sábado, 8 de febrero de 2014

Chequeo al ecumenismo en España

Entrevista en Radio Exterior de España con ocasión de la 
Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos 2014

Lo que sigue es el texto preparado para una entrevista que se me hizo en el programa Horizonte de Radio Exterior de España, presentado por el Padre Manuel Muñoz, con ocasión de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos y que se emitió el sábado 25 de enero 2014.


-  Como hemos venido señalando en este y en anteriores programas, del 18 al 25 de enero, un año más, y ya van más de cien, todas las Iglesias y confesiones cristianas celebran la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. En España, en la CEE, el responsable de ecumenismo es el sacerdote romano-madrileño Manuel Barrios Prieto, con quien ya conversamos.

            Sí, está bastante bien dicho lo de ‘sacerdote romano-madrileño’. Porque aunque nací en Madrid hace 51 años de padres canarios, he vivido toda mi infancia y juventud en Roma. Me formé en el Seminario Romano de San Juan Letrán y fui ordenado sacerdote en 1988 para la diócesis de Roma. Sin embargo, ya llevo 15 años en Madrid, donde soy párroco y he sido delegado episcopal durante varios años de Pastoral Familiar.

-- ¿Cuándo y por qué llegó Manuel Barrios al mundo del ecumenismo?

            Yo diría que los comienzos están en el colegio en el que estudié en Roma, que era un colegio
El Rev. John Macquarrie
Fuente de la imagen: nytimes.com
internacional inglés donde me encontraba a diario con compañeros de distintas confesiones cristianas y diferentes religiones, con muchos de los cuales sigo conservando relaciones de amistad que se han visto facilitadas en los últimos años por las redes sociales. De una forma más específica, mi interés por el ecumenismo se fortaleció al escribir mi tesis doctoral en la Universidad Gregoriana que vertía sobre los escritos de un teólogo anglicano escocés que en sus inicios había sido presbiteriano. Esto me llevó a familiarizarme con la teología protestante y a establecer contactos y a conocer la Iglesia de Inglaterra. Este teólogo, John Macquarrie, ha sido también un convencido impulsor del ecumenismo y del diálogo interreligioso y sus libros han sido muy influyentes en la formación de los ministros de la comunión anglicana.

 -- ¿Para servir en este ámbito pastoral, se necesita una vocación específica?

Yo diría que se necesita más bien tener una cierta sensibilidad: sentir un cierto dolor, una cierta pena, por la desunión de los cristianos y sentirse llamado a comprometerse para que el deseo del Señor, que expresó en su oración sacerdotal en la última cena de que todos sean uno, se haga realidad. Quizás ya en un segundo momento también son útiles ciertas dotes diplomáticas para evitar herir inútilmente sensibilidades en un ámbito donde aún perduran desavenencias del pasado, y quizás también dotes teológicas para poder acercarse sin miedo todo lo permisible a los hermanos separados.

-- ¿En qué medida la pastoral ecuménica es, de hecho, y ha de ser, como principio y necesidad, una acción pastoral de toda la Iglesia?

            En la medida en que la Iglesia se involucra en la tarea misionera y evangelizadora, que es su razón de
X Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias
ser, se hace cada vez más necesario trabajar por el testimonio unido de todos los cristianos, ya que se percibe con mucha claridad que la desunión es un fuerte impedimento para la evangelización.

-- En este sentido, ¿con que otros sectores pastorales es imprescindible la intercolaboración de cara a un buen trabajo y servicio pastoral?

            Es verdad que hay algunos sectores pastorales que están más directamente relacionados con el ecumenismo y el diálogo interreligioso como el de las misiones, el de las migraciones, el del turismo, el penitenciario, el de la acción social, etc. Sin embargo, creo que el espíritu ecuménico, es decir el deseo de trabajar juntos con todos los cristianos, debe de estar presente en todas las acciones de la Iglesia. Por ejemplo, en la pastoral familiar y de la defensa de la vida humana a la que me he dedicado muchos años, se pueden llevar a cabo muchas iniciativas con los hermanos de otras Iglesias y comunidades eclesiales, como también con miembros de otras religiones que comparten nuestra misma visión del hombre y de la familia. Esto ya se hace en algunos países con muy buenos resultados.

-- Con todo, ¿sigue siendo en España una “maría” de la pastoral el ecumenismo?

            En España la situación sociológica cuenta mucho. Tenemos que tener presente que en nuestro país más
Sede de la Conferencia Episcopal Española
o menos el 73% de la población se declara católica aunque después más de la mitad no participe regularmente en los actos de culto, mientras que los miembros de otras confesiones cristianas y religiones no pasan del 2,5 por ciento. Aunque esta realidad pueda verse afectada por la inmigración como ha pasado en los últimos años, los no católicos siguen siendo una pequeña minoría en nuestro país. Sin embargo, de esto no se si sigue que se deba descuidar la labor ecuménica, aunque no se perciba con la misma necesidad y urgencia que en otros lugares donde los católicos son minoría y con frecuencia minoría perseguida. Los católicos estamos llamados a sentir con toda la Iglesia y a llevar a cabo nuestra acción de acuerdo con las orientaciones eclesiales que valen para todos.

-- En la CEE, ecumenismo, en cuanto a organismo, está unidos a diálogo interreligioso. De hecho, la Comisión Episcopal cuyo secretariado diriges desde hace dos años y medio se denomina Comisión Episcopal para las Relaciones Interconfesionales. Explícanos lo que esto significa y cómo coordináis los trabajos en estos dos sectores.

            Yo personalmente preferiría que la Comisión se llamase de Ecumenismo y Diálogo Interreligioso como en otros lugares, ya que son dos ámbitos de acción muy distintos y con finalidades diferentes. Con los hermanos cristianos separados buscamos la unidad visible, mientras que con los miembros de otras religiones perseguimos un diálogo sincero, el conocimiento mutuo, y la colaboración para el bien común de la sociedad y el progreso humano. Las palabras ‘confesión’ y 'confesional’ pueden llevar a confusión.

-- Por cierto, Madrid acogió en octubre una cumbre internacional para el diálogo entre católicos y judíos. Haznos una breve referencia de la reunión y de sus principales conclusiones.

            Fue una reunión de un organismo que surgió a raíz del Concilio Vaticano II, llamado Comité de Enlace
Reunión del Comité de Enlace en Madrid en octubre 2013
Judeo-Católico (Jewish-Catholic Liasion Committee), que tiene la finalidad de servir como un instrumento de diálogo del más alto nivel entre la Iglesia católica y el mundo judío y que se reúne cada dos años. La reunión de octubre en Madrid fue la XXII y tenía como tema “desafíos a la religión en la sociedad contemporánea”. Participaron 50 delegados nombrados a partes iguales por la Pontificia Comisión para las Relaciones Religiosas con el Judaísmo y el Comité Judío para las Consultas Interreligiosas (
International Jewish Committee for Interreligious Consultations). Entre los participantes católicos estaban los cardenales Koch, Rouco Varela y Sistach, los arzobispos de Toledo y de Granada, varios profesores universitarios y expertos. Fueron unos días de intenso encuentro interpersonal y debate sobre temas de interés común. También se hicieron algunas visitas a sitios emblemáticos, como la ciudad de Toledo y la sede de la Comunidad Judía de Madrid. Una de los temas que salió más fue la persecución de cristianos en Oriente Medio y la preocupación que esto causa también en la comunidad judía.

 -- Con el Islam, ¿qué relaciones y cauces de diálogo y colaboración hay en España?

            De momento con el Islam las relaciones son más a nivel personal que institucional. Creo que es uno de los grandes retos para el futuro.

