jueves, 28 de junio de 2012

Descubrir y llevar a cabo nuestra misión en la vida, como san Juan Bautista



Homilía domingo 24 de junio 2012
Solemnidad de la Natividad de san Juan Bautista

San Juan Bautista
Leonardo da Vinci (1508-1513)
Museo del Louvre, Paris (Francia)
Una de las tantas facetas destacables de san Juan Bautista es que cumplió la misión que Dios le había asignado con fidelidad, desde el comienzo de su existencia, cuando aún estaba en el vientre de su madre, hasta su muerte cruel por manos de Herodes. Sabía cuál era su lugar en el plan de Dios para la humanidad, en la historia de la salvación, y se mantuvo con fidelidad en él, costara lo que costara, con coherencia y humildad.

Probablemente fue en los largos años pasados en la soledad del desierto cuando Juan descubrió con claridad lo que Dios le pedía. En la oración y la lectura de la Palabra de Dios, con el auxilio del Espíritu Santo, se le fue manifestando su vocación profética, de que él era el que iría delante del Señor para prepararle un pueblo bien dispuesto. Leyendo los textos del profeta Isaías se fue dando cada vez más cuenta de esto; ese texto en el que se habla de una voz que grita en el desierto exhortando a preparar el camino del Señor, o ese otro texto de la primera lectura de hoy en que el profeta Isaías hace mención de un siervo de Dios formado desde la entrañas maternas para ‘traer a Jacob’, para ser ‘luz de las naciones’.

Para llevar a cabo su misión practicaba un bautismo de conversión, una inmersión en el río Jordán como signo del deseo de convertirse, de cambiar, de purificarse para el día del juicio. Una gran muchedumbre venía desde todas partes a donde él estaba para recibir su bautismo, reconociendo sus pecados. Un día llegó también Jesús, como uno más, y se puso en la cola. Pero Jesús era muy distinto a los demás. Él era sin pecado, no necesitaba de este bautismo, más aún, él era el que tenía que venir. Juan, al verlo pasar, da testimonio de él diciendo que es “el cordero de Dios que quita el pecado del mundo”.  Desde ese momento el Bautista sabe que debe pasar a un segundo plano, que él 'tiene que disminuir y el Señor crecer’, que no es digno ni de ‘desatarle las sandalias’, como se dice en la segunda lectura. Y Juan cumple su misión, la cumple con fidelidad y humildad, sabe cuál es su lugar, no pretende ser otra cosa de lo que es, testigo de la luz, pero no la luz, voz, pero no la Palabra.

Solsticio de verano en Stonehenge (Inglaterra)
El hecho de que hoy, veinticuatro de junio, se celebre la Natividad de san Juan Bautista no es casual. Es seis meses antes del 24 de diciembre, Natividad del Señor, ya que como dice el ángel a María, su pariente Isabel estaba ya embarazada de seis meses. Pero sobre todo el veinticuatro de junio, cerca del solsticio de verano, es cuando los días empiezan a disminuir, como tiene que hacer el Bautista respecto de Jesús.

                Juan permanecerá fiel a su misión hasta su muerte a manos del rey Herodes, una muerte cruel e injusta. El Bautista lleva a término su misión con la máxima coherencia, fidelidad y humildad. En esto es un modelo para nosotros. Como él, debemos ir descubriendo la misión que Dios nos tiene asignada, nuestro lugar en la vida, lo que el Señor quiere de nosotros. Esto puede no ser fácil, puede que no tengamos claro qué es lo que quiere el Señor y que nos cueste mucho tiempo y esfuerzo descubrirlo. Juan tuvo que pasar muchos años en el desierto, en penitencia y oración, antes de saberlo con claridad. Una vez que lo sepamos, nuestra tarea es hacerlo, permanecer en ese lugar, llevar a cabo nuestra misión en la vida, aunque cueste. Puede ser la de ser un buen sacerdote en un lugar determinado, un buen padre o madre de familia, un buen profesional... Puede que no concuerde con nuestras aspiraciones iniciales; puede que implique asumir algunos errores que hayamos podido cometer, reconciliándonos con nuestro pasado. Pero es nuestro lugar en la vida y en la historia de Dios con toda la humanidad, y es estando en él como realizaremos lo que Dios quiere de nosotros y encontraremos nuestra paz. Iremos descubriendo poco a poco que Dios había pensado esto para nosotros desde siempre, desde antes que naciéramos y nos fue preparando para ello. Desde las profundidades de la tierra, desde el seno de nuestra madre, dicen las lecturas de hoy, nos va formando.

Monumento de la Visitación
Ein Karen (Israel)
De hecho, la palabra de Dios de este día hace especial hincapié en que ya desde el seno materno, una vez concebidos, empezamos a llevar a cabo el plan que Dios tiene para nosotros. Juan, en el seno de su madre, exultó de gozo cuando María llegó a casa de Isabel embarazada de Jesús. Esto nos hace reflexionar sobre el tristísimo drama del aborto, de los niños concebidos y no dejados nacer, cuya misión en la vida queda frustrada, desde nuestra perspectiva humana. Para Dios puede que nos sea así, porque él es capaz de sacar el bien del mal más profundo, y estos niños no nacidos, como los santos inocentes, cumplen una misión en el plan de salvación. Sin embargo, aunque esto puede dar un cierto consuelo y esperanza de perdón a quien haya cometido este terrible acto, tenemos que decir que el aborto es un verdadero crimen. Un ‘crimen nefando’, es definido en los documentos del Concilio Vaticano II.

Pidamos hoy por las madres embarazadas, sobre todo por las que tienen situaciones difíciles, para que no se rindan ante las presiones y lleven a término su embarazo, dando a luz una persona sobre la cual Dios ha puesto sus esperanzas, una persona que tiene una misión a cumplir en la vida. Pidamos también por nosotros, para que descubramos lo que Dios tiene pensado para nosotros y lo llevemos a cabo, con fidelidad, coherencia y humildad.

sábado, 23 de junio de 2012

Para salir de la crisis es necesario cambiar el estilo de vida



Mensaje de las Iglesias a los ciudadanos europeos en la situación actual de crisis económica

Los participantes delante de la Torre de Belém (Lisboa) 
                Del 5 al 8 de junio se celebró en Lisboa, Portugal, el III Fórum Católico-Ortodoxo con el tema: “La crisis económica y la pobreza. Desafíos para la Europa de hoy”. El Fórum es una iniciativa del Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa en unión con los patriarcados de las Iglesias ortodoxas, que reúne cada dos años a representantes y delegados de estas Iglesias para debatir sobre temas de actualidad y promover un testimonio común de los valores del evangelio en la sociedad europea. La de Lisboa ha sido la tercera reunión; en las dos anteriores se abordaron los temas de la familia (Trento, Italia, 11-14 de diciembre de 2008) y de las relaciones Iglesia-Estado (Rodas, Grecia, 18-22 de octubre de 2010).

                Tuve la suerte de participar como delegado de la Conferencia Episcopal Española en esta última reunión de Lisboa. Ha sido una experiencia muy enriquecedora, con días de intenso intercambio, trabajo y debate entre hermanos en la fe de unas Iglesias que aun no están unidas como quiere el Señor, pero que se esfuerzan por recorrer el difícil camino hacia la unidad y por dar un testimonio común del evangelio. Fruto de este encuentro ha sido el mensaje final. Quiero compartir con los lectores de este blog este mensaje y añadir algunas consideraciones que me surgen a partir de él.

(Texto original: francés)

Mensaje aprobado por los participantes
en el III Fórum Católico-Ortodoxo

Lisboa, 5-8 de junio de 2012


El cardenal patriarca de Lisboa con a su derecha el
metropolita Gennadios y a su izquierda el cardenal Erdô
1.       El III Fórum Católico-Ortodoxo se ha celebrado en Lisboa, Portugal, del 5 al 8 de junio de 2012, sobre el tema “La crisis económica y la pobreza. Desafíos para la Europa de hoy”. El Fórum ha sido acogido por Su Eminencia el cardenal patriarca de Lisboa José da Cruz Policarpo. Los trabajos han sido copresididos por el cardenal Peter Erdö, presidente del Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa (CCEE) y el metropolita Gennadios de Sassima, del Patriarcado Ecuménico. Después de la experiencia positiva de los dos primeros Fórums Católico-Ortodoxos (Trento, Italia, 11-14 de diciembre de 2008 y Rodas, Grecia, 18-22 de octubre de 2010), los delegados de las Conferencias Episcopales Católicas de Europa y de las Iglesias Ortodoxas en Europa han debatido a la luz de la fe cristiana la cuestión de la crisis económica y de sus repercusiones en Europa.

Al finalizar este encuentro deseamos ofrecer nuestras reflexiones a los cristianos de nuestras Iglesias y a toda persona que comparta nuestras preocupaciones.

2.       Europa atraviesa hoy una crisis muy grave. Muchos europeos sufren directamente las consecuencias de esta crisis, especialmente el paro y la ausencia de perspectivas y de esperanza. Los europeos están preocupados en lo que se refiere a su futuro.
Nuestras Iglesias acogen y permanecen atentas a estos sufrimientos y preocupaciones. Ellas desean dirigir a sus fieles y a todos los europeos un mensaje de confianza y de esperanza. Debemos seguir confiando en la providencia divina y en nuestra capacidad de corregir los errores del pasado, y debemos también trazar las líneas de un futuro de justicia y de paz.

3.       A lo largo de su historia, Europa más de una vez ha enderezado el curso de su destino sobre la base del pensamiento y de la moral cristianos, presentes en la Biblia, la tradición patrística y monástica y en la doctrina social de la Iglesia, lo que constituye un tesoro que comparten todos sus pueblos.

4.       El mensaje de las Iglesias concierne al lugar y al papel de la persona humana en la creación, en la sociedad y, en especial, en la vida económica.
Las Iglesias cristianas enseñan que el hombre encuentra su plenitud en Dios su creador y salvador. Nada en este mundo puede satisfacer plenamente sus anhelos. Al utilizar los bienes de este mundo está llamado a descubrir el lazo que lo une, en comunión con el creador,  a los demás hombres.

5.       A causa de los efectos del proceso de secularización, muchos europeos se han distanciado de su relación constitutiva con Dios y han buscado un sentido para su vida tan solo dentro del horizonte mundano. Las ideologías materialistas y hedonistas les han propuesto unas visiones reductivas haciéndoles creer que la felicidad se podía conseguir a través de la acumulación de bienes, que la libertad consistía en la satisfacción de todos los deseos, y que la vida en sociedad podía resultar de la conjugación de todos los intereses privados.

Algunos de los delegados de las Iglesias ortodoxas
6.       Las Iglesias reconocen que la crisis que atravesamos no es solamente una crisis económica, es también una crisis moral y cultural, y más profundamente, una crisis antropológica y espiritual.
Si hemos llegado hasta aquí es porque las finanzas se han separado de la economía real y porque la economía se ha separado del control de la voluntad política, la cual se ha separado a su vez de la ética. Teniendo en cuenta nuestra experiencia de la presencia de Cristo vivo en la Iglesia, nosotros creemos que a través del retorno a Cristo, en la disponibilidad al Espíritu y a la fe cristiana, los hombres de hoy encontrarán una respuesta a sus aspiraciones más profundas.

7.       La sociedad debe ser organizada de tal modo que esté siempre al servicio del hombre y no al revés. El hombre es un ser social por naturaleza que se realiza en primer lugar en la familia. Rechazamos el individualismo que aísla a las personas, unas en relación con otras. Cada persona es un fin en sí misma, abierta al amor infinito de Dios, y nunca debe ser tratada como un objeto manipulable sujeta a los intereses de los más poderosos. Por su parte, los cristianos están dispuestos a colaborar con todos los hombres de buena voluntad de cara a una sociedad más justa y más humana.

8.       Si los europeos quieren salir de la crisis –en solidaridad con el resto de la humanidad- deben comprender que es necesario cambiar el estilo de vida. Para el creyente se trata de renovar una relación personal con el Dios trinitario que es comunión de amor, relación que va más allá de una simple doctrina o de un planteamiento ético. La crisis puede ser ocasión de una toma de conciencia saludable. Los europeos deben dar sentido a la actividad económica partiendo de una visión integral y no parcial de la persona humana y de su dignidad. Poniendo a la persona en su justo lugar, subordinando la economía a objetivos de desarrollo integral y de solidaridad, abriendo la cultura a la búsqueda de la verdad, dando su puesto a la sociedad civil y a la ingeniosidad de los ciudadanos que trabajan por el bienestar de sus contemporáneos, crearán las condiciones para que surja un nuevo tipo de relación con el dinero, la producción y el consumo. Es también lo que nos recuerda la tradición ascética cristiana del ayuno y el compartir. Las Iglesias hacen un llamamiento a los cristianos para que coordinen su servicio diaconal a nivel local y global con vistas a ayudar a las personas en situación de precariedad y a contribuir al desarrollo de una sociedad más equitativa.

9.       En este cambio necesario, una de las prioridades debe ser el trabajo. Es conveniente privilegiar las actividades que generan empleo. Cada persona debe poder vivir dignamente y desarrollarse gracias a su trabajo, y poder hacerse solidario con los demás. Todas las formas de corrupción y explotación han de ser eliminadas.

10.    El mercado no debe ser una fuerza anónima y ciega. Es el lugar en el que se intercambian bienes y servicios útiles para el desarrollo material, social y espiritual de las personas. El mercado pide ser regulado en función del desarrollo integral de la persona.

Algunos de los delegados de la Iglesia Católica
11.    Ya no es posible seguir derrochando los recursos de la creación, contaminando el medio ambiente en el que vivimos, como lo hacemos ahora. La vocación del hombre es la de ser guardián de la creación no su depredador. Tenemos que hacernos conscientes hoy de la deuda que tenemos con las generaciones futuras a las que no podemos entregar un medio ambiente degradado e inhabitable. En nuestro mundo globalizado la mano que rige la vida de los pueblos no debe ser la mano invisible del egoísmo individual y colectivo, sino una política de control y de transparencia de las decisiones de los actores sociales y de los Estados.

12.    Deseamos dirigir una palabra de aliento a los Gobiernos nacionales y a los responsables de las instituciones europeas en sus esfuerzos por encontrar una vía justa y equitativa para salir de la crisis económica y financiera, con una atención especial para los países con más dificultades.

13.    Nos dirigimos sobre todo al único agente de cambio capaz de hacer evolucionar nuestras sociedades hacia un nuevo estilo de vida: el ciudadano de nuestros países europeos. Si él entiende la necesidad vital de un cambio en relación a sus hábitos de consumo, sus representantes en las instancias parlamentarias lo seguirán, la industria se adaptará a estas nuevas opciones, la educación enseñará un nuevo modelo de ciudadanía, más sobrio y más solidario con los pobres. En fin, el hombre europeo encontrará la alegría de reavivar sus raíces cristianas y de cultivar la dimensión espiritual de su ser, la única capaz de satisfacer la búsqueda de felicidad y de sentido.

Algunas consideraciones a partir del mensaje

Cabo da Roca (Sintra). El punto más
occidental del continente europeo

  • ·      El beato Juan Pablo II, refiriéndose a la separación entre la Iglesia Católica y las Iglesias Orientales surgida a raíz del Gran Cisma de 1054 y a la necesidad de superarla, utilizaba frecuentemente la bella y significativa comparación de los dos pulmones de la Iglesia. Le gustaba decir que la Iglesia y Europa tenían que volver a respirar con sus dos pulmones. Cuando nos juntamos con nuestros hermanos de los patriarcados ortodoxos para tratar algún tema, percibimos la verdad de estas palabras del papa polaco. Se abordan las cuestiones de una forma diferente, con más amplitud y diversidad de aproximaciones, juntando perspectivas distintas, una occidental más pragmática, cristológica y jurídica, y otra oriental más pneumatológica, filosófica y espiritual. Esto hace que el mansaje que la Iglesia puede ofrecer a nuestra sociedad europea en esta hora difícil sea mucho significativo y fecundo, y que apele al alma profunda de este viejo continente que va ‘desde el Atlántico hasta los Urales’, como también amaba repetir el papa eslavo. En el encuentro del Fórum en Portugal, en los confines del viejo mundo, tratando el tema de la crisis económica y de la pobreza, percibimos esto con mucha claridad mientras debatíamos si hacer referencia explícita a Jesucristo como único salvador en el mensaje final o limitarnos a una perspectiva ética de la ley natural aplicable a todos, creyentes y no creyentes; si partir de un texto bíblico o no; si invitar a la conversión o hablar de las estructuras que deben cambiar... Esta constatación nos debería impulsar a todos a caminar con más empeño hacia la unidad de las Iglesias, al darnos cuenta que nuestra vida eclesial y nuestra misión está de momento ‘a medio gas’.

Entrada al Convento de los Capuchinos en la Sierra de
Sintra (siglo XVI). Un lugar de vida sobria, solidaria y
 respetuosa con la naturaleza
  • ·         Al abordar la crisis económica y la pobreza en Europa, las Iglesias, solidarizándose con los que lo están pasando muy mal y pidiendo a los fieles que ejerzan con vigor la diaconía de la caridad, describen la situación también como oportunidad y desafío, como un reto que nos invita a cambios profundos. La crisis puede ser ocasión para volver a una forma de vida más auténtica, para recuperar valores que hemos perdido, para volver a poner a la persona en el centro, por encima de la economía y de los mercados. La afirmación central del mensaje es que para salir de la crisis es necesario un cambio de estilo de vida. Tenemos que vivir de un modo mucho más sobrio, más solidario, más respetuoso con la naturaleza. Solo así tendremos futuro y podremos ofrecer una Europa habitable y digna a las nuevas generaciones.

  • ·         Es muy significativo que los representantes de las Iglesias dirijan su mensaje en primer lugar ‘al ciudadano de nuestros países europeos’, no a los políticos ni a la instituciones, ya que se le considera como “el único agente de cambio capaz de hacer evolucionar nuestras sociedades hacia un nuevo estilo de vida”. En contra de lo que muchas veces se piensa de que son los mercados y los ‘poderes fácticos’ los que determinan la vida de las personas, este mensaje apela a la responsabilidad personal del ciudadano europeo, llamado a ser el verdadero protagonista de su destino. Si él cambia, cambiará la política, cambiará la educación y cambiará la industria. Las Iglesias nos invitan a tomar las riendas de nuestra vida y de nuestro futuro y a construir una Europa mejor sin hacer dejación de nuestra responsabilidad.

martes, 19 de junio de 2012

La eficacia de la Palabra de Dios



Homilía Domingo 17 de junio 2012

XI Domingo del Tiempo Ordinario (ciclo B)


Púlpito de la Catedral de Siena
Nicola Pisano (1265-1268)
Fuente de la imagen: wikipedia
                A los que ejercemos el ministerio de la Palabra, el servicio eclesial de la predicación, nos sorprende con mucha frecuencia la fuerza y la eficacia de la palabra de Dios. Cuando la anunciamos experimentamos lo poderosa que puede llegar a ser, su capacidad de cambiar la vida de las personas que la escuchan, su poder de dar esperanza y vida nueva a los que están “cansados y agobiados”. Es una palabra cuya luz disipa las tinieblas del pecado y del error. Es como un agua que donde llega hace nacer la vida. Es la única palabra capaz de dar un mensaje significativo y real a quien está sumido en el dolor y la desesperanza más profundos. Las demás palabras pueden ayudar momentáneamente, como las que dice un buen psicólogo; pueden conseguir consolarnos un poco y evitar que nos hagamos más daño con nuestras conductas inadaptativas, pueden facilitar que elaboremos el duelo como se suele decir, pero solo la palabra de Dios es portadora de una esperanza cierta que supera también la oscuridad del sufrimiento más profundo y de la muerte. Por eso es una palabra distinta a todas las demás; no es palabra de este mundo, es palabra de Dios con todo lo que esto significa.

Grano de mostaza
Fuente de la imagen: blogspot.com
Al principio, cuando pronunciamos esta palabra y la explicamos nos puede parecer algo muy pequeño, casi insignificante respecto a todas las demás palabras que nos llegan a través de los poderosos medios de comunicación. Éstas nos seducen modificando nuestros pensamientos y sentimientos para que nos comportemos de un determinado modo, comprando esto o consumiendo aquello. Es curioso como todos,  también nosotros por mucho que digamos que no, nos dejamos llevar por estos mensajes y terminamos pensando y haciendo lo que condenamos en los demás y tachamos de consumismo, materialismo y hedonismo. También las palabras del psicólogo pueden parecer más eficaces porque son dichas según técnicas que experimentalmente han mostrado su capacidad para modificar la conducta. Sin embargo, aunque aparentemente sea así y al principio las palabras del mundo, de la cultura dominante, de los políticos y de los medios de comunicación, de los psicólogos, parezcan más poderosas y útiles, al final la única que verdaderamente salva es la palabra de Dios. Cuando la oímos o pronunciamos puede parecer una palabra despreciable comparada con las demás, pero va creciendo en los que la escuchan con oído abierto y corazón no endurecido hasta volverse la roca sobre la que construyen la propia vida y que aguanta todas las tormentas, y que puede cobijar también a los demás que se acercan a nosotros pidiendo consejo y ayuda.

Fuente de la imagen:  lavistachurchofchrist.org
De la fuerza de la palabra de Dios nos habla el evangelio de hoy. Jesús, desde una barca, habla al gentío que está en la orilla escuchando. Les habla en parábolas, acomodándose a su entender. 'Les expone la palabra', dice el evangelista. Las dos parábolas que narra en el evangelio de hoy ilustran la eficacia y la forma de actuar de la palabra de Dios: es palabra que va creciendo en nosotros por su propia fuerza, por ella misma, ocupando cada vez más espacio en nuestra vida sin saber nosotros muy bien cómo lo hace. Es palabra que parece poca cosa al principio para después volverse en lo más importante.

Todo esto lo podemos fácilmente experimentar nosotros. Es suficiente leer periódicamente un pasaje aunque corto de la palabra de Dios, de la Sagrada Escritura, y lo constataremos. Muchos tienen la buena costumbre de leer cada día el evangelio que se proclama en la misa aunque ellos no puedan asistir a la celebración litúrgica. Todos los que hacen esto pueden dar testimonio de la verdad de la enseñanza de Jesús sobre la semilla pequeña que crece automáticamente hasta volverse un gran árbol.

Las otras lecturas de la misa de hoy, como también el salmo responsorial, tienen relación con el evangelio, aunque de una forma algo oblicua. La primera lectura del profeta Ezequiel anuncia la intervención paradójica de Dios en la historia del pueblo elegido, sacando de él una rama tierna y plantándola en la montaña más alta, haciendo que se vuelva un cedro noble que da cobijo a todas las aves. Actuando así, el Señor muestra su fidelidad, ‘humillando a los poderosos y enalteciendo a los humildes’ como canta María en casa de su primer Isabel. El Señor interviene en nuestra historia cambiando nuestra suerte y nuestros esquemas y lo hace también por medio de su palabra poderosa.

Árbol de mostaza
Fuente de la imagen: blogspot.com
En la segunda lectura Pablo nos invita a agradar al Señor aunque de momento vivamos desterrados, lejos de él, “caminando sin verlo, guiados por la fe”, y esto con vistas al juicio, ya que “todos tendremos que comparecer ante el tribunal de Cristo para recibir premio o castigo por lo que hayamos hecho”. En el evangelio se habla de la hoz que se mete cuando llega la siega, que es una imagen que se refiere también al juicio. Y este juicio de Dios no debe darnos miedo, sino esperanza y consuelo, ya que es anuncio del triunfo de la justicia, de la victoria del bien sobre el mal, de que Dios es fiel y cumple sus promesas y salva a los pobres y humildes que confían en él.

En el salmo responsorial se dice que el justo “crecerá como palmera, / se alzará como cedro del Líbano; / plantado en la casa del Señor, / crecerá en los atrios de nuestro Dios” y “en la vejez seguirá dando fruto / y estará lozano y frondoso” (Sal 91). La forma de permanecer plantados en la ‘casa del Señor’, unidos a él, es a través de su palabra y esto es lo que hace que demos frutos, frutos de vida eterna.

martes, 12 de junio de 2012

El cuerpo y la sangre de Cristo, no solo el cuerpo



Homilía Domingo 10 de junio de 2012
Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo
Día de la Caridad

Detalle de la Cruz de la Unidad
                La fiesta solemne que celebramos hoy tiene una larga historia. Se empezó celebrando en el siglo XIII con la finalidad de profesar la fe en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, una presencia verdadera, no simbólica, y permanente, que no desvanece una vez terminada la celebración litúrgica, lo que hace que la forma consagrada sea merecedora de ser adorada cuando se expone y cuando es llevada en procesión por nuestras calles, porque en ella está presente Jesucristo en cuerpo, alma y divinidad. Sin embargo, esta misma historia tan gloriosa e importante para la piedad cristiana, ha llevado a poner en segundo plano otro aspecto fundamental del misterio eucarístico que es el de la sangre de Cristo. Ha sido la reforma litúrgica llevada a cabo por el Concilio Vaticano II la que ha intentado recuperar este aspecto cambiando el nombre de la fiesta, de Corpus Domini – como aún hoy la solemos seguir llamando-, a Cuerpo y Sangre de Cristo. El hecho de que se dé la comunión a los fieles habitualmente solo bajo la especie del pan, de que se lleve en procesión solo la hostia y de que se exponga para la adoración la forma consagrada, ha hecho que nos olvidemos un poco de la sangre de Cristo y de su importancia.

                De hecho, las lecturas de hoy hablan de la sangre del Señor más que de su cuerpo. La primera lectura menciona la sangre de la antigua alianza, sacada de los animales sacrificados, que Moisés rocía sobre el altar, signo de Dios, y sobre el pueblo y con la que se sella el pacto entre Dios e Israel sobre la base de la Ley que los israelitas se comprometen a guardar. Sangre que es signo de comunión de vida y de posible castigo si una de la partes no es fiel a la alianza. La segunda lectura de la Carta a los Hebreos nos dice que la sangre de Cristo, “que, en virtud del Espíritu eterno, se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin mancha”, es muy superior a la sangre de la antigua alianza y puede “purificar nuestra conciencia de las obras muertas”. Nos da la liberación eterna y el perdón de los pecados.

Cruz de la Unidad
                Pero sobre todo es importante para nosotros hoy el pasaje del