procreación de la Congregación para la Doctrina de la Fe [14.IX.1994]). Del Pontificio Consejo para la Familia tenemos el Enchiridion de la Familia (Consejo Pontificio para la Familia, Enchiridion de la Familia, documentos magisteriales y pastorales sobre la familia y la vida, 2000) y el Lexicon.

En las distintas instituciones se pueden organizar cursos, conferencias y grupos de trabajo sobre estos documentos. Al crear equipos de pastoral familiar es necesario plantearse seriamente la formación de sus miembros, que debe ir paralela a las distintas actividades que llevan a cabo. Hay distintos materiales disponibles para adquirir una formación antropológica y teológica suficiente y es cuestión de encontrar el método que mejor se adapta al grupo. Es necesario, en el contexto social en que nos encontramos, que los fieles adquieran una formación suficiente para poder hacer frente a las contrapropuestas culturales que les llegan. Esto es todavía más necesario cuando estos fieles tienen la responsabilidad de impartir catequesis en cursos prematrimoniales, cursos para padres que solicitan el bautismo de sus hijos, Escuelas de Padres, grupos de matrimonios, etc. Es triste constatar que a veces, por una falta grave de atención pastoral, se encuentran anunciando lo que es el matrimonio cristiano unos fieles que pueden tener muy buena voluntad, pero que no están capacitados y cuyos presupuestos antropológicos y teológicos sobre el matrimonio y la familia distan mucho de ser los del Magisterio y se acercan más a los de la cultura dominante. Esto puede hacer más daño que bien. No debemos olvidar las duras palabras de Pablo a los Gálatas que indican la gravedad de deformar la verdad revelada: “Pero aún cuando nosotros mismos o un ángel del cielo os anunciara un evangelio distinto del que os hemos anunciado, ¡sea maldito!” (Gal 1, 8). Los pastores deben cuidar la formación adecuada de los agentes de pastoral. Formación que, en un primer nivel, se debe impartir en las parroquias, arciprestazgos, vicarías, asociaciones y movimientos de una forma accesible y viable, pero a la vez seria y global.

Un segundo nivel de formación de los agentes de pastoral lo constituyen las distintas escuelas que existen en las Iglesias locales con esta finalidad. En estas escuelas se deben ofrecer planes de estudios de varios cursos que vayan abordando las distintas dimensiones del matrimonio y la familia – la antropológica, la teológico-moral, la pastoral y la psicopedagógica – ofreciendo así una sólida preparación.

            Un tercer nivel de formación es el académico, que se dirige a personas y profesionales que desean recibir una formación de nivel universitario sobre el matrimonio, la familia y la vida a la luz de la revelación cristiana, con la idea de trabajar después competentemente en este ámbito, tal vez como psicólogos, pedagogos, abogados, jueces, médicos, periodistas, políticos, etc. Por iniciativa de Juan Pablo II, surgió en la Pontificia Universidad Lateranense de Roma el Instituto Juan Pablo II para Estudios sobre el Matrimonio y la Familia que tiene sedes en distintas Iglesias locales y que ofrece distintos programas de formación.


Escuela de Agentes de Pastoral
Diocesis de Tenerife

            La homilía y la catequesis de iniciación cristiana son también importantes instrumentos de formación de los fieles. En la catequesis de iniciación cristiana hay que cuidar los contenidos que se refieren al matrimonio, la familia y la vida y añadirlos si no están ya presentes. En lo que se refiere a la homilía sorprende lo poco que se abordan temas matrimoniales y familiares si tenemos presente que es está la vocación de la mayoría de los fieles que viene a las celebraciones litúrgicas. Es como si en un seminario nunca se hablara de la vocación sacerdotal y lo que implica. Es verdad que para hacer esto los presbíteros y diáconos deben formarse más, ya que a veces no se sienten seguros tratando estos temas, aunque, a la vez, perciben que es necesario hacerlo si quieren que su predicación ofrezca una aplicación de la Palabra a la vida concreta de los fieles. Para ello en muchas Iglesias locales estos temas se van abordando cada vez más en la formación de los futuros ministros ordenados y también en la formación permanente de los ya ordenados.

Línea de acción 1: Concienciar a los fieles sobre la necesidad de que se formen en estos temas y dar a conocer y fomentar la lectura de los documentos existentes

Propuestas:
·         Informar a los fieles de los documentos más importantes que existen.
·         Facilitar el acceso a estos documentos y la lectura de los mismos: crear una pequeña biblioteca, utilizar las nuevas tecnologías, etc.
·         Estar preparados y disponibles para resolver las dudas de los fieles.
·         Preparar resúmenes sencillos de estos documentos y divulgar publicaciones existentes (por ejemplo, revistas) que son accesibles a los fieles.

Línea de acción 2: Organizar una formación básica de primer nivel para los agentes de pastoral en las parroquias y otras instituciones
           
Propuestas:
·         Crear grupos de trabajo sobre los documentos existentes.
·         Organizar cursos y conferencias.

Línea de acción 3: Organizar cursos de formación de segundo nivel para agentes de pastoral
           
Propuesta:
·         Crear o consolidar una Especialidad de Pastoral Familiar en las Escuelas de Agentes de Pastoral que existen.
·         Ofrecer jornadas y cursos monográficos sobre temas de actualidad relacionados con el matrimonio, la familia y la vida en las Escuelas de Agentes de Pastoral.

Línea de acción 4: Dar a conocer y potenciar la formación académica sobre el matrimonio, la familia y la vida en las Iglesias locales
           
Propuestas:
·         Informar a los fieles de las distintas posibilidades de formación académica sobre el matrimonio, la familia y la vida existentes.
·         Reconocer la labor que está realizando el Instituto Juan Pablo II en la formación especializada de agentes de pastoral familiar y promocionarla.

Línea de acción 5: Abordar con más detenimiento el matrimonio, la familia y la vida en la formación de los seminaristas y en los cursos de actualización y formación permanente de los ministros

            Propuestas:
·         Tratar temas de matrimonio, familia, vida y pastoral familiar en la formación de los seminaristas.
·         Ofrecer seminarios y cursos de actualización en los planes de formación permanente de los sacerdotes.

Línea de acción 6: Ofrecer una formación básica sobre el matrimonio, la familia y la vida aprovechando la homilía y la iniciación cristiana
           
Propuestas:
·         Hacer más referencia al matrimonio y la familia en la predicación, considerándolos como vocación y lugar de santificación de los esposos, los padres y los hijos.
·         Introducir temas sobre el matrimonio, la familia y la vida en los materiales catequéticos y en la programación del curso.

2.3.  La preparación al matrimonio y su celebración


Francisco de Zurbarán
            Es conveniente que al abordar pastoralmente el tema de la preparación para el matrimonio se parta del claro principio de que esta preparación no puede limitarse al curso prematrimonial. El matrimonio como estado de vida querido por Dios, como vocación, como camino de santidad para los esposos mediante el amor conyugal, requiere una preparación prolongada que implique todas las dimensiones de la persona. Los distintos documentos del Magisterio que consideran este tema (Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Familiaris Consortio sobre la misión de la familia cristiana en el mundo contemporáneo (22.XI.1981); Consejo Pontificio para la Familia, Preparación para el Sacramento del Matrimonio (13.V.1996); CEE, Asamblea Plenaria LXXXI (21.XI.2003), Directorio de la Pastoral Familiar de la Iglesia en España) distinguen entre una preparación remota que incluye la niñez y la adolescencia y tiene lugar sobre todo en el seno de la familia, una preparación próxima en el periodo de la juventud en el que se sitúa el noviazgo y en la que interviene activamente la comunidad eclesial, y la preparación inmediata que se lleva a cabo cuando los novios ya han decidido contraer matrimonio y que consiste especialmente en el curso prematrimonial y en las entrevistas con el sacerdote para preparar la celebración y para realizar el expediente canónico.

            Deben, por tanto, todos los miembros de la Iglesia tomar conciencia, en primer lugar, de la grandeza del matrimonio como vocación y de lo difícil que puede resultar hoy para muchos vivirlo con fidelidad al proyecto de Dios. De ahí, la importancia de una preparación prolongada y profunda que implique todas las dimensiones de la persona y que incluya la adquisición de las virtudes necesarias, como la de la castidad. Esta preparación remota y próxima debe hacerse sobre todo por los padres a través de su testimonio, ayudados por la comunidad eclesial y los colegios. A lo largo de este proceso, que debe tener una clara índole vocacional, se irán introduciendo los contenidos propios del matrimonio y la familia, sin excluir los que se refieren a la otra forma de vivir la llamada al amor que es el sacerdocio y la vida religiosa. Así se transmitirá “el sentido del matrimonio como llamada a la santidad; la dignidad, misión y ejercicio del amor conyugal; el significado y alcance de la paternidad responsable, con los conocimientos médico-biológicos y morales que están en relación con ella; el conocimiento de los elementos necesarios para una ordenada conducción de la familia en lo que respecta la educación de los hijos, la sabia administración del hogar, etc.; la grandeza de la misión de la familia como ‘santuario de la vida’” (Directorio de la Pastoral Familiar de la Iglesia en España; n. 98). A lo largo de estos años de preparación remota y próxima puede ser útil crear grupos de novios en las que sigan un itinerario de fe, quizás según la modalidad del catecumenado (Cf.  ibid. ; n. 109 y 110. Familiaris Consortio; n. 66). Estos itinerarios pueden estar jalonados por celebraciones como el rito de Bendición de los novios. También se debe ofrecer en las parroquias y colegios una formación afectivo-sexual y cursos de métodos naturales de conocimiento de la fertilidad.

            En las circunstancias actuales, los documentos del Magisterio señalan que hay que considerar la participación en el curso prematrimonial como moralmente obligatoria para los que se preparan al matrimonio (Cf.  ibid. ; n. 109 y 110. Familiaris Consortio; n. 66). Los pastores deben cuidar estos cursos para que se presente en ellos de forma fiel y completa la doctrina de la Iglesia sobre el matrimonio y la familia aunque, evidentemente, adaptándose a la situación de los participantes. Así, puede que en algunos casos sea necesario un primer anuncio del evangelio y en otros sea suficiente una preparación específica para el sacramento del matrimonio, habiendo ya tenido lugar satisfactoriamente la iniciación cristiana de los novios. En nuestra situación en los países occidentales, muchos de los que participan en estos cursos están alejados de la Iglesia y en estos casos hay que tener presente lo que se refiere a la pastoral de alejados. En algunas ocasiones el curso prematrimonial deberá suplir las carencias que presentan los novios en lo que se refiere a la preparación remota y próxima. De todas formas, la acción pastoral no debe limitarse a los alejados, descuidando a los que ya están cerca. En algunas instituciones puede ser conveniente ofrecer cursos prematrimoniales diferenciados de modo que los que estén más preparados y ya consideren el matrimonio como una vocación y un camino de santidad puedan encontrar una preparación adecuada para ellos.

Aunque es muy importante el curso prematrimonial en sí, también lo es el seguimiento que se debe hacer de los novios que han asistido. Se puede invitar a los novios a que se presenten en la parroquia donde van a residir o, también, se puede hacer una convocatoria a las personas que han asistido al curso pasado algún tiempo. Aunque vengan pocos, en muchos casos puede ser el inicio de un grupo matrimonial.


            Dentro de la preparación inmediata se sitúan también las distintas entrevistas con el sacerdote y el grupo de acogida para preparar la celebración y para realizar el expediente canónico. Todos estos encuentros, al ser personales y al estar presente en algunos de ellos el grupo de acogida de pastoral familiar de la parroquia, se vuelven fácilmente ocasiones para una catequesis profunda y eficaz sobre el sentido cristiano del matrimonio y la familia y las obligaciones y deberes de los esposos. Por tanto, se les debe prestar la debida atención pastoral a estas entrevistas, aprovechando el examen de los contrayentes exigido por el Derecho Canónico para que tomen conciencia de la seriedad del paso que van a dar, y la preparación de la ceremonia para que se dispongan a una celebración no sólo válida sino también fructuosa del sacramento.

Debe cuidarse mucho la celebración de la boda al ser una de las celebraciones litúrgicas con más repercusión social. Este aspecto social forma parte de la esencia misma del matrimonio, ya que es un estado público de vida cuya celebración tiene que tener esa dimensión social que en sí es bueno acentuar. Ahora bien, este aspecto social de la celebración del matrimonio también entraña una serie de dificultades con las que los pastores deben enfrentarse. Por un lado, están las dificultades que se derivan del discernimiento de los motivos que llevan a los novios a pedir el sacramento del matrimonio y de sus disposiciones para poder celebrarlo, sobre todo en lo que se refiere a su estado de fe. Es verdad que en muchos casos los novios que piden casarse en nuestras iglesias lo hacen más por motivos sociológicos que por convicciones maduras de fe y de pertenencia a la Iglesia. Aquí es necesario un cuidadoso discernimiento de parte de los pastores, que ayude también a los novios. Ya Juan Pablo II se había pronunciado sobre la admisión de los novios no creyentes a la celebración del sacramento: “En efecto, la fe de quien pide desposarse ante la Iglesia puede tener grados diversos y es deber primario de los pastores hacerla descubrir, nutrirla y hacerla madurar. Pero ellos deben comprender las razones que aconsejan a la Iglesia admitir a la celebración a quien está imperfectamente dispuesto” (Familiaris Consortio; n. 68). En otros documentos eclesiales se ofrecen sencillos criterios de discernimiento para los casos de bautizados no creyentes o alejados que piden el sacramento del matrimonio. El criterio fundamental es averiguar si los contrayentes “quieren o no contraer matrimonio de acuerdo con el proyecto original de Dios sobre el matrimonio” (Directorio de la Pastoral Familiar de la Iglesia en España; n. 141-146), es decir, si quieren “casarse de verdad”, y esto es algo distinto, aunque no separado, de su grado de fe. Por otro lado, el aspecto social influye muchas veces negativamente en la misma celebración de la boda al alentar una actitud contraria a la sobriedad y el decoro que debe tener una celebración litúrgica. Los pastores y los responsables de los distintos lugares de culto donde se celebran bodas deben cuidar esto con normas claras y educando a los novios. Se debe evitar todo lo que pueda parecer despilfarro ofensivo, ostentación, discriminación de los pobres, mala educación, falta de respeto hacia el carácter sagrado del templo y de la celebración, mercantilismo etc.

Es importante que los pastores hagan hincapié a la hora de preparar la boda con los novios en el carácter sacramental y litúrgico del acto. En este contexto hay que situar la oportunidad de que la celebración del matrimonio tenga lugar dentro de una celebración eucarística (que es con mucho lo mejor cuando se cumplen las condiciones), en la oportunidad de celebrar antes el sacramento de la reconciliación y quizás el de la confirmación, etc.

Línea de acción 1: Toma de conciencia de la grandeza del matrimonio como vocación y de la necesidad de una preparación profunda y prolongada

Propuesta:
·         Cuidar este tema en la predicación y en los materiales catequéticos.

Línea de acción 2: Favorecer la preparación remota y próxima al matrimonio

Propuestas:
·         Enfocar la pastoral juvenil vocacionalmente.
·         Introducir el tema del matrimonio y la familia en los materiales catequéticos para la iniciación cristiana.
·         Crear grupos de novios que realicen un itinerario de fe.
·          Ofrecer formación afectivo-sexual en parroquias y colegios.
·         Ofrecer cursos de métodos naturales de conocimiento de la fertilidad.

Línea de acción 3: Potenciar la preparación inmediata al matrimonio

Propuestas:
§  Creación de equipos de acogida y de pastoral familiar que acompañen a los novios.
§  Ofrecer cursos prematrimoniales adaptados a los novios; ofrecer cursos también para los más comprometidos cristianamente.
§  Ofrecer cursos sobre métodos naturales de conocimiento de la fertilidad.

Línea de acción 4: Posibilitar el seguimiento posterior de los novios una vez realizado el curso prematrimonial

Propuestas:
·         Convocatoria de los que han realizado el curso prematrimonial algún tiempo después.
·         Comunicación o presentación al párroco donde van a vivir.

Línea de acción 5: Cuidar las entrevistas personales para realizar el Expediente y preparar la celebración

Propuesta:
·         Dedicar tiempo y habilitar un espacio adecuado.


Línea de acción 6: Mejorar la celebración del sacramento del matrimonio

Propuestas:
·         Discernir con cuidado el grado de fe y la validez del consentimiento, ayudando en ello a los novios.
·         Cuidar la preparación a través de una entrevista personal con los novios para que sea fructuosa.
·         Fomentar la sobriedad, el decoro y el respeto del carácter sagrado del templo y de la celebración y evitar el despilfarro, la ostentación, el mercantilismo, la discriminación de los pobres, etc.
·         Cuidar el aspecto sacramental y litúrgico ayudando a los novios a decidir sobre la conveniencia de una celebración con Misa, de la oportunidad de confesarse, etc.



2.4. Atención a las familias en situaciones difíciles o irregulares


Raffaello Sanzio
            Las Iglesias particulares en sus distintos niveles de concreción (parroquias, arciprestazgos vicarías, delegaciones y departamentos, movimientos y asociaciones, servicios especializados, congregaciones religiosas, etc.) no sólo debe anunciar con fuerza la buena noticia del matrimonio y la familia, sino que debe acompañar a la familia en todas sus etapas y momentos para que lo puedan vivir en plenitud. Sobre todo, debe hacerse presente en los momentos difíciles y acercarse como buen samaritano a las familias que por su situación corran el riesgo de autoexcluirse o sentirse marginadas. Es signo de que ya ha llegado el Esposo y se ha cumplido la espera del Mesías que el evangelio se proclame a los pobres. La Iglesia debe anunciar la buena noticia del matrimonio y la familia y hacerse compañera de camino de las familias, sobre todo en sus situaciones de desesperanza y muerte, para llevarlas a descubrir a través de la palabra de Dios y los sacramentos la nueva vida del Resucitado. Esta acción evangelizadora incluye crear y favorecer las condiciones necesarias a nivel social para que se pueda vivir el plan de Dios sobre el matrimonio y la familia.
           
            Entre las dificultades por las que puede atravesar un matrimonio o una familia están algunas que se solucionan con la presencia solícita de la comunidad eclesial representada por algunos de sus miembros. Son dificultades que requieren el testimonio decidido de otras familias que han pasado por lo mismo y pueden dar ánimo y consejo. Esta ayuda se presta con facilidad en los grupos de matrimonios y en otros tipos de reuniones dentro de las comunidades eclesiales. Otras veces se requiere una ayuda más especializada, ofrecida por profesionales que son competentes en su especialidad y a la vez actúan desde una antropología adecuada y una visión cristiana del matrimonio y la familia. Estos especialistas pueden ofrecer su ayuda en sus gabinetes privados o en instituciones públicas o también en  centros dependientes directamente de la Iglesia o de inspiración cristiana. Es conveniente que los pastores y demás agentes de pastoral familiar conozcan estos centros para poder derivar a matrimonios que se encuentran en dificultad y necesitan la ayuda de un profesional de confianza.

            Hay otra serie de dificultades que vienen de nuestra fragilidad humana y pecado y nuestro rechazo del amor de Dios y su proyecto. Aquí se sitúan toda una serie de situaciones irregulares en las que se encuentran muchos de nuestros conciudadanos y que no siempre tienen como causa la culpa subjetiva de quien las padece. Entre estas situaciones podemos mencionar los separados no casados de nuevo, los divorciados civilmente y no casados de nuevo, los divorciados civilmente y casados de nuevo, los bautizados unidos con matrimonio meramente civil, los unidos en las así llamadas ‘uniones de hecho’. En todos estos casos hay que saber conjugar con sabiduría y amor el anuncio de la verdad del matrimonio y la familia, la llamada al arrepentimiento y a la conversión, la aceptación de la propia historia personal con los compromisos adquiridos, la ley de la gradualidad, el acompañamiento espiritual, etc. En lo que se refiere a la admisión a los sacramentos, sobre todo a la absolución sacramental y a la comunión eucarística, hay que tener presente lo que se establece en los documentos magisteriales. No puede un pastor que actúa ‘in persona Christi’ y como ministro de la Iglesia usar su criterio personal para tomar decisiones que no le competen. Si, en cambio, compete al ministro y al pastor, usando su creatividad movida por la caridad pastoral, hacer sentir la cercanía maternal de la Iglesia a sus hijos en cualquier situación en que ellos se encuentren y saber anunciar ‘la verdad en la caridad’, como ha recordado Benedicto XVI en distintas ocasiones. En estas situaciones hay que distinguir entre las personas que pueden progresar hacia una situación de plena comunión eclesial y las que no. En el caso de las primeras, hay que alentar el proceso de conversión y acercamiento a la Iglesia para que se acepte y viva el plan de Dios sobre el matrimonio y la familia en plenitud, con las segundas hay saber enseñar a aceptar su historia con un espíritu de penitencia y de esperanza en el amor misericordioso de Dios.


Terapia familiar
aorana.com

Otras situaciones especiales que también demandan el apoyo y la cercanía de la comunidad eclesial son las constituidas por los matrimonios sin hijos, los matrimonios con hijos discapacitados o enfermos, las familias monoparentales, los huérfanos y privados de familia, las situaciones de viudedad y los matrimonios de edad avanzada. A estas personas se les debe mostrar la forma de vivir su situación como una ocasión de encuentro y unión con el Señor crucificado y resucitado y como una posibilidad para ser fecundos dando vida a su alrededor aún en la incapacidad de procrear. Hacia estas nuevas formas de pobreza debemos dirigir nuestra atención pastoral haciendo real nuestra opción preferencial por los pobres.

Evidentemente también hay muchas familias que tienen pocos medios materiales y que están en una situación de marginalidad o de vulnerabilidad social. Son familias que, a causa de su trabajo precario, de las pocas y pobres relaciones sociales, de la baja autoestima y de otros factores, corren el riesgo de ir bajando a un pozo del que es muy difícil salir. Nuestras comunidades deben tener mucha sensibilidad hacia estas situaciones y ejercer una caridad eficaz y sincera. La labor de Cáritas en esta circunstancias es muy eficaz y debe ser apoyada y reforzada. Se deben abrir, donde se considere conveniente, despachos de escucha y acogida para las familias en dificultad y esforzarse por dar a estas familias los medios necesarios para que puedan tener una vida digna. En esta acción, Cáritas no sustituye a la comunidad cristiana ni a los fieles, sino que los anima y coordina su acción de cara a una intervención más eficaz. Es deber de todo cristiano ejercer la caridad. A estas situaciones debemos añadir una que requiere una atención especial de parte de todos, que es la de los malos tratos.

Somos muy conscientes de la importancia que tiene la inmigración en muchas ciudades, fenómeno que ha aumentado en los últimos años en muchos lugares del primer mundo. En algunos barrios de nuestras ciudades los inmigrantes ya son una tercera parte de la población o más. Están viniendo muchas familias a vivir en nuestros países y en nuestras ciudades, ofreciéndonos su generoso trabajo y su riqueza cultural y de vivencia de la fe. Debemos defender y favorecer la agrupación familiar de los inmigrantes, acogerles calurosamente en nuestras comunidades, compartir con ellos nuestros bienes, e integrarlos en nuestras distintas actividades pastorales como miembros de pleno derecho. Debemos pasar de la idea de que hacemos cosas ‘para ellos’ a la de que hacemos cosas ‘con ellos’. Con la justa exigencia de que respeten el modo de vida de los lugares donde llegan y que se adapten a sus costumbres, también nosotros debemos abrirnos a las riquezas que nos aportan. Son hermanos nuestros en la fe y miembros de la única familia de los hijos de Dios.

Línea de acción 1: Concienciar a toda la comunidad eclesial del deber de hacerse solidaria y ayudar a las familias en dificultad

Propuesta:
·         Sensibilizar al grupo de acogida y de pastoral familiar para que esté atento a los matrimonios en dificultad y esté dispuesto a prestar ayuda.

Línea de acción 2: Ofrecer ayuda especializada cuando es necesario
           
            Propuestas:
·         Dar a conocer los centros y los profesionales a los que se puede acudir que trabajan desde una antropología adecuada y una visión cristiana del matrimonio y la familia.
·         Crear un centro de la Iglesia local de atención a la familia que coordine e integre los servicios que ya se prestan.
·         Crear centros de orientación familiar en las vicarías, parroquias, asociaciones, etc.

Línea de acción 3: Acompañar en la verdad y con caridad cristiana a las personas que están en una situación irregular (separados no casados de nuevo, los divorciados civilmente y no casados de nuevo, los divorciados civilmente y casados de nuevo, los bautizados unidos con matrimonio meramente civil, los unidos con las así llamadas ‘uniones de hecho, etc.)

            Propuestas:
·         Acompañamiento pastoral en el respeto de la verdad y de la ley de la gradualidad para que las personas acepten y vivan el mensaje de la Iglesia sobre el matrimonio y la familia.
·         Creación de grupos específicos para separados, divorciados, etc.

Línea de acción 4: Anunciar el evangelio de la vida y acompañar a las personas que están en situaciones especiales para que se unan al Señor y puedan ser fecundas en la situación en que viven (matrimonios sin hijos, los matrimonios con hijos discapacitados o enfermos, las familias monoparentales, los huérfanos y privados de familia, las situaciones de viudedad y los matrimonios de edad avanzada, etc.)

Propuestas:
·         Acompañamiento y dirección espiritual de las personas en esta situación.
·         Creación de grupos y actividades para ellos y con ellos.
·         Creación de equipos de visitadores de mayores y enfermos.
·         Dar a conocer y ofrecer servicios especializados para huérfanos y familias monoparentales.

Línea de acción 5. Ejercer la caridad con las familias en situación de vulnerabilidad y de marginación social

            Propuestas:
·         Potenciar los servicios de Cáritas de atención a las familias.
·          Poner en marcha despachos de acogida y escucha para las familias en dificultad.
·         Sensibilizar a toda la comunidad sobre esta problemática.

Línea de acción 5: Fomentar la integración de las familias inmigrantes en nuestras comunidades

            Propuestas:
·         Evitar crear grupos separados para inmigrantes e integrarles en las actividades normales de la comunidad.
·         Fomentar momentos de encuentro y de compartir vivencias entre todos.
·         Ser conscientes y educar acerca de la diversidad de costumbres que pueden crear dificultad.



4.2.5. Relación Familia y Escuela


Luca Signorelli
Si rico es el concilio Vaticano II al hablarnos del matrimonio y de la familia, otro tanto hemos de afirmar cuando se refiere a su misión educadora. La familia como tal es educadora porque ella ayuda a sus miembros a una maduración personal y responsable, en el encuentro de varias generaciones y con la aportación de todos los miembros (Cf. Gaudium et spes, 52, 2). Así podemos leer que “la verdadera educación se propone la formación de la persona humana en orden a su fin último y al bien de las sociedades, de las que el hombre es miembro y en cuyas responsabilidades participará cuando llegue a ser adulto” (Gravissimum educationis, 1). Toda labor educativa que trate de formar personas va acompañada de una determinada concepción del ser humano, de cuáles son su posición en el mundo y su misión en la vida, y de qué posibilidades prácticas se ofrecen para tratarlo adecuadamente (Cf. E. Stein, La estructura de la persona humana, BAC, Madrid 1998, 4). La pretendida neutralidad de la escuela conlleva, la mayoría de las veces, el arrinconamiento de toda referencia religiosa al ámbito de lo privado.

En este proceso educativo intervienen la familia -“puesto que los padres han dado la vida a los hijos, tienen la gravísima obligación de educar a la prole, y, por tanto, hay que reconocerlos como los primeros y principales educadores de sus hijos”-, la escuela -“la cual, en virtud de su misión, a la vez que cultiva con asiduo cuidado las facultades intelectuales, desarrolla la capacidad del recto juicio, introduce en el patrimonio de la cultura conquistado por las generaciones pasadas, promueve el sentido de los valores, prepara para la vida profesional, fomenta el trato amistoso entre los alumnos de diversa índole y condición, contribuyendo a la comprensión mutua”-, así como los medios de comunicación social -“que pertenecen al común patrimonio de la humanidad y contribuyen grandemente a cultivar las almas y a formar los hombres” (Cf. Gravissimum educationis, 3-5) -.

Siendo la familia el ámbito natural y afectivo con mayores responsabilidades respecto a los hijos, y con la cual tienen un mayor contacto en los primeros años de la vida, es incapaz por sí sola de ofrecer al educando toda la ayuda que necesita. Como complemento y prolongación de esa formación, la escuela se presenta como el instrumento institucional que la sociedad se da a sí misma para formar sistemáticamente a sus miembros. Respecto a otras instancias educativas, sólo la escuela es capaz de una transmisión orgánica, sistemática y crítica de la cultura. Que el objetivo fundamental de la escuela debe ser colaborar en la formación integral del alumno es una afirmación que suscita un consenso social generalizado. Esta formación integral puede tener orientaciones diversas y dar lugar a distintos tipos de educación y, en concreto, a la opción por una determinada formación religiosa y moral. Frente al modelo de escuela única, la Iglesia “como respuesta al pluralismo cultural sostiene el principio del pluralismo escolar, es decir, la coexistencia y -en cuanto sea posible- la cooperación de las diversas instituciones escolares que permitan a los jóvenes formarse criterios de valoraciones fundados en una específica concepción del mundo, prepararse a participar activamente en la construcción de una comunidad y, por medio de ella, en la construcción de la sociedad” (Congregación para la Educación Católica, La escuela católica, nº 13).

La presencia de la Iglesia en la enseñanza se realiza a través de tres vías fundamentales: la primera consiste en la presencia consciente y activa de todos aquellos cristianos que consagran su vida a la educación; la segunda tiene lugar mediante la creación de instituciones educativas configuradas desde la fe, y la tercera es la presencia de la enseñanza religiosa escolar en los centros de iniciativa estatal.

La presencia de la Iglesia en el campo escolar, afirmó el Concilio, se manifiesta de modo particular por medio de la escuela católica (Cf. Gravissimum educationis, 8). Por medio de esta alternativa, la Iglesia trata de responder a las exigencias de cooperación que se manifiestan hoy en un mundo caracterizado por el pluralismo cultural. Contribuye así a promover la libertad de enseñanza y, por consiguiente, a sostener y a garantizar la libertad de conciencia y el derecho de los padres de familia a escoger la escuela que mejor responda a su propia concepción educativa (Cf. La escuela católica. nº 14). En esta clave, Benedicto XVI ha afirmado que “la función de la escuela está ligada a la familia como natural prolongación de la tarea formativa de esta última. En este sentido, dejando clara la competencia del Estado para emanar las normas generales de la educación, no puedo dejar de expresar el deseo de que se respete concretamente el derecho de los padres a una libre opción educativa, sin tener que soportar por ello un ulterior peso” (Discurso de Benedicto XVI al Presidente de la República Italiana durante la visita de Estado del Papa al Palacio del Quirinal [24-6-2005]).

Los distintos documentos eclesiales ponen de manifiesto la importancia y la aportación de la escuela católica al debate sobre la escuela que necesita hoy nuestra sociedad multicultural. Pero sin olvidar que ésta, para mantenerse como tal, exige que las personas sepan dar razón de sus convicciones o señas de identidad en el marco de esa pluralidad. Lo cual significa que la escuela católica, lejos de ingenuas neutralidades que algunos pretenden de la escuela, ofrece una comprensión del ser humano a la luz de Jesucristo, ayudando al alumno a realizar en su vida personal la síntesis entre la cultura en la que se inserta y la fe recibida. Si la función de la escuela ha de ser la de ayudar a los estudiantes a construir referentes de lectura y de interpretación de la realidad, lo propio de la escuela católica es codificar y descodificar, desde claves evangélicas, las realidades sociales, históricas, culturales, científicas, etc. que se enseñan en las aulas. Una escuela que entienda y ejerza su misión como la transmisión de unos saberes y contenidos, despreocupándose de iniciar al alumno a la vida social a la que pertenece, olvida lo que es la formación integral que ha de procurar todo proceso educativo.

La primera responsabilidad del colegio no es per se “ocuparse de” las familias, y mucho menos “preparar a los padres” para que ejerzan bien como educadores de sus hijos. Pero es evidente que no podemos hacer compartimentos estancos, ya que escuela y familia se ocupan del mismo educando y están llamadas a entenderse. Familia y escuela no pueden discurrir como líneas paralelas que se ven, se conocen, se relacionan, pero no se encuentran de verdad. Una “buena educación” entendida como resultado final es tanto más probable cuanto mayores sean la sintonía y la implicación de los padres en el devenir académico y colegial de sus hijos. Si concebimos la función de la escuela como una contribución necesaria para ayudar al educando a construir su personalidad, comprenderemos que la acción de los docentes es insuficiente. Hay parcelas de esa personalidad que no son consecuencia de la suma de distintas influencias, sino que se configuran como resultado del concurso activo y concertado de los agentes primarios de la educación: familia y escuela. El efecto de esas influencias es una realidad superior a la suma de las influencias sectoriales. La personalidad se constituye por la sinergia de acciones y no por yuxtaposición de éstas (Cf. FERE, Escuela católica: signo y propuesta de futuro, SM, Madrid 2005, 68-70).

La escuela necesita de la familia. Estamos viendo las muchas dificultades con las que se encuentra la escuela cuando la familia desautoriza su labor. Una de las causas de la falta de éxito de la escuela y de su calidad educativa está en el déficit familiar y en la dejación de sus deberes. La escuela necesita de una presencia activa de los padres y de su disponibilidad. La doctrina de la Iglesia expresa de forma clara los derechos de los padres respecto a la elección de centro para sus hijos y creación de estos si ha lugar, así como la libertad para elegir la educación moral y religiosa que esté de acuerdo con sus convicciones. Esta formación religiosa y moral habrá de tener carácter confesional cuando lo tengan esas convicciones con las que ha de estar de acuerdo. Este derecho han de tenerlo garantizado los padres también en el ámbito escolar y en cualquier tipo de centro y, por lo mismo, en los de titularidad pública. La formación religiosa y moral no se desarrolla sólo en el ámbito escolar, pero sí, también en éste; y en el ámbito escolar no se reduce a una materia o asignatura. La instrucción académica -que no es catequesis- en la propia fe o confesión, con el mismo rigor académico sistemático que los demás saberes, y en el contexto de éstos, constituye la aportación más específicamente escolar a esta dimensión de la formación integral de los alumnos creyentes y, por tanto, a esa instrucción en la fe tienen éstos derecho (Cf. Foro Calidad y Libertad de Enseñanza, Educación, libertad y calidad,  Madrid 2001, 26-27).

Cuando hablamos de la libertad de los padres para decidir el tipo de educación que quieren para sus hijos hacemos referencia no sólo al derecho de los padres a impartirles ellos mismos un determinado tipo de educación, sino del derecho a que sea ése el tipo de educación que oriente también la actuación de cuantos colaboran con ellos en su tarea educativa, en cualquier ámbito y, de modo especial, en el escolar. En síntesis, los padres han de seguir acompañando a sus hijos en la etapa escolar como primeros educadores que son.

Hoy, familia y escuela, han sufrido profundas alteraciones: la familia ha cambiado en su estructura y funciones consideradas hasta ahora como fundamentales; la escuela se ha visto complicada con aspectos burocráticos sin fin, falta de disciplina; desprestigio social... Esto hace que la relación escuela-familia se haya debilitado, que ambas instituciones a veces se ignoren, y en momentos lleguen a enfrentarse. A la participación que propugnan las leyes y establecen los reglamentos, se responde muchas veces con una escuela cerrada a los padres y celosa de intervenciones ‘ajenas’; y, por otra parte, los padres participan muy escasamente y en número poco significativo por dejación de funciones y desencantos múltiples. La escuela, en la mentalidad familiar, no puede ser ni guardería, ni aparcamiento, ni un mal menor, pero tampoco puede exaltarse de tal manera, que sea ella la responsable de todos los bienes, porque terminará siendo también responsable de todos los males. Aquello que la familia no haga en el campo de la educación, lo harán otros y desde luego en función de sus propios intereses, no siempre beneficiosos para el educando.

Debemos tener muy presente en las circunstancias actuales que muchas leyes, como la nueva ley de educación en España, resultan claramente restrictivas respecto a la libertad de enseñanza y al adecuado tratamiento de la religión en el currículo escolar. En estas leyes se afianza la concepción estatista de la educación, por la cual se considera a la enseñanza como servicio público, expresión que utilizada en este marco, en su estricto sentido administrativo, supone dar por descontado que el titular único del derecho a educar es el Estado; y que sólo mediante concesión de éste puede la iniciativa particular llevar a cabo las correspondientes prestaciones. Frente a esta mentalidad hay que subrayar la función social y la dimensión pública de la educación. Hemos de hablar de ‘sociedad educativa o educadora’, en cuanto a toda sociedad le pertenece por esencia esa condición.

Por coherencia con las exigencias de la libertad de educación, puede decirse que la acción educativa directa de los poderes públicos ha de concebirse como subsidiaria respecto de la que corresponde a la iniciativa social. Pero existe, en todo caso, la necesidad de una armónica complementariedad entre los centros que crean los poderes públicos y aquellos que son fruto de la iniciativa social. Todos ellos están al servicio de los ciudadanos de modo que cada uno de éstos encuentre, bien el centro que se presenta ya definido por un tipo de educación, bien el centro en el que han de ser los padres mismos los que determinen el tipo de educación (Cf. Educación, libertad y calidad, 33-35).

Junto a la toma de conciencia por parte de los padres del derecho que tienen a decidir la educación que han de recibir sus hijos, el derecho de elegir la escuela que prefieran, y el derecho de ser respetados en sus convicciones cuando no tienen posibilidad de opción — para lo cual hay que intensificar las campañas informativas sobre el alcance que tienen el derecho a la educación y la libertad de enseñanza — habría que promover activamente la participación de los padres en el ámbito escolar por medio de la Asociación de Padres -órgano de participación de los padres en la vida escolar- y las Escuelas de Padres -plataforma de formación permanente de los padres de alumnos como educadores de sus propios hijos-.

Línea de acción 1 Defender el derecho de los padres a elegir el centro sin que esto suponga una carga más y a que se eduque a sus hijos según sus convicciones

            Propuestas:
·         Concienciar a los padres sobre este derecho y la importancia de elegir bien el centro para sus hijos.
·         Crear y consolidar y dar a conocer los centros educativos de inspiración católica presentes en el territorio.
·         Participar en las iniciativas ciudadanas que defiendan este derecho y sostenerlas.

Línea de acción 2: Defender la asignatura de religión católica en los centros públicos y promover su elección por parte de los alumnos

            Propuestas:
·         Concienciar a la comunidad a través de la predicación, de los avisos, y de materiales divulgativos sobre la importancia de la asignatura de religión y de su elección por parte de los alumnos.
·         Indicar a los que se preparan para recibir los sacramentos de la iniciación cristiana la oportunidad de elegir también la asignatura de religión en el colegio.
·         Participar en las iniciativas ciudadanas que defiendan la presencia de esta asignatura en los colegios públicos y sostenerlas.

Línea de acción 3: Fomentar la implicación de los padres en la educación de sus hijos
           
            Propuestas:
·         Concienciar a los padres de que ellos son los primeros educadores de sus hijos.
·         Fomentar la participación de los padres en los distintos órganos de representación de los colegios.
·         Promover la creación de Escuelas de Padres y la participación en ellas

Línea de acción 4: Acompañar y sostener a los profesores católicos

            Propuestas:
·         Conocer a los profesores católicos y de religión de los centros presentes en el territorio y apoyarles.
·         Organizar con ellos reuniones y encuentros periódicos.


4.2.6. Participación ciudadana y defensa del matrimonio, la familia, la vida y los derechos de los padres

William Turner
Asistimos, de un tiempo a esta parte, a un creciente protagonismo en la vida social y política de muchos países del asociacionismo familiar. Esto, que era impensable hace apenas unos años, es ahora una realidad constatable y evidente. Así, por ejemplo, en España y en la Comunidad de Madrid han surgido distintas iniciativas familiares, federaciones de asociaciones o plataformas ciudadanas (Foro Español de la familia, Profam, Unión Familiar Española, Federación Española de Familias Numerosas, etc.) que han dado un impulso muy importante al movimiento familiar y han empezado a trabajar por la familia y sus derechos con una nueva metodología de acción y de presencia pública. Son ese tipo de iniciativas que surgen en determinados momentos de la historia, y que, de manera complementaria y sin ‘romper’ con el tipo de funcionamiento tradicional, encuentran nuevos espacios de participación creando una nueva cultura de actuación ciudadana.
Manifestación en Madrid
Junio 2005
Esto está siendo especialmente importante por un doble motivo. En primer lugar, por tratarse de un fenómeno indicativo del surgimiento de la familia como sujeto activo, protagonista y constructora de la sociedad en la que vive, que se siente sensibilizada por los problemas que la conciernen y que no quiere seguir permaneciendo pasiva, haciendo dejación de su responsabilidad. Son el fruto, pues, de una nueva madurez personal y colectiva frente al irresponsable estatismo en el que estamos acostumbrados a vivir. Esto es muy importante en la medida en que implica asumir libremente compromisos para, solidariamente, hacer frente a las necesidades materiales y morales de nuestra comunidad. Esta atención a las necesidades de todos se traduce en obras culturales, asistenciales, reivindicativas, profesionales, económicas y empresariales etc., esto es, en una real reconstrucción del tejido social que es expresión de libertad y responsabilidad frente a cualquier totalitarismo.

En segundo lugar y en un sentido más instrumental, ya que como consecuencia de esa mayor madurez individual y colectiva a la hora de apreciar la nueva realidad, se ha cambiado el ‘chip’ en muchos planteamientos anteriores y en los últimos tiempos se están produciendo grandes avances en este movimiento.
De su nuevo enfoque habría que destacar por una parte su carácter reivindicativo, al querer influir en la legislación, en las políticas públicas y privadas, en los programas de gobierno, en los medios de comunicación, en los líderes de opinión y en la educación, para que sean favorables a la familia; su carácter vertebrador a través de una acción coordinada y vertebrada de cada vez un mayor número de personas, grupos e instituciones para influir en el ámbito social y político de cara a conseguir leyes y medidas positivas para la familia. Así mismo, la pérdida del miedo y la vergüenza a la participación en la vida pública en todos los niveles, la conciencia de lo mucho que la perspectiva familiar puede aportar al bien común, la valoración del impacto de su presencia en los medios de comunicación social y, cómo no, el reconocimiento de la importancia política de la representación de miles de familias. Por último, el movimiento familiar está dejando de ser ese meritorio esfuerzo colectivo que siempre se ha movido a la defensiva, actuando como reacción contra los diferentes ataques que sufría la familia, para pasar poco a poco a ser un movimiento propositivo, con ideas, que genera propuestas y alternativas realistas y coherentes.
Gracias a estas federaciones y plataformas ciudadanas, las personas y los movimientos sociales están encontrando una eficaz herramienta para la participación social y política. Su carácter transversal, su metodología basada en el uso de nuevas tecnologías y su claro sentido estratégico y a la vez de impacto político concreto, están logrando importantes logros que las ha hecho convertirse – al día de hoy – no sólo en referentes sociales y políticos, sino también – y en línea con lo anterior – en vertebradores de acciones de muchas instituciones y personas, superando así una de las grandes carencias del movimiento asociativo nacido de la experiencia cristiana.

Línea de acción 1: Promover, sostener, alentar el asociacionismo familiar de inspiración católica y sus iniciativas justas

            Propuestas:
·         Alentar a las familias para que se asocien para defender sus derechos y unas adecuadas políticas familiares.
·         Apoyar y acompañar a los laicos en su acción política y social.
·         Dar a conocer y divulgar las iniciativas justas de defensa y promoción de la familia y sus derechos.

Línea de acción 2: Promover la defensa de la familia en los medios de comunicación

            Propuestas.
·         Dar a conocer y divulgar los medios de comunicación de inspiración católica entre los fieles.
·         Divulgar a través de los medios la visión cristiana del matrimonio y la familia.
·         Formar a profesionales laicos del periodismo para que puedan defender la visión cristiana del matrimonio, la familia y la vida.
·         Apoyar las justas demandas de la familia respecto a una televisión pública y privada que respete sus valores y la ayude en su tarea educativa.

Línea de acción 3: Denunciar proféticamente los ataques a la familia
           
Propuestas:
·         Comentar en la predicación y en los grupos eclesiales la importancia de defender la familia.
·         Señalar y poner en guardia ante las acciones que minan a la familia y el reconocimiento del valor inviolable de la vida humana.
·         Utilizar los medios de comunicación afines para este fin.


4.2.7. Relación entre el sacerdote y las familias. Pastoral vocacional


Van Dyck
            Es preciso fomentar la estima del sacerdocio en las familias cristianas. Pero también es importante que los sacerdotes aprecien el matrimonio como vocación y como camino de santidad para los esposos. De hecho, la Iglesia latina ha entendido que la vocación al sacerdocio ministerial va unida a la llamada al celibato por el Reino de Dios y, como afirma Juan Pablo II, “el matrimonio y la virginidad son dos modos de expresar y de vivir el único Misterio de la Alianza de Dios con su pueblo. Cuando no se estima el matrimonio, no puede existir tampoco la virginidad consagrada; cuando la sexualidad humana no se considera un gran valor donado por el Creador, pierde significado la renuncia por el Reino de los cielos” (Familiares Consortio; n. 16). De estas consideraciones surgen implicaciones pastorales muy concretas para las iglesias locales.

            En primer lugar es necesario que recuperemos la perspectiva vocacional de la vida. En nuestra sociedad secularizada que prescinde o da la espalda a Dios, muchos de nuestros jóvenes viven y deciden su proyecto de vida a partir de su propio ‘yo’. Si Dios está presente en este proyecto, lo está como ‘alguien’ o ‘algo’ que está al servicio del joven, que está ahí si es útil o hace más feliz, y no al revés. Debemos enseñar a nuestros jóvenes a poner en el centro de sus vidas a Dios, que pide todo porque todo lo da, y a tomar las opciones importantes como respuesta a la llamada de Dios y no como decisiones autónomas. A veces da la sensación de que incluso los cristianos se han olvidado del Principio y Fundamento de los Ejercicios de S. Ignacio: “El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor, y mediante esto salvar su ánima”. Recuperar esta perspectiva significa apostar con fuerza por un mensaje exigente, por una pastoral que ponga en primer lugar la santidad, como pedía Juan Pablo II al comenzar el nuevo milenio (Novo millennio ineunte; n. 30). Esta es la forma de llevar a cabo una auténtica pastoral vocacional que pueda dar como frutos sacerdotes y matrimonios santos.

            Por otro lado, el hecho de que la virginidad y el matrimonio se impliquen mutuamente como dos formas de realizar la vocación innata de todo ser humano al amor, nos indica que debe existir dentro de las comunidades cristianas un apoyo recíproco entre las familias y los sacerdotes (y personas consagradas). Todos somos conscientes de la ayuda que puede ofrecer un matrimonio, que vive su estado como vocación y su sexualidad como expresión de un verdadero amor, a un sacerdote y, a la vez, éste, viviendo fielmente su ministerio, abre a los esposos a la dimensión escatológica y a las ‘cosas eternas que no se ven’.

Línea de acción 1: Fomentar la estima recíproca entre los sacerdotes (y las personas consagradas) y las familias

            Propuestas:
o        Dar a conocer la vocación sacerdotal a las familias a través de charlas en los grupos de matrimonios, materiales sencillos, jornada y semanas parroquiales, testimonios de los seminaristas, medios de comunicación católicos etc.
o        Cuidar la presentación del matrimonio como vocación en la formación de los presbíteros.
o        Tratar la vocación sacerdotal en los materiales catequéticos y en las reuniones con los padres que han solicitado los sacramentos de la iniciación cristiana para sus hijos.

Línea 2: Proponer una pastoral exigente para con los jóvenes que dé la primacía a Dios, a la santidad y al discernimiento de su voluntad

            Propuestas:
o        Hacer hincapié en la predicación sobre la llamada universal a la santidad.
o        Facilitar la oración y la dirección espiritual.
o        Ofrecer Ejercicios Espirituales.

Líneas de acción 3: Fomentar los encuentros y el intercambio entre matrimonios y sacerdotes

            Propuesta:
o        Favorecer momentos formales e informales en que se pueda compartir la vivencia de la propia vocación con sus dificultades.


4.3. Posibles acciones extraordinarias de Pastoral Familiar

           
Misión a las familias
            Día diocesano de la familia
            Creación de un Centro diocesano para la familia

5. Conclusión


Al proponer centrar los esfuerzos pastorales en la evangelización de la familia a partir de las mismas familias, viene casi espontáneamente a la memoria el relato del primer ‘signo’ que hace Jesús siendo invitado con sus discípulos a una boda en Caná de Galilea. Atento a lo que le señalaba su Madre, que se había dado cuenta en su solicitud maternal del apuro de los novios, transforma el agua de las purificaciones rituales judías, signo de la Antigua Alianza, en el vino bueno de la Nueva. María sigue intercediendo hoy por todos los esposos para que tengan el vino bueno del Espíritu, el vino del ‘amor de Dios derramado en nuestros corazones’ (Rm 5, 5). Ponemos nuestros esfuerzos bajo su protección, pidiéndole que acompañe nuestra acción eclesial con su intercesión para que podamos renovar la vida cristiana de nuestras familias. ¡Que en nuestras familias se vivan los valores del Reino, se haga experiencia de ese tesoro escondido que es el amor de Dios, se transmita la fe a las nuevas generaciones! ¡Que puedan ser fermento de esa civilización del amor que estamos llamados a construir!




(Este post sale publicado con algunas modificaciones y mejoras en mi libro La buena noticia del matrimonio y la familia y por tanto está sujeto al copyright que establece la editorial)

martes, 19 de julio de 2011

Amar a la Iglesia tal como es y comprometerse por el Reino de Dios

Homilía 17 de julio 2011
XVI Domingo del Tiempo Ordinario (ciclo A)

Raimon Panikkar
Decía un santo español del siglo pasado que ‘en Roma había perdido la inocencia’, como recuerda uno de sus primeros seguidores, un gran teólogo y promotor del diálogo interreligioso, aunque después, por distintas circunstancias, se alejó de aquel que le había animado a ser sacerdote católico. El santo del que hablo es José María Escrivá de Balaguer y el teólogo Raimon Panikkar. Y es verdad lo que dice san José María. Más conocemos la Iglesia, más tratamos con sus miembros de cerca, sobre todo los que tienen cargos de responsabilidad, más podemos llegar a escandalizarnos. Y esto puede ser más duro, más difícil de asimilar, si tenemos puestas unas expectativas muy altas en la santidad de los que deberían ser representantes de Dios. Raimon Panikkar cuenta que Escrivá de Balaguer besaba con mucha devoción los lugares por los que había pasado el Papa.
Lo que de verdad cuenta es nuestra reacción al descubrir la realidad de la Iglesia, la verdad de que está formada por santos y pecadores, de que no es como quizás habíamos pensado o como a nosotros nos gustaría, y que nosotros mismos, cada uno de nosotros, tiene cosas buenas y malas, es capaz tanto de vivir como hijo de Dios, como de cometer los peores pecados. Este paso de la idealización de la Iglesia a conocer y aceptar su realidad, marca la transición de un catolicismo infantil a uno maduro. Es el paso que también tienen que dar los enamorados, cuando dejan de proyectar en la persona amada sus deseos inconscientes y la empiezan a querer tal como verdaderamente es. Sin embargo, muchas personas cuando descubren la realidad de la Iglesia, cuando llegan a conocer la ‘humanidad’ de los que formamos parte de ella, en vez de asimilar esto de una forma constructiva, se rebelan, se vuelven cínicos, empiezan a pensar que el evangelio no se puede vivir, que es todo mentira, y tiran por la borda todo, incluso el camino que habían emprendido con tanta ilusión hacia la santidad. Abandonan sus esfuerzos de ser humildes, castos, obedientes y empiezan a utilizar la religión para obtener fines mundanos. Otros, en cambio, en vez de volverse cínicos, se vuelven fanáticos e intolerantes, y quieren expulsar de la Iglesia a los que ellos piensan que no son dignos de formar parte de ella, o llegan incluso a querer fundar otra Iglesia paralela de santos e iluminados, como tantas veces ha pasado a los largo de la historia.
La parábola del evangelio de hoy, del trigo y la cizaña, nos quiere enseñar la forma correcta de reaccionar ante la realidad de la Iglesia. No cabe duda de que esta parábola se refiere a la Iglesia actual, que está presente en este mundo y hace visible y presente el reino de Dios. Esta Iglesia está formada por santos y pecadores, por los partidarios del Maligno, los que obran iniquidad, y por los ciudadanos del reino, los justos, en el lenguaje de la parábola. Y estos dos grupos de personas están llamados a convivir en ella, a formar parte de ella. Sin embargo, la división entre buenos y malos, no es sólo entre personas, sino también dentro de las mismas personas. En cada uno de nosotros hay trigo y cizaña.

cizaña púrpura

Ante esta realidad el Señor nos invita a una actitud de paciencia y tolerancia, pero no de pasividad o resignación. A saber que el juicio pertenece solo a Dios que es el único que conoce el corazón y la historia de cada uno y que Él hará justicia a su tiempo. No nos toca a nosotros separar el trigo de la cizaña porque fácilmente nos podríamos equivocar y confundir uno con otro, o arrancar prematuramente lo que creemos cizaña cuando en realidad es trigo o puede llegar a serlo. ¡Cuántos Saulos se han vuelto con el tiempo Pablos y cuántos santos han experimentado una segunda conversión, como Santa Teresa de Jesús y la Beata Teresa de Calcuta! No debemos ni caer en el cinismo, en el pensar que el evangelio es un engaño o una utopía irrealizable, ni abandonar el camino de santidad emprendido, pero tampoco en la intolerancia fanática de los que juzgan a los demás y los echan de la Iglesia, y quieren una comunidad de santos y puros. Tenemos que aprender a atajar el mal, para que no llegue a ahogar el grano, con lucidez y paciencia, dejando el juicio a Dios, y sin hacernos obradores de iniquidad o usar los medios ilícitos de los hijos del Maligno.
Muchos hoy dicen ‘Cristo sí, la Iglesia no’, pero decir esto manifiesta cierta inmadurez humana y no haber leído el mensaje de Jesús ni entendido la realidad de la Iglesia. Si Cristo quiso fundar una Iglesia, quiso fundar esta Iglesia, una Iglesia como realidad visible y presente en este mundo, no una utopía o una comunidad ideal inexistente e imposible de realizar. La misma elección de los apostoles, personas sencillas, con muchos defectos, pecadores y traidores, así lo muestra. La Iglesia, al estar en este mundo, participa de la ambigüedad de este mundo. Pero también al estar en ella el Señor y actuar a través de ella, hace también presente en este mundo de una forma misteriosa, quizás paradójica, pero real, el reino de Dios. Es lo que Jesús enseña con las otras dos parábolas que se nos han proclamado hoy, la de la levadura y la del grano de mostaza.
Y en este dinamismo de la Iglesia que hace visible y presente el reino de Dios en este mundo estamos insertados nosotros. Se nos pide ser grano, ser justos e hijos del reino, haciéndolo presente con las buenas obras, no dejándonos vencer con el mal presente en el mundo y en la Iglesia, sino al contrario,  venciendo el mal con el bien, como nos enseñó y mostró el Maestro. Sabiendo que el bien al final triunfará como ya ha tenido lugar con la resurrección del Señor que es anticipo de la victoria final de los hijos de Dios. Aprendiendo a ser tolerantes y a tener paciencia con los miembros más débiles de la Iglesia, sabiendo que el Señor es el que juzga y hace justicia y que Él puede hacer ‘de las piedras hijos de Abraham’ y ‘levantar del polvo al desvalido para sentarlo con los príncipes de su pueblo’.

sábado, 9 de julio de 2011

El momento de la gracia. Caravaggio, la vocación de San Mateo y el arrepentimiento

Reflexiones teológicas a partir de algunas obras de Caravaggio (2)

Alrededor de 1595, cuando la fortuna le empezó a sonreír y se había instalado en casa del prelado Pandolfo Pucci en Roma, Caravaggio pinta el Muchacho mordido por un lagarto, en el que representa a un joven en el preciso momento de ser mordido por el animal. La expresión del rostro del muchacho y la tensión al retraer por reflejo la mano, vehiculan magistralmente al espectador, es decir, a nosotros que miramos la obra y hemos experimentados cosas análogas, ese instante de intenso y súbito dolor. Pero la cara del joven refleja también cierta ambigüedad, cierta sensualidad, que es reforzada por la flor en su oreja y el hombro descubierto. Algunos críticos dicen que el modelo que utilizó Caravaggio para pintar este lienzo proviene del ambiente de la prostitución de Roma, como en el caso de otras obras del artista,  y que quizás el cuadro no sólo quiere representar el dolor de una mordedura de animal, sino de forma alegórica algo más profundo, como es esa unión misteriosa y simultánea entre el dolor y el placer en el amor pasional y la sexualidad. De todas formas, la gran novedad de esta obra, la verdadera innovación, una auténtica revolución en la pintura, es haber introducido la instantánea.
Y una ‘instantánea’ es también la obra de la que nos queremos ocupar, La Vocación de San Mateo, pintada entre 1599 y 1600, que se encuentra en la capilla Contarelli de la iglesia de San Luis de los Franceses de Roma. Esta capilla está en la nave lateral izquierda de la iglesia y recibe su nombre del cardenal Mathieu Contreil (Matteo Contarelli, en italiano), que la compró y que quería dedicar a su patrono, San Mateo, apóstol y evangelista. El cardenal francés murió en 1585, veinte años después de comprar la capilla y quince antes de que Caravaggio pintara los lienzos. Había dejado a su albacea instrucciones precisas para su decoración: quería para encima del altar una representación de san Mateo escribiendo su evangelio; otra, en la pared a la derecha del altar, del apóstol sentado en una mesa recaudando impuestos que se levanta cuando Jesús pasa y lo llama al apostolado, y en la pared de enfrente su martirio mientras celebra misa. Después de varias vicisitudes, después de que el artista al que en un principio se había encargado la obra no la hiciera y diera de largas, después de que el mismo albacea del cardenal muriera, ya con la cercanía del año santo de 1600 y con las disputas y celos entre los franceses y españoles residentes en la Ciudad Eterna, y por la intervención del cardenal del Monte y otros protectores del artista, el encargo finalmente recayó en Caravaggio que firmó el contrato para su ejecución el 23 de julio de 1599. Era el primer gran encargo que recibía el artista y toda Roma iba a poder admirar su pintura. Caravaggio era consciente de ello. Terminó las obras con algunos meses de retraso respecto a lo estipulado, colgando primero el martirio de san Mateo y poco después la vocación del apóstol. El artista había empezado pintando el martirio, pero interrumpió este trabajo para pintar la vocación y después de terminado éste volvió para acabar el primero que retocó varias veces como muestra el estudio del lienzo con rayos X. Como era der esperar, estas obras causaron mucha sensación en Roma cuando fueron colgadas en la capilla y como iba a ser una constante con otros lienzos de Caravaggio, dieron lugar a una enconada división entre admiradores y detractores del pintor. De todos modos, a causa de estos lienzos, Caravaggio se volvió un pintor famoso y conocido y podía aspirar a otros importantes encargos. Sin embargo, lo que iba a causarle problemas y forzarlo a huir de Roma era su vida disoluta y violenta con frecuentes peleas y acusaciones de asesinato.
El lienzo representa el momento de la vocación de San Mateo. Es una ‘instantánea’ parecida a la del Muchacho mordido por el lagarto y con la misma intensidad de ésta. Pero aquí la obra quiere situar al espectador ante ese momento del paso de la gracia, ese kairós salvífico en el que el Señor pasa y llama a ser sus discípulos. De la mordedura de un lagarto todos tenemos experiencias análogas que nos hacen entender bien la obra, facilitan que nos identifiquemos con el protagonista y que surjan emociones. En cambio, de la vocación cristiana parecería en un principio que la mayoría de nosotros no tenemos una experiencia comparable a la de san Mateo. Sin embargo, esto no es verdad. La vocación cristiana es universal, todos somos llamados, aunque esta llamada muchas veces pase desapercibida o sea ignorada, a sabiendas o no. Es esto lo que logra representar Caravaggio en este lienzo y en lo que radica la genialidad teológica de esta obra de arte. Es lo que hace que sea actual también para nosotros hoy y que nos interpele al contemplarla.
Los recursos que utiliza el pintor para conseguir esto son los que hacen de él un grande de la pintura de todos los tiempos. En primer lugar el uso magistral de la luz para guiar la mirada del espectador; luz que viene de la parte superior derecha del lienzo y no de la ventana como cabría esperar. Como en otras obras religiosas de Caravaggio, la luz representa la gracia que vence las tinieblas. Ella proviene de la espalda de Cristo e ilumina de forma diferente los rostros de los personajes. En segundo lugar, tiene el pintor la osadía de situar la escena bíblica en un contexto contemporáneo a él, como podía ser el ambiente de una taberna que él conocía bien. Dos cuadros anteriores del pintor, Partida de carta y La buenaventura parecen servir de material para esta nueva obra y ser evocados por ella. Por otro lado, Enrique IV, rey de Francia, se había convertido poco antes a la fe católica, y este acontecimiento tan importante para Europa lo era más aún para los franceses residentes en Roma que tenían como su lugar de culto la Iglesia de San Luis de los Franceses, su Iglesia nacional. Seguramente estaba presente en la mente del artista este hecho al pintar el cuadro de la vocación de san Mateo para esta iglesia romana.
Los personajes con distintas edades, sentados alrededor de una mesa y vestidos con ropajes de la época de Caravaggio muestras actitudes distintas. Uno está reclinado sobre las monedas, ajeno al paso de Jesús y san Pedro, demasiado preocupado con el dinero para mirar hacia arriba; quizás una representación del joven rico del evangelio incapaz de renunciar a sus riquezas para seguir al Maestro. Otro de más edad lleva gafas, y aunque iluminado por la gracia, sigue mirando las monedas, ciego para ver y acoger el paso de la salvación por su vida. Los dos más jóvenes, miran hacia la luz, hacia Jesús y Pedro, uno acercándose con curiosidad y el otro retirándose sorprendido. Mateo, el Leví recaudador, con una moneda metida en el ala de su sombrero, pregunta si es a él al que se dirige el Señor. Jesús, apunta con el dedo hacia el futuro apóstol, en un gesto que recuerda la representación de la creación de hombre de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, y con los pies se dirige ya hacia la salida. Más que el dedo de Adán, con la idea de Cristo como segundo Adán, yo diría que es el dedo creador de Dios, ya que la vocación es como una nueva creación: el Leví recaudador de impuestos pasa a ser Mateo, apóstol y evangelista. La figura de Pedro, que cubre casi totalmente a Cristo y que está vestido de forma distinta de las demás figuras, con los pies descalzos, fue añadida después por el pintor, como muestran los estudios con rayos X del lienzo. Su forma de vestir de peregrino puede indicar su pobreza, y ya sabemos que Caravaggio era por lo menos simpatizante del movimiento de su época que reclamaba una Iglesia más pobre y parecida a la apostólica. Pero puede también indicar su atemporalidad respecto a la escena contemporánea, sugiriendo que la llamada es permanente, para todos los tiempos. Pedro representa a la Iglesia que media entre el Señor y los hombres y que repite el mismo gesto de Jesús. El añadido de la figura del Príncipe de los Apóstoles en una fase tardía de la realización de la obra, como también la riqueza gestual del lienzo que evoca los signos sacramentales, no sorprende en el contexto de la Contrarreforma y del Jubileo del año 1600 que quería ser una apoteosis de la Iglesia Católica y del papado.
La narración de la vocación de Mateo está presente de forma casi idéntica en los tres evangelios sinópticos, con la diferencia que en Marcos y Lucas se llama al recaudador de impuestos Leví. La versión del evangelio de san Mateo, es decir de la misma persona que según la tradición fue el que llamó Jesús a que le siguiera es la siguiente:
“Al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: ‘Sígueme’. Él se levantó y lo siguió.” (Mt 9, 9).
Sorprende y emociona constatar como Caravaggio haya logrado en este lienzo comentar y actualizar para nosotros que contemplamos su obra un texto tan escueto pero tan importante del evangelio. Jesús pasa por nuestra vida, se hace presente en lo más ordinario y a veces sucio de nuestra existencia, trae su luz y nos ilumina, e independientemente de nuestro pasado nos llama a seguirle. Sin embargo, puede que no nos demos cuenta de esta luz y que perdamos el momento en que la gracia pasa por nuestra vida.

Y todo esto nos lleva casi espontáneamente a pensar en un tema muy importante para nuestra felicidad y que tiene que ver con ese sentimiento que surge por las ocasiones perdidas en nuestra vida, por aquellas veces que por miedo o soberbia no hemos seguido un camino que se abría delante de nosotros y que hoy pensamos que hubiese sido lo que teníamos que haber hecho, lo nuestro, lo que Dios quería, lo que nos hubiese hecho feliz. Pudo ser una oportunidad de un trabajo distinto, de una nueva relación, de un amor, pero también de una vocación religiosa, de una llamada sentida en lo profundo a ser sacerdote o a consagrar nuestra vida por el Reino de Dios.
Es curioso que en castellano no distingamos entre este sentimiento y otro parecido, pero que se refiere a una situación casi opuesta, es decir, a cuando hemos hecho algo que  lamentamos haber hecho. Para los dos tipos de situaciones y sentimientos usamos en castellano las palabras ‘arrepentimiento’, ‘remordimiento’, ‘pesar’..., sin diferenciar entre ellas, mientras que en otras lenguas, sí se hace, por ejemplo en italiano se utilizan respectivamente ‘rimpianto’ y ‘rimorso’, y con menos claridad en ingles ‘regret’ y ‘remorse’.
Maud Muller, mira hacia el pasado,
laméntando lo que no hizo
y pensando en lo que pudo ser
¿Qué hacemos cuando surge en nosotros este sentimiento de arrepentimiento por algo que pudo ser y no fue? Este sentimiento puede ser desgarrador, puede volver una y otra vez, mantenernos prisioneros del pasado. Surge normalmente con más fuerza cuando menos contentos estamos con nuestro presente. O cuando tenemos envidia por otros que sí han seguido ese camino y aparentemente son más felices que nosotros... Para superar este sentimiento tan negativo, para vencerlo y que no nos domine, necesitamos encontrar una respuesta cognitiva, un pensamiento con el que podernos enfrentar al mensaje que este sentimiento trasmite, y que es que somos unos fracasados, que hemos perdido la oportunidad que se nos ha dado, que este tren pasa solo una vez en la vida y que no volveremos a tener una oportunidad semejante, que ya no vale la pena nada que hagamos... No parece suficiente aprender a convivir con este sentimiento, necesitamos alguna respuesta a lo que nos dice y nos machaca.
Delante de esta obra de Caravaggio, mirando a san Mateo que responde a la llamada del Maestro y al joven que se queda curvado sobre las monedas, nos surgen estos pensamientos. Y quizás en este mismo lienzo, por ser una gran obra de arte, encontramos también alguna pista para buscar una respuesta a este sentimiento tan desagradable que con frecuencia nos asalta. Pero antes de darla, sería bueno que los lectores de este blog opinaran y digan si tienen este tipo de arrepentimiento y cómo se enfrenan a él.

(Este post sale publicado con algunas modificaciones y mejoras en mi libro Si conocieras el don de Dios y por tanto está sujeto al copyright que establece la editorial) 

lunes, 4 de julio de 2011

"... yo os aliviaré"

Homilía 3 de julio 2011
XIV Domingo del Tiempo Ordinario (ciclo A)
Santo Tomás, apóstol

Cerro de los Ángeles
El viernes pasado, solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, fui al Cerro de los Ángeles con un matrimonio de la parroquia para celebrar esta fiesta, que este año coincidía con el primer viernes de mes y con la fiesta de la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor, que se conmemoraba antes el uno de julio. Javier, el marido, hizo que prestara atención a una frase esculpida en la fachada de la cripta debajo del monumento al Sagrado Corazón, que es la misma frase del evangelio de hoy pero en una versión algo distinta, una traducción literalmente más cercana al original griego: “Venid a mí todos los que trabajáis y vivís agobiados que yo os aliviaré”. Estas palabras esculpidas en piedra y algo distintas de las habituales me hicieron caer en la cuenta, como pasa con frecuencia cuando algo es diferente a lo esperado, de su importancia y el consuelo que nos pueden dar.
Es verdad que estamos cansados y agobiados, fatigados y sobrepasados, por muchas cosas y circunstancias, por nuestras responsabilidades y por nuestros miedos, por los compromisos asumidos, por el trabajo o el estudio, por las dificultades en nuestra familia o con nuestros amigos, por la falta de dinero o por el miedo a que nos falte, por las cosas que tenemos que hacer o que creemos que tenemos que hacer…
También la religión muchas veces, en vez ser motivo de paz, consuelo y liberación, se vuelve causa de angustia y preocupación, sobre todo cuando se vive como deber —como cumplimiento obligado — y con miedo. Así la vivían aquellos a los que se dirige Jesús en el evangelio de hoy, que la sentían como un carga pesada y un yugo imposible de llevar, con sus muchas leyes que había que cumplir para estar a bien con Dios. Jesús se dirige a ellos y les invita a cargar con su yugo que sí es llevadero y con su carga que es ligera. Jesús nos trae la nueva alianza, una nueva forma de relacionarnos con Dios, como hijos y no como esclavos. En el signo que hace en las bodas de Caná nos muestra esto, al cambiar el agua que servía para cumplir con los ritos de la antigua alianza en el vino bueno de la nueva, vino que representa el Espíritu que es la nueva de ley de los cristianos y que derrame en nuestros corazones el amor de Dios. Jesús nos dice en este evangelio tan importante para penetrar en su conciencia más íntima, que Él es el Hijo y que ‘nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar’. Como es el Hijo nos revela al Padre, nos muestra su amor misericordioso, y nos da su Espíritu para que vivamos como hijos nosotros también. En esto consiste esa carga ligera y yugo llevadero que nos ofrece y que sustituye a las tantas leyes del judaísmo. Pero también sustituye a las tantas leyes que surgen en cualquier religión cuando ésta se desvirtúa y se vuelve una religión del cumplimento y del deber, y sustituye también las tantas normas que nos autoimponemos para sentirnos bien y que en cambio nos esclavizan. ¡Qué daño nos puede hacer una autoexigencia excesiva impulsada por un complejo de culpa o una ambición desmesurad! ¡Cómo nos puede agobiar!
Lo que de verdad nos alivia, el agua viva que calma nuestra sed que parece insaciable, es el amor de Dios que se nos revela y hace presente en el corazón humano de Jesús. Debemos beber de esta fuente inagotable, recostar nuestra cabeza en su pecho humano-divino como hizo el apóstol Juan en la Ultima Cena, descansar en Él. En cuanto lo hagamos con fe, con la sencillez de los pequeños a los que Dios revela los secretos del Reino, con un corazón manso y humilde como el de Jesús, experimentaremos como nuestras preocupaciones y miedos se diluyen y nos inunda una paz que el mundo no nos puede dar.
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Es lo que experimentamos también en momentos intensos de de oración. Con el mismo matrimonio con el que fui el viernes al Cerro de los Ángeles, participé el sábado en la Asamblea Nacional de la Renovación Carismática Católica en Madrid. Cuando al terminar el momento de adoración eucarística el ostensorio con el Santísimo pasó por en medio de la asamblea, como hace más de 2000 años pasaba Jesús por los caminos de Tierra Santa sanando y liberando, pudimos sentir ese alivio que sólo el Señor puede dar. Pudimos descansar en Él, dejando que Dios fuera Dios, como cantábamos en ese momento, reconociendo nuestra verdad y aprendiendo a ser humildes. ¡Cómo nos quita la paz nuestra soberbia y el creernos más de los que somos!
Caravaggio (1602)
Hoy celebramos también la fiesta de santo Tomás, el apóstol incrédulo que tuvo la dicha de palpar con su dedo el costado abierto de Jesús, de donde salió sangre y agua, de donde se derramó sobre todos nosotros el amor de Dios, de donde surgió la Iglesia con sus sacramentos. Cuando lo hizo exclamó: “Señor mío y Dios mío”, una plena profesión de fe. Desde ese momento su vida cambió por completo: encontró la paz que andaba buscando, la verdadera vida que anhelaba, y se hizo testigo de la buena noticia; según la tradición llegó hasta la India para evangelizar. Pero Jesús proclama dichosos, a diferencia de Tomás, a los que creen sin haber visto, es decir, a nosotros que creemos en el amor de Dios y queremos beber con fe de las fuentes del Salvador para encontrar nuestro alivio y descanso.