-- Volvamos al ecumenismo, al mundo intercristiano. ¿Cómo se prepara en la Iglesia en España la Semana de Oración de la Unidad: materiales, sensibilización?

            La Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos se prepara sobre la base de un material que es

elaborado conjuntamente por la Comisión “Fe y Constitución” del Consejo Mundial de Iglesias y el Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, a la luz de una propuesta que les llega de un grupo ecuménico local. A partir de ese material las Iglesias particulares y las comunidades eclesiales locales elaboran su propuesta y sus iniciativas para la Semana.

-- ¿Cuál ha sido su lema del 18 al 25 de enero, bien recientes?

Este año le tocó a un grupo del Canadá preparar la propuesta inicial que, partiendo de la riqueza natural y la multiculturalidad que caracteriza su país, eligió como texto bíblico de referencia un pasaje tomado de la primera carta a los Corintios de San Pablo en el que se encuentra la pregunta ¿Esta Cristo dividido?, que es lema de este año. En la propuesta que nos hacen se nos invita a saber agradecer y valorar los dones espirituales presentes en otras Iglesias y comunidades y a darnos cuenta de nuestra fundamental unidad en el bautismo y en la cruz de Cristo. Nosotros, en el hemisferio norte, acabamos de celebrar esta semana, pero en hemisferio sur, en el que ahora es verano, se suele celebrar alrededor de Pentecostés.

-- ¿Y cómo se celebra? Ponnos algunos ejemplos.

En Madrid, por ejemplo, donde soy delegado episcopal de ecumenismo, se celebra desde dos perspectivas. Por un lado, todas las parroquias, comunidades religiosas, colegios y capellanías reciben el folleto y los materiales de modo que puedan organizar según sus circunstancias un camino comunitario a lo largo de esos días. Por otro lado, también se propone conjuntamente con las demás Iglesias y comunidades eclesiales un programa de celebraciones ecuménicas en varios templos de la ciudad. También es importante que los católicos a título personal se unan a esta plegaria, utilizando para su oración personal a lo largo de la semana los mismos textos. En Madrid es oportuno destacar la importante labor que en este ámbito lleva a cabo el Centro Ecuménico Misioneras de la Unidad.

-- ¿Qué significa, qué está aportando el Papa Francisco para el ecumenismo?

            Bueno, creo que es indudable el fuerte impulso que el papa Francisco está dando al ecumenismo desde
Fuente de la imagen: revistaecclesia.com
la primera semana de su pontificado. Han sido muchos los discursos y gestos en este sentido, desde recibir a los representantes de las demás Iglesias y comunidades eclesiales y religiones el día después del inicio solemne de su pontificado, al reciente anuncio de su viaje a Tierra Santa que tiene un marcado carácter ecuménico e interreligioso. Junto con la conversión misionera y evangelizadora de la Iglesia, la atención preferencial por los pobres y la reforma de la curia, será sin duda uno de los grandes temas de este pontificado.

 -- Francisco habla de una nueva dimensión ecuménica: la de la sangre, la del martirio.

Sí, lo hizo el pasado el mes de diciembre en una entrevista y es una perspectiva muy interesante a la luz de la persecución de los cristianos en distintas partes del mundo y de una Iglesia que en el siglo veinte ha vuelto a ser Iglesia de mártires, como decía Juan Pablo II. Habrá que ver como se desarrolla esta interesante perspectiva.

-- A los 50 años del histórico encuentro y reconciliación en Tierra Santa entre los entonces Obispo de Roma y
Patriarca de Constantinopla, sus actuales sucesores, Francisco y Bartolomé, reeditarán el 25 de mayo próximo otro encuentro. ¿Qué supone el 5 de enero de 1964 en Jerusalén y cuáles son las expectativas del encuentro del 25 de mayo?

       Evidentemente, el encuentro del 5 de enero de 1964 fue un rencuentro histórico con muchísima repercusión ecuménica. Tuvo lugar después de la segunda etapa del Concilio Vaticano II, cuando ya se habían empezado a debatir los esquemas sobre la Iglesia y el ecumenismo. Poco después de ese encuentro se estableció el Secretariado para los no cristianos y se promulgaron estos documentos y se levantaron por ambas partes los decretos de excomunión vigentes desde hace siglos. Mucho cabo esperar, por tanto, de este próximo encuentro en mayo de este año en la Ciudad Santa.

-- ¿Sigue siendo tan importante el ecumenismo de los gestos?

Evidentemente, junto con el espiritual, el institucional, el de la caridad y el teológico, para que los gestos tengan contenido.

-- En 50 años, en este medio siglo, el ecumenismo ha avanzado más que un milenio. Recuerdas algunos hitos de este recorrido y señala las cuestiones pendientes.

            Muchísimos, desde las distintas comisiones mixtas y los importantes documentos que de ellas han
Fuente de la imagen: protestantedigital
surgido, como el de la justificación. Sobre todo destacaría el buen clima que se ha creado en las relaciones ecuménicas, que es fundamental para seguir progresando en el camino hacia la unidad visible y que era algo impensable antes del Concilio.

-- ¿Qué datos tienes del diálogo, de la cercanía Roma-Moscú-Moscú-Roma?

            Es un diálogo complicado por cuestiones históricas y por la presencia católica en Rusia, aunque las relaciones personales son muy buenas y se han dado pasos importantes en los últimos meses..

-- ¿Por qué caminos, ante su pluralidad y hasta dispersión, se ha de seguir avanzando en las relaciones con los hermanos cristianos surgidos de la Reforma Protestante?

El diálogo con las Iglesias surgidas de la reforma implica hoy tratar, además de los temas teológicos e institucionales, como el lugar de la mujer en la Iglesia, cuestiones también éticas relacionadas con la familia y la sexualidad que hacen más complejo este diálogo.

-- Participaste, Manuel, en octubre, en una reunión internacional en Corea de Consejo Mundial de la Iglesias (CMI). ¿Qué es el CMI y qué misión tiene?

Oración de apertura de la X Asamblea del CMI
El Consejo Mundial de Iglesias se define como una “comunidad (fellowship) de iglesias que confiesan al Señor Jesucristo como Dios y Salvador”. Representa actualmente a más de 300 Iglesias y es probablemente la expresión más importante del movimiento ecuménico. Aunque la Iglesia católica no es miembro de este consejo, participa como observadora en sus reuniones y es su interlocutor principal para el diálogo ecuménico.

-- Por favor, en un minuto, haznos una crónica del encuentro del CMI en Coria, su significación, perspectivas…

            Fue una intensa experiencia ecuménica, de encuentro con hermanos separados de muchos países y tradiciones eclesiales distintas, de oración en común, de debate sobre temas de interés común. Entre las distintas cosas surgidas, de esta X Asamblea destacaría una importante declaración sobre la misión que está llamada a inspirar la acción evangelizadora de las Iglesias pertenecientes al Consejo Mundial en los próximos años y que tiene muchas similitudes con la Exhortación Apostólica Evangelii gaudium, por ejemplo su insistencia sobre el protagonismo de Dios y del Espíritu en la misión.

jueves, 30 de enero de 2014

Ecumenismo o proselitismo


            Este es el texto de un sermón dado el lunes 20 de enero 2104 en el contexto de la Semana de Oración la Unidad de los Cristianos en la Iglesia de la Resurrección de la Iglesia Evangélica Española (Calle Butrón, 20 Madrid).

Juntos... de ningún don carecéis

Día 3 del Octavario de Oración por la Unidad de los Cristianos 2014
Lecturas: Job 28, 20-28, Salmo 145, 10-21, Efesios 4, 7-13; Marcos 8, 14-21

Esta mañana recibí una llamada de teléfono a través del arzobispado de Madrid de una señora,
Cartel de la CEE
probablemente una catequista, que quería saber que tenía que hacer una chica ortodoxa rumana para ‘pasarse a la Iglesia católica’. Yo le pregunté acerca de los motivos de esta chica para hacerse católica y me dijo que había llegado al convencimiento de que la Iglesia católica era la verdadera y que también era la que mejor atendía a sus feligreses. Me dijo la mujer que me llamaba que ella misma había preparado a esta chica para hacerse católica y que siguiendo lo que le habían dicho, había intentado ir a la parroquia católica que correspondía pero que el párroco le daba largas.  Al final de la conversación le dije que me enviara un correo electrónico con todos los datos y que yo mismo me pondría en contacto con la chica para entrevistarme con ella. Cuento esto porque esta señora que me llamó esta mañana durante nuestra conversación telefónica se sorprendía una y otra vez que yo no estuviese dando saltos de alegría por esta nueva conversa que había vuelto al redil y se disgustaba de que hiciera tantas preguntas y dificultara tanto el tema. Mi actitud no se debía solo a la clara sospecha de que esta chica había sido inducida a esta ‘conversión’ por esta señora que probablemente la había ayudado económicamente en un momento difícil y se había aprovechado de ello para catequizarla. Abro aquí una pequeña paréntesis para hablar de un documento importante que ha pasado un poco desapercibido y creo que nos interesa a todos y está muy relacionado con lo que estoy contando. En 2011, después de varios años de trabajo conjunto, el Pontificio Consejos para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, el Consejo Mundial de Iglesias, y a invitación de éste, la Alianza Evangélica Mundial, hicieron público un documento titulado El testimonio cristiano en un mundo multirreligioso, en el que ofrecen orientaciones sobre el modo correcto de evangelizar y misionar en nuestro mundo tan variado. El procedimiento que presumiblemente utilizó esta señora con la chica rumana, aprovechándose de su debilidad para convertirla, evidentemente no es aceptable y es triste que se siga utilizando en algunas Iglesias. De todos modos, junto a la sospecha acerca de la sinceridad de este cambio de la chica, lo que realmente no me hacía saltar de alegría es el hecho de que yo no trabajo para esto: yo no trabajo para que miembros de otras Iglesias se hagan católicos, y no me alegro especialmente de ello cuando acontece; yo trabajo por la unidad de los cristianos, por una Iglesia una pero legítimamente plural como la quiere el Señor.

He contado esta anécdota de esta mañana porque creo que pone de manifiesto el cambio que ha
Iglesia de la Resurrección de la IEE durante el acto
tenido lugar en la Iglesia católica en los últimos cincuenta años en referencia al ecumenismo y que hace posible que yo esté aquí esta tarde. Esta señora manifiesta la actitud preconciliar, anterior al Concilio Vaticano II. Ella piensa realmente que lo mejor para esta chica rumana es hacerse católica, y aunque quizás utilice métodos discutibles, lo hace con buena intención pensando en su salvación. Sin embargo, la actitud de la mayoría de los católicos –aunque siempre queden personas que siguen pensando según los esquemas del pasado- ha cambiado y esto ha sido gracias al Concilio Vaticano II. Para no extenderme mucho, creo que hay dos enseñanzas del Concilio que han sido importantes para que se diera este cambio. Una está relacionada a una nueva interpretación de la famosa doctrina extra Ecclesiam nulla salus –fuera de la Iglesia no hay salvación –, que ya no podemos interpretar los católicos en el sentido de que quien no pertenece visiblemente a la Iglesia católica romana no se salva; y la otra enseñanza fundamental del Concilio es no haber querido identificar a la Iglesia fundada por Cristo exclusivamente con la Iglesia católica romana, lo que lleva a reconocer a otras comunidades cristianas como verdaderas Iglesias.

Estos importantes y osados planteamientos conciliares han significado un cambio profundo y han
Sesión del Concilio Vaticano II
llevado a los avances ecuménicos de los últimos 50 años. Evidentemente, queda mucho por hacer: hay muchos temas que aún no están resueltos y heridas que siguen abiertas. Pero qué importante es reconocer la verdad de estas dos enseñanzas del Concilio Vaticano II, es decir,  que no es necesario pertenecer a mi Iglesia para salvarse y que la Iglesia que el Señor quiso no se identifica totalmente con la mía. Puede que nos cueste mucho aceptar esto, también a los católicos por mucho que lo haya dicho un concilio. De hecho, hay personas y grupos que siguen considerando estas enseñanzas una traición del magisterio precedente. Sin embargo, creo que son dos verdades evidentes y que tienen un sólido fundamento bíblico. Así, por ejemplo, el apóstol Pablo, al comenzar su primera carta a los Corintios, se dirige, junto con el hermano Sóstenes, a la Iglesia de Dios que se reúne en Corinto, pero también a “todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de Jesucristo, Señor suyo y nuestro”, es decir, a todos los que reconocen el señorío de Cristo. Esto es lo que para Pablo es fundamental para salvarse: no el pertenecer a una Iglesia concreta u otra, como tampoco al pueblo de Israel, sino confesar a Jesús como Mesías y Señor, ser encontrado en él, no con una justicia que viene de nosotros, de hacer las cosas bien según la ley, sino con una justicia que nos es dada gratuitamente por él, por su muerte en la cruz.

El texto bíblico que he citado, de la primera carta del apóstol Pablo a los Corintios, forma parte del
que se ha elegido para los materiales de la Semana de Oración de este año. Como sabemos, los han preparado un grupo ecuménico de Canadá, país que es muy interesante por su recorrido ecuménico, que llevó a la creación de la Iglesia Unida de Canadá en 1925 y al Consejo Canadiense de las Iglesias en 1944 que representa al 85% de los cristianos del país. Es también un país con muchos recursos naturales y con mucha riqueza cultural, con muchos dones de Dios. De ahí que se haya elegido como texto bíblico el primer capítulo de la primera carta del apóstol Pablo a los corintios que habla de los muchos dones que Dios ha otorgad a esta comunidad y del peligro de la desunión.

La comunidad de Corinto vivía en un contexto multirreligioso y multicultural parecido al de algunas ciudades de Canadá, y había recibido muchos carismas, pero corría el serio peligro de la ruptura de la unidad. Habían pasado por ella diversos grandes personajes del cristianismo primitivo después de que Pablo la fundara, y se habían formado grupos que daban más importancia a su vinculación con el líder que a su relación con el Señor. Pablo tiene que recordar a los corintios que es Cristo el quien salva, es en él en el que fueron bautizados, fue él quien murió en la cruz, y Cristo no está divido, como no lo puede estar su Iglesia que es su cuerpo en la que se entra por la fe y el bautismo que nos unen el Señor y no un líder por muy importante que sea.


En la propuesta que se nos hace en los materiales para el día de hoy, tercer día del octavario, bajo el
Detalle de la Última Cena.
P. Marko Rupnik - Centro Aletti
Iglesia de Juan Pablo II - Cracovia (Polonia)
centroaletti.com
título “Juntos ... de ningún don carecéis”, se nos invita a no estar quejándonos continuamente de lo que todavía nos falta, como los apóstoles que en la barca comentaban que no tenían pan, olvidándose de los multiplicación de los panes y de lo que el Señor ya les había dado. Así también el autor de la Carta a los Efesios non exhorta a darnos cuenta de los dones que el Señor ha otorgado según su beneplácito para la edificación del único cuerpo de Cristo y para que lleguemos a “la talla de Cristo”. En la misma carta, el autor, poco antes del texto que se nos ha proclamado, nos pide no ahorrar esfuerzos “para consolidar con ataduras de paz la unidad, que es fruto del Espíritu”, ya que 'uno es el Cuerpo, uno es el Espíritu, una es la esperanza, uno es el Señor, una es la fe y uno el bautismo y hay un solo Dios que es Padre de todos'.

Hermanos y hermanas: Hay muchas cosas que ya nos unen y hay mucho que ya podemos hacer por la unidad de la Iglesia y por el mundo al que somos enviados.. En la reciente X Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias mucho se habló de nuestro necesario compromiso por la justicia, tanto por la justicia social y económica, como la ecológica y de género Esto ya es algo que podemos y debemos hacer también conjuntamente. Todos nos damos cuenta de los estragos que produce un cierto tipo de laicismo que da la espalda a Dios y no reconoce la dignidad inviolable de todo hombre y mujer. Juntos también estamos llamados a anunciar a este mundo, con la estulticia de la predicación, a aquellos que van detrás de los ídolos, o persiguen una sabiduría mundana o buscan signos prodigiosos, el mensaje de la cruz, sabiduría de Dios y poder de Dios. Así lo decía también el papa Francisco recibiendo una delegación ecuménica de Finlandia el pasado viernes 17 de enero, señalando que en una sociedad secularizada como la nuestra, nuestro testimonio debe centrarse en el núcleo de nuestra fe que todos compartimos, en el “anuncio del amor de Dios que se ha manifestado en Cristo su Hijo”.

Quiero terminar con una breve oración por la unidad de los cristianos compuesta por las Iglesias de Escocia en 1990 y retomada en los materiales para la Semana de la Unidad del año 2010:

Señor, tómanos desde donde estamos actualmente
y condúcenos allá donde Tú quieres que vayamos.
Haz que no seamos solo los encargados de una herencia,
sino las señales vivas de tu reino que viene.

Enciéndenos la pasión por la justicia y la paz entre todos los pueblos.
Llénanos de fe, de esperanza y de amor
que están en el corazón del Evangelio
y háznos UNO en el poder del Espíritu Santo:

Que el mundo crea,
que tu nombre sea santificado en tu Pueblo,
que tu Iglesia pueda reconocerse efectivamente reunida en un único cuerpo.
Nos comprometemos a amarte, servirte y seguirte
no como extranjeros unos de otros, sino como peregrinos. Amén.

martes, 21 de enero de 2014

Unidos en el Cordero de Dios que quita el pecado de todos

Reflexiones en torno al II Domingo del Tiempo Ordinario (ciclo A)
y a la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos 2014

Domino 19 de enero 2014 (Misa emitida por Radio Nacional de España)

La Liturgia de la Palabra de este segundo domingo del Tiempo Ordinario, aun en la estela de la
Ecce agnus Dei
Philippe de Champaigne  1657
Museo de Grenoble (Francia)
Fiesta de la Epifanía, se centra en el testimonio de Juan, que, al ver acercarse a Jesús, exclama: “Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. ¡Qué audaz y qué bella esta expresión del Bautista! ¡Cuánta riqueza de significado hay en ella! Juan no hace un discurso teológico acerca del Mesías, sino utiliza una imagen que evoca sentimientos de mansedumbre e inocencia. A los judíos que le escuchaban les podía recordar a los corderos que eran sacrificados diariamente en el templo, o al cordero pascual, o a ese otro cordero que cargado simbólicamente con los pecados del pueblo era llevado al desierto. Quizás en algunos podían resonar esas palabras enigmáticas de Isaías de uno que “maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca, como cordero llevado al matadero (Is 53,7). Los cristianos estamos en mejor situación que los judíos de entonces para entender el verdadero alcance de las palabras de Juan: Jesús es el Mesías, el Esperado, el Elegido. Pero lo es como siervo de Yahvé, como cordero de Dios que se carga con los pecados y los aleja de nosotros, como inocente que paga por los culpables. A partir de la muerte salvífica del Mesías, ya también el dolor de los inocentes, ese dolor que tanto nos escandaliza, el sufrimiento de aquellos que sin culpa padecen las consecuencias del pecado de todos, lo podemos ver en una nueva luz y apreciar su fecundidad.

Este domingo se sitúa dentro del Octavario de Oración por la Unidad de los Cristianos. Juntos con los creyentes en Cristo de las demás Iglesias y comunidades eclesiales elevamos una común plegaría a lo largo de estos días para que seamos uno, como ya suplicó Jesús al Padre en la noche en fue entregado. El lema elegido para este año es un pregunta que encontramos en la primera carta de san Pablo a los Corintios, cuyo comienzo se nos ha proclamado hoy como segunda lectura: ¿Es que Cristo está dividido? (1 Co 1,13). El apóstol se refiere a las divisiones que existían en la comunidad de Corinto en la que se habían formado grupos que se reconocían en algunos de los personajes importantes del cristianismo de entonces: Pablo, Apolo, Pedro… Pablo hace notar que más allá de estos fuertes liderazgos, está la fundamental unión en Cristo, que es el que fue crucificado por nosotros y en el que fuimos bautizados. No niega san Pablo una legítima pluralidad dentro de la Iglesia, pero subraya la esencial unidad de todos bajo el señorío de Cristo. Es lo que expresa con claridad el apóstol en el texto de la segunda lectura de hoy cuando dice que él y Sóstenes escriben a la Iglesia de Dios en Corinto, pero también “a todos los demás que en cualquier lugar invocan el nombre de Cristo, Señor de ellos y nuestro”.

Esta universalidad del señorío de Cristo, de la salvación que en él se ofrece a toda la humanidad, 
Cartel de la Conferencia Episcopal Española
está bien expresada en las palabras del profeta Isaías de la primera lectura: “te hago luz de las naciones para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra”. La Iglesia está llamada a anunciar y llevar la salvación a todos los pueblos, a hacer suyas las palabras del salmista: “He proclamado tu salvación ante la gran asamblea; no he cerrado los labios, Señor, tú lo sabes”. Las divisiones en la Iglesia hacen que se nos cierren los labios, que nuestro testimonio no sea límpido. Anunciamos un cordero de Dios que quita el pecado y sin embargo no estamos unidos a causa de nuestro pecado. Hagamos hoy de nuevo el propósito de comprometernos por la unidad visible de la Iglesia que es la voluntad del Señor. Digamos hoy con los labios, pero también con el corazón, uniéndonos así al salmista, pero también al Cordero a Dios, al Christus totus, cabeza y cuerpo: “Aquí estoy, como está escrito en mi libro, para hacer tu voluntad”.

Queridos hermanos: Aprendamos a reconocer y alegrarnos por los dones de Dios presentes en otras Iglesias y comunidades eclesiales que nos enriquecen a todos, como se nos propone en lo materiales de este año para la Semana de la Unidad. Pero reconozcamos sobre todo nuestra unión profunda en Cristo muerto y resucitado, en el Cordero que cargó con nuestros pecados y los hizo desaparecer, en el único Señor en el que fuimos bautizados recibiendo su Espíritu. Más nos unamos al Señor, más vivamos nuestro común bautismo, más imitemos al cordero inocente que vence el mal con el bien, que se carga con el pecado de los demás, más nos acercaremos a esa unidad visible de los creyentes en Cristo que tanto anhelamos.


jueves, 16 de enero de 2014

Las manifestaciones del Señor que tanto necesitamos


Reflexiones en torno a la Fiesta del Bautismo del Señor
Domingo 12 de enero 2014

Hay momentos en la vida en que necesitamos una confirmación del camino que hemos elegido, de
Fuente de la imagen: thegospelcoalition.org
que lo que estamos haciendo y a lo que dedicamos nuestra vida, lo mejor de nosotros mismos, es lo que hay que hacer por muy duro que parezca. Desde una perspectiva más religiosa, diríamos que querríamos que Dios nos muestre con claridad que estamos haciendo su voluntad, que estamos cumpliendo ‘toda justicia’ como Jesús, que la cruz que hemos abrazado es la que él quiere para nosotros y es instrumento de nuestra salvación.

            Un tal momento epifánico debió de ser para Jesús su bautismo de manos de Juan en el río Jordán. Aunque es siempre arriesgado pretender saber lo que pensaba y sentía Jesús -el conocimiento que tenía de su misión y de su destino, de quién verdaderamente era- porque es intentar ahondar en ese misterio tan único que los teólogos llaman la unión hipostática, es decir, la unión en Jesús de lo humano y lo divino, sí podemos atrevernos a afirmar algo a partir de su plena humanidad. Jesús es en todo igual a nosotros excepto en el pecado, lo que nos lleva a pensar que su bautismo, según lo narran los evangelios, fue para él un momento crucial en su vida, señaló un antes y un después. Jesús recibe como uno más el bautismo de Juan, un bautismo que era signo de conversión y que servía para prepararse para el juicio inminente de Dios que el Bautista anunciaba. Jesús se pone en la cola de los que se reconocen pecadores y necesitados de purificación y baja a las aguas del río, signo de muerte y de vida. De este modo, Jesús se solidariza
Icono de la Epifanía de Novgorod (s. XV-XVI)
plenamente con el pecado del hombre y asume sobre sí su consecuencia más terrible que es la muerte. Por eso en los iconos orientales se representan las aguas del río Jordán como si fueran una tumba que envuelve a Jesús, ya que el bautismo del Señor es anticipo de su muerte y resurrección. Y del mismo modo que en el misterio pascual, al rebajamiento de Jesús que muere en la cruz corresponde la exaltación por parte del Padre que lo resucita, así, en el bautismo, al salir de las aguas baja sobre él el Espíritu y es declarado Hijo amado. Para Jesús este momento fue una relevación y confirmación de su misión como siervo sufriente, como mesías, como Hijo amado que obedece a la voluntad del Padre eligiendo el camino del servicio.

            Nosotros también necesitamos de tales momentos epifánicos en nuestra vida. Le pedimos al Señor que en su enorme benevolencia no los conceda para no desfallecer y desanimarnos. Sobre todo cuando hemos elegido el camino de Jesús, el camino de la cruz, el camino de vencer el mal con el bien, el camino del amor cristiano, del amor hasta la entrega. Necesitamos saber que Jesús es el verdadero Mesías, el Salvador, el Hijo del Padre, que su palabra es verdad y vida. Y necesitamos que Dios también nos hable a nosotros como hizo con Jesús y nos diga: “Tú eres mi hijo amado, en ti me complazco”.
Fuente de la imagen: Los Angeles Public Library


            Estos momentos epifánicos, de revelación, de confirmación en el camino elegido, suelen acontecer en un contexto de oración y en relación a la Iglesia. Es en ella en la que Jesús se nos revela como Señor y experimentamos la fuerza salvífica de la cruz y su fecundidad a través de los hermanos. Así lo constatamos en aquellas personas que conocemos que, a imagen del ‘Cordero de Dios que quita el pecado del mundo’, se cargan con el pecado de los demás y redimen a la humanidad. También en aquellos otros a los que el Señor, para unirlos más consigo, no les concede estos momentos de revelación, y viven en la oscuridad de la fe su seguimiento de Jesús crucificado, como Madre Teresa de Calcuta en los últimos años de su vida. 

jueves, 9 de enero de 2014

Cómo será el 2014 depende también de nosotros

Reflexiones en torno al 1 de enero 2014
Solemnidad de Santa María, Madre de Dios
XLVII Jornada Mundial por la Paz

Comenzamos este nuevo año, que es el año del Señor 2014, ya que nosotros contamos los años a
partir del nacimiento de Jesús, según el cálculo que hizo un monje - Dionisio el Exiguo- en el siglo VI a petición del papa Juan I para establecer el primer año de la era cristiana en sustitución de los años dioclecianos. Este modo de contar los años se volvió dominante en Europa a partir del siglo VIII. Esto muestra lo mucho que la fe cristiana se ha encarnado en nuestra cultura, ya que el criterio que utilizamos para determinar el tiempo es el acontecimiento fundamental de la encarnación del Hijo de Dios, un acontecimiento a la vez temporal y trascendente, que para los creyentes es el centro de la historia del cosmos y del hombre.

De este acontecimiento, de su significado eterno y temporal, nos habla san Pablo en un texto crucial de su carta a los Gálatas en el que menciona también a la mujer que colaboró para hacerlo realidad, es decir, a María, la Madre de Dios, como la celebramos el uno de enero. Dice el apóstol que cuando “llegó la plenitud del tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la Ley”. Este es el acontecimiento fundamental, temporal y trascendente, que marca un antes y un después en la historia. Ahora ya estamos en la era cristiana, no solo de iure, o por consenso y conveniencia de etiquetaje, sino de facto, en el año del Señor 2014, anno domini, y no ‘año desde la fundación de Roma; ya estamos en los ‘últimos tiempos’, como dice san Pablo en otro lugar. Ya Dios ha venido a la tierra, ya se ha revelado y hecho presente plenamente. En un momento puntual de la historia humana, Dios envía su Hijo para liberarnos de la esclavitud de la Ley y para que recibiéramos la adopción filial. Desde entonces, somos hijos y no esclavos y, por tanto, también herederos por voluntad de Dios, herederos de la vida de eterna. En estas pocas palabras se expresa el misterio que celebramos los días de Navidad y su significado para nuestras vidas. Dios nos ha adoptado como hijos. Ya no dependemos del cumplimiento de una Ley para estar a bien con Él. Dios mismo ha tomado la iniciativa, nos ha primereado, utilizando un neologismo propuesto por el papa, y nos ha hecho íntimos suyos. Prueba de ello es que ha enviado en nuestros corazones el Espíritu Santo que nos capacita para dirigirnos a Dios como lo hacía Jesús en su vida terrena, llamándolo Padre, Abbá.

Comenzamos este año 2014 con sentimientos que pueden ser muy diversos. Por un lado, la fe nos invita a la esperanza, a darnos cuenta que es ‘año del Señor’, que ya ha llegado la plenitud e los tiempos, que ya tenemos la promesa cierta del reino futuro. Por otro lado, la situación actual política y económica nos preocupa. Podemos enfrentarnos a este nuevo año que empieza con algo de miedo, de temor por el futuro, tanto por el nuestro y el de nuestras familias, como por el de la humanidad. Hay crisis económica sin apariencia de una rápida solución, hay problemas sociales graves, hay zonas donde hay conflictos o pueden surgir, como Siria, el Cáucaso, Japón, China, Irán… Hay avance de un islamismo fanático e intolerante. Hay persecución de cristianos. El 31 de diciembre, el papa Francisco, en la rezo de Vísperas al terminar el año 2013, se preguntaba cómo sería el nuevo año que iba a comienzar. Lo hacía refiriéndose directamente a la ciudad de Roma y al contraste entre sus bellezas artísticas y culturales y sus problemas sociales, y contestaba: “¡Depende de nosotros!”. Como será el nuevo año depende de nosotros. Es verdad que hay cosas que nos sobrepasan, hay cosas en las que parece que podemos hacer poco o nada, que nos vienen dadas, pero también es verdad que hay otras muchas que sí dependen de nosotros. Aunque aparentemente los problemas económicos y sociales y los conflictos internacionales que tanto nos preocupan nos exceden, no debemos caer en un fatalismo derrotista. Lo que pasará en el 2014, tanto a nosotros y a nuestras familias, como a la humanidad, depende también de nosotros.

Por un lado, depende de nosotros la actitud con la que lo viviremos este nuevo año. Aunque no podamos decidir acerca de muchos acontecimientos, de si tendrán lugar y de cómo se desarrollarán, si podemos decidir la forma de enfrentarnos a ellos. Por otro lado, también muchas cosas dependen directamente de nosotros, de que tomemos ya de una vez las decisiones fundamentales de nuestra vida que quizás durante largo tiempo hemos pospuesto por miedo o pereza.

Una de las cosas que depende también de nosotros es la paz. El uno de enero se celebra la 
Icono bizantino de la Theotókos
procdeente del Monasterio de
Santa Catalina (Monte Sinaí, Egipto)
es.wikipedia.org
Jornada Mundial de la Paz, este año la 47. En su mensaje para este día, el papa Francisco habla de la fraternidad como fundamento y camino para la paz. En el rezo del Ángelus, después de haber celebrado la misa del uno de enero, el Pontífice comentó que hay que buscar la paz empezando ‘desde casa’. Esto evidentemente depende de nosotros. Estamos llamados a construir la paz partiendo de nuestro círculo más cercano, el de la familia, que muchas veces es el más difícil.


Al celebrar el uno de enero la maternidad divina de María, es decir, el misterio de Dios que entra en la historia humana, en la carne del hombre a través de María, encomendamos a ella este nuevo año que empieza, pidiendo al Señor a través de su intercesión que nos lo haga vivir con responsabilidad y compromiso.

jueves, 2 de enero de 2014

Navidad y pobreza de espíritu


Pensamientos en torno a la Navidad 2013


El día de la Vigilia de Navidad me mandó una amiga un Whatsupp con una foto de un belén que había hecho en un rincón de su casa; “mi sencillo belén” escribió, explicando la foto, y así en efecto era: un nacimiento muy sencillo con la cabaña con paja y un ángel en el techo, el buey y la mula, la sagrada familia, alaguna ovejas y los reyes magos, unas palmeras... Todo muy sencillo, pero bellísimo y se notaba que hecho con mucho cariño. Creo que ese belén representa muy bien el misterio, con M mayúscula, que celebramos en estas fiestas, misterio de amor y de sencillez, misterio de un Dios que se hace pobre y débil, misterio de un Dios que entra en nuestra historia y cotidianidad, nuestra ordinariez, entendiendo bien esta palabra.

He pensando mucho estos días en lo importante que es la tradición del belén impulsada por esa representación viviente que hizo san Francisco del nacimiento de Jesús en 1223 en Greccio, haciéndose traer unos animales y un pesebre, y hablando del nacimiento del ‘Rey pobre’. Cuando hacemos un belén, hacemos un acto de amor, de ternura y de fe, como hizo esa noche de hace casi 800 años el ‘pobrecillo de Asís’, queriendo hacer presente en nuestras casas e Iglesias el acontecimiento que ha cambiado la historia del mundo y que da sentido a nuestra vida. Lo hacemos sabiendo que representar ese misterio de salvación es un modo de anunciarnos y anunciar la buena noticia de Jesús y de hacerla presente en nuestros hogares y templos, sobre todo cuando estamos pasando por momento difíciles. Es un modo de decir que nuestra vida por muy mal que esté, con toda su cotidianidad y ordinariez, tiene sentido. Hacer un belén, diría yo, es un modo concreto de orar, de alabar y adorar y dar gracias a Dios.

Hay un aspecto del nacimiento de Jesús que se representa con mucha expresividad en la tradición de
El pesebre de Greccio - Giotto (1295-1299)
            Basílica Superior de Asís (Italia)
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los belenes y que creo que este año cabe destacar. Es la primera Navidad del papa Francisco, que ha elegido este nombre como papa por su cercanía espiritual con el santo de Asís y por su especial predilección por los pobres. De hecho, lo que sin duda caracteriza más este pontificado realmente profético para nuestro tiempo es su clara opción por lo pobres, como puso claramente de manifiesto a los pocos días de ser elegido hablando con los periodistas: “¡Cómo me gustaría una Iglesia pobre y para los pobres!”, dijo. Esta opción para el papa no es una cuestión de marketing, como algunos podrían pensar, ni tampoco una estrategia evangelizadora, ni un mero asunto de justicia social o de coherencia, o algo romántico y sentimental, ni se debe a que los pobres sean moralmente más buenos, sino es una elección que tiene un claro fundamento teológico: es Dios quien elige a los pobres, es Dios quien opta claramente por ellos, como constatamos al leer la Biblia. Privilegiar a los pobres es lo que hace Dios desde siempre. El nacimiento de Jesús en Belén es también una clara muestra de ello y así lo representamos en nuestros belenes.

En el documento programático para la misión de la Iglesia en los próximos años titulado Evangelii gaudium que se hizo público hace pocos días, el papa lo dice expresamente: “Hoy y siempre ‘los pobre son los destinatarios privilegiados del Evangelio’, y la evangelización dirigida gratuitamente a ellos es signo del Reino que Jesús vino a traer. Hay que decir sin vueltas que existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres. Nunca los dejemos solo” (n. 48).

Papa Francisco en una cárcel de menores
        Casal del Marmo - Roma (Jueves Santo 2013)
Fuente de la image: vaticaninsider
         Esto es lo que representamos en nuestros belenes: esta buena noticia para los pobres del Dios que se ha hecho uno de nosotros, de Dios que se hace pobre para enriquecernos con su pobreza. Vivir verdaderamente la Navidad implica hacer nosotros también esta opción por los pobres y la pobreza, por el camino de las bienaventuranzas, por hacernos niños para poder entrar en el reino de loa cielo, por ser pobres en el espíritu, por ser de esos sencillos a los que Dios revela sus misterios. Por eso el misterio de Navidad choca tanto con la mentalidad consumista de nuestra sociedad que está a sus antípodas. Ni Herodes, ni los doctores del pueblo de Israel se acercaron a Belén, sino solo los pastores y los buscadores sinceros de la Verdad. ¡Que Dios conceda a su Iglesia y a todos nosotros descubrir en el año del Señor 2014 –que ya va siendo hora- la dicha que supone vivir las bienaventuranzas, la felicidad que da el ser de los pobres de espíritu, como María y José!

viernes, 20 de diciembre de 2013

Atención selectiva hacia los signos del reino de Dios

Homilía Domingo 15 de diciembre de 2013
III Domingo de Adviento (ciclo A)


Fuente de la imagen: www.slysajah.com
Cuando nos enfrentamos con la realidad que nos rodea -o con nosotros mismos- ponemos en acto lo que los psicólogos llaman una ‘atención selectiva’. Al ser la realidad tan rica de estímulos, tan inabarcable, ponemos nuestra atención solo en algunas cosas y descuidamos o ignoramos otras que consideramos menos relevantes para la tarea que tenemos entre manos. Así, por ejemplo, yo ahora al mirar este templo, me fijo solo en ciertos detalles que me pueden ser útiles en este momento de la homilía, como las personas presentes, sus caras -si se están aburriendo-, el micrófono y su amplificación, las lecturas que hemos proclamado, etc., mientras otros aspectos del templo están en un segundo plano, por ejemplo, el sistema eléctrico y la calefacción, las pinturas, los ruidos que llegan de fuera, etc. Con frecuencia es nuestra situación actual o el humor del momento lo que hace que nos centremos más en unos detalles que otros: si nos sentimos amenazados estaremos particularmente atentos a posibles peligros que están presentes, o si estamos tristes destacaremos los elementos más acordes con este estado de ánimo.

            En parte de esto nos habla el evangelio hoy, invitándonos a practicar una atención selectiva hacia los signos del reino de Dios que ya está presente y actuante en nuestro mundo. Darnos cuenta de estos signos nos lleva a la alegría y nos anima a la paciencia, aguardando el cumplimiento definitivo de las promesas, como hace el labrador que espera confiadamente a que la tierra dé su fruto a su debido tiempo. Cuando Juan envía desde la cárcel a algunos de sus discípulos a Jesús para que le pregunten si él es “el que ha de venir”, estaba pasando por un momento difícil, de dudas, y tendía a aplicar una atención selectiva centrándose en los elementos que contradecían la llegada del reino que él había con tanta valentía y fuerza anunciado. Él estaba en la cárcel y las promesas mesiánicas que hablaban de la liberación de los presos no se hacían realidad en su caso, lo que ya le disponía mal, y la llegada del reino que él había imaginado en términos de juicio final parecía todavía lejos. Lo signos a los que él atendía le llevaban a pensar que quizás se había equivocado, que los tiempos mesiánicos aun no habían llegado, que aquel que había identificado como el Siervo de Dios quizás no lo era.

            Sin embargo, seguía teniendo algo de esperanza en la verdad de la llegada del reino de Dios. Había
San Juan en la cárcel
Juan Fernández de Navarrete (1565)
Museo del Hermitage - S. Petersburgo (Rusia)
visto a Jesús a orillas del Jordán y reconocido en él por inspiración divina al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. De este Jesús le habían llegado noticias que enseñaba con autoridad, aunque su mensaje era más de misericordia que de juicio, y que hacía signos y milagros, algunos portentosos. De ahí que lo mejor era preguntarle directamente a él si era el mesías. Jesús contesta invitando a centrar la atención en los signos que él hace que son los signos mesiánicos anunciados por los profetas, mencionados también por Isaías en la primera lectura de hoy.

            Él es el Mesías esperado, el anunciado por los profetas, aunque su venida no sea tal como se la esperaba Juan. Jesús invita a saber interpretar bien los signos del reino aunque sean pequeños y humildes, tanto que casi podrían pasar desapercibidos. Reconocer estos signos debe llevar a la alegría que nace de constatar que Dios cumple sus promesas de liberación. También nos debe llevar a la paciencia, ya que los tiempos de Dios no son los nuestros, y debemos aprender a ‘esperar en silencio la salvación de nuestro Dios’, como se dice en el Libro de las Lamentaciones (cfr. Lm 3, 26).

            Este evangelio tiene fácil aplicación a nuestra vida porque con frecuencia nos pasa lo mismos que a Juan. Cuando estamos pasamos por un momento difícil como el del Bautista, aplicamos una atención selectiva solo a lo malo que está a nuestro alrededor, cosa que nos lleva a dudar de Dios y de su providencia, a dudar de que su reino está cerca, lo que nos entristece y desanima. En estos casos conviene que hagamos lo mismo que hizo con cierta intrepidez Juan, es decir, preguntarle directamente al Señor, y los Salmos están llenos de expresiones que podemos hacer nuestras: “¿Es que el Señor nos rechaza para siempre y ya no volverá a favorecernos? ¿Se ha agotado ya su misericordia, se ha terminado para siempre su promesa? ¿Es que Dios se ha olvidad de su bondad o la cólera cierra sus entrañas?" (Sal 77, 8-10).

            Y posiblemente el Señor no dé la gracia de abrirnos los ojos para ver los signos, aunque pequeños,
Papa Francico y Vinicio
Fuente de la imagen: 40limon.es
de su actuar y de su presencia en el mundo; esos signos de amor verdadero, de amor en la dimensión de la cruz, de entrega hasta dar la vida, signos de perdón, de ciegos que ven, de cojos que caminan, de pobres a los que se les anuncia gratuitamente el evangelio. Signos presentes en su Iglesia y también fuera de ella que hablan de la victoria de la cruz, que testimonian la verdad de la resurrección.


            Darnos cuenta de estos signos, tener una atención selectiva hacia ellos, nos llena el corazón de alegría y de esperanza para ser pacientes y aguardar con vigilancia, en la oración y la alabanza, la ya cierta venida del Señor. El Señor viene a salvarnos, el Señor viene a establecer definitivamente su reino, y para los que quieren ver ya hay signos evidentes de ello. El cristiano no es ni optimista, ni pesimista, según lo criterios el mundo. Es alguien que conoce la fuerza del pecado, su poder en el mundo y en cada ser humano, pero que también sabe del poder de Dios y de como se va abriendo paso en nuestro mundo y en nuestra historia.

martes, 3 de diciembre de 2013

Invitación a la alegría


Homilía Domingo 1 de diciembre de 2013
I Domingo de Adviento (ciclo A)

            Este tiempo que antecede la Navidad, que litúrgicamente es el Adviento, está cargado de emociones
Fuente de la imagen: vivirfi.org
distintas y lo vivimos de modos diferentes, también entre los creyentes. Para algunos, la cercanía de las fiestas lleva a recordar momentos entrañables de celebraciones y reuniones familiares, de encuentro con personas queridas, y se espera con alegría a que vuelva a acontecer lo mismo también este año. Para otros con situaciones familiares difíciles o con pérdidas de personas queridas, la proximidad de las fiestas puede provocar nostalgia o tristeza. Otros viven con mucho agobio el tener que arreglar la casa, hacer las compras, pensar en las comidas, etc. Para los niños este tiempo que antecede las vacaciones de Navidad suele ser de alegre espera.

            Pero, ¿cómo deberíamos vivir este tiempo los cristianos? ¿Cuál debería ser el sentimiento o la emoción que prevalece? Creo que podemos decir sin lugar a dudas que la alegría, tengamos las circunstancias personales y familiares que tengamos. Una alegría que no es la que nos da el mundo, sino la que brota de la fe, la que surge de la salvación que se nos ofrece en Jesús y que se acerca a su cumplimiento, una alegría que sigue estando presente también cuando estamos pasando por momentos difíciles y de angustia.

            La invitación al gozo, a estar alegres porque el Señor está cerca, es una contante de los textos litúrgicos del tiempo de Adviento y se va haciendo más apremiante a medida que se acerca la celebración del nacimiento de Jesús. Así, en la misa de medianoche de ese día, escucharemos al profeta Isaías que dice: “Acreciste la alegría, aumentaste el gozo; se gozan en tu presencia, como gozan al segar, como se alegran al repartirse el botín... Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado...”; y en el evangelio de esa misma misa escucharemos al ángel decir a los pastores: “No temáis, os traigo una buena noticia, una alegría para todo el pueblo”.

            También en las lecturas de hoy el tema de alegría está presente, junto a la exhortación a la vigilancia del evangelio porque no sabemos el día, y al cambio de actitudes que nos pide el apóstol porque “el día se echa encima”. Está presente en la primera lectura con la visión de Isaías sobre el monte del templo al que confluirán todas las gentes para caminar a la luz del Señor y vivir en paz, y está presente en el salmo responsorial que canta el gozo de ir de peregrinación a la ciudad santa y a la casa del Señor para encontrarse con él.

Sin embargo, en esta misma semana una voz fuerte y profética se ha alzado invitando a todos los
Texto de la Exhortación Apostólica en vatican.va
cristianos del mundo a la alegría: la voz del sucesor del Pedro, del papa Francisco, que ha escrito una Exhortación Apostólica realmente innovadora que se hizo pública el pasado martes y que lleva por título “La alegría del evangelio”. En ella, al comienzo, el papa habla del gran riesgo del mundo actual dominado por el consumismo, que consiste en esa “tristeza individualizada que brota de un corazón cómodo y avaro” que busca solo placeres superficiales y se cierra en sí mismo, sin dejar espacio para los demás, ni para Dios. Según el Pontífice este riesgo lo corremos también los creyentes y cuando caemos en él nos volvemos “seres resentidos, quejosos, sin vida”.

            La solución está en volvernos a poner en camino hacia el Señor, en “tomar la decisión de dejarse encontrar por Él”. “Sólo gracias a ese encuentro- o reencuentro- con el amor de Dios, que se convierte en feliz amistad, somos rescatados de nuestra conciencia aislada y de la autoreferencialidad”.

            La alegría cristiana brota del encuentro con Cristo, del descubrimiento del amor de Dios manifestado en su vida, muerte y resurrección; ésta es su verdadera fuente. Por eso es tan importante la misión de la Iglesia de llevar la buena noticia de Jesús a todas las gentes, de modo que puedan entrar en ‘este río de la alegría’ que trae la llegada del Mesías.

            Es verdad que hay situaciones en la vida en las que vivir esta alegría puede ser difícil, momentos en
Fuente de la imagen: businessinsider.com
los que se sufre mucho y puede llegar a tambalearse nuestra fe en un Dios que es bueno y providente. Sin embargo, citando de nuevo al papa, “poco a poco hay que permitir que la alegría de la fe comience a despertarse, como una secreta pero firme confianza, aun en medio de las peores angustias. ‘Me encuentro lejos de la paz, he olvidado la dicha [...] Pero algo traigo a la memoria, algo que me hace esperar. Que el amor del Señor no se ha acabado, no se ha agotado su ternura. Mañana tras mañana se renuevan. ¡Grande es su fidelidad! [...] Bueno es esperar en silencio la salvación de Dios’ (Lm 3.17.21-23.26)”.


            Esta invitación a estar alegres porque la salvación está cerca, porque en Jesús se nos ha manifestado el amor inquebrantable y fiel que tiene Dios hacia cada uno de nosotros, no debe ser entendida como un mandamiento, como una obligación, casi que si no estamos alegres nos debemos sentir culpables. Es más bien una invitación a darnos cuenta que si no estamos alegres es porque nos hemos dejado engañar, porque hemos caído en ese riesgo del que habla el papa Francisco de tener corazón cómodo y avaro cerrado en sí mismo. Es una invitación a volvernos a poner en camino para ir al encuentro del Señor que viene. Por eso este tiempo de Adviento tiene también un carácter penitencial: nos llama a convertirnos de nuevo al amor de Dios.

martes, 12 de noviembre de 2013

He luchado el noble combate, he acabado la carrera, he conservado la fe


Homilía Domingo 27 de octubre de 2013
XXX Domingo del Tiempo Ordinario (ciclo C)

Uno de los deberes pastorales más importantes y de mayor trascendencia que tenemos los
sacerdotes es el acompañamiento de las personas que están a punto de morir. Es un momento crucial de la vida, profundamente humano, difícil; es el momento de la verdad y siempre es muy significativo lo que los moribundas cuentan de su vida, de su historia, de como la juzgan, de lo bueno y malo que han hecho, de los éxitos y fracasos que han tenido, de sus alegría y sufrimientos, de las preocupaciones que tienen sobre las cosas no resueltas que dejan en herencia... A diferencia del psicólogo que intenta ayudar a la persona para que pase por ese momento con la mayor paz, el sacerdote está llamado a hacer algo mucho más grande: está llamado a poner a la persona ante la mirada misericordiosa de Dios para que viva ese momento a la luz de la fe, aceptando su verdad de ser criatura dependiente de Dios y pecador. Es decir, el sacerdote debe ayudar al moribundo a que asuma la actitud del publicano de la parábola de hoy, que se sitúa ante Dios por lo que es, un pobre pecador, pero que confía en su misericordia infinita. Hay que evitar que caiga en la otra actitud, la del farseo, la de aquel que se siente justo y cree injusta su muerte, que piensa que tiene derecho a reclamar cosas, o también –lo que es más grave- la de aquel que se rebela a su historia y a su muerte.

                Junto al evangelio de hoy, la segunda lectura nos puede iluminar mucho acerca del modo correcto de ponerse ante Dios de un verdadero cristiano cuando llega ese momento, ese kairós, en que la ‘partida ya es inminente’. En esta lectura se nos ofrece lo que muchos llaman el testamento espiritual de san Pablo que, como dice el texto, ya sabe que ha llegado el momento de ‘soltar las amarras’, de emprender la marcha, de navegar sin impedimentos a la casa del Padre. Puede que este texto no lo haya escrito directamente el apóstol sino algún discípulo cercano a él como piensan la mayoría de los exegetas, pero recoge su lenguaje y sus metáforas preferidas y su experiencia espiritual, es decir, su enseñanza y su testimonio de vida que conservaron cuidadosamente sus discípulos, empezando por Timoteo al que va dirigida la carta. Para nosotros este texto, al formar parte del canon del Nuevo Testamento, es Palabra de Dios que ilumina este momento tan crítico de la muerte. Pero, ¿qué nos dice concretamente sobre ese momento tan importante de la vida? ¿Cómo ve su vida san Pablo cuando su muerte ya está cerca? El apóstol utiliza unos conceptos para hablar de su vida y de su muerte que encontramos en otros escritos suyos y que son muy elocuentes, como los de sacrificio, lucha, carrera, corona…
Fuente de la imagen: mediasmaratones.com

Pablo empieza diciendo que está a punto de ser derramado en libación. La libación era un acto de culto que se llevaba a cabo en muchas tradiciones religiosas de la antigüedad y que consistía en verter líquido, generalmente vino, sobre un altar u otro objeto sagrado; era un modo de hacer un ofrecimiento a la divinidad y de entrar en comunión con ella. Así interpreta Pablo su vida, como un ofrecimiento, un sacrificio al Señor que ya está a punto de consumarse del todo. Dice que ya llegado el momento de su partida, de que los vínculos sean disueltos, para poder llegar a ‘estar con Jesús que es con mucho lo mejor’, como dice en otra de sus cartas. Continúa diciendo que ha “luchado la noble lucha”, la lucha de la vida, la lucha del apostolado, la lucha de quien se sintió justificado gratuitamente por la cruz de Cristo y quiere llevar esta buena noticia a todo el mundo. Pero la lucha también interior, la lucha contra aquello en nosotros que nos aleja del Señor, contra el pecado y las potencias de este ‘mundo de tinieblas’. Pablo combatió este noble combate y no se quedó a medio camino; corrió la carrera hasta el final. Y en todo esto ha guardado el depósito de la fe que le entregaron los apóstoles sin alterarlo, transmitiéndolo con fidelidad a la segunda generación de cristianos. Pero también ha guardado la fe porque se ha mantenido fiel al Señor. Y ahora lo que le espera es esa ‘corona de justicia’ que el Señor, juez justo, dará a todos los que aguardan con amor el encuentro con Él, y que es el verdadero premio de todo cristiano: disfrutar de la comunión de vida con el Señor para toda la eternidad.

Este es el testimonio de lo que vive un santo en el momento de su partida. Sabe y acepta que ha
llegado su hora y lo hace con una alegre y confiada esperanza que se va a encontrar por fin con el Señor, verdadero motivo de todas sus luchas. Cree que no obstante sus pecados y debilidades hizo lo que debía hacer. No se echó para atrás en los momentos difíciles, siguió corriendo uniéndose a la cruz de Cristo; luchó contra enemigos de fuera y de dentro con lealtad, y mantuvo lo que el Señor y la Iglesia le había confiado con fidelidad, sin tergiversarlo para acomodarlo a este mundo o a los deseos de algunos, como aquellos judíos que no habían entendido la libertad que nos había conquistado Cristo con su cruz. Pablo puede verdaderamente decir al final de su vida que ‘ha luchado el noble combate, he acabado la carrera, he conservado la fe’.


¡Qué también nosotros podamos decir lo mismo cuando llegue ese momento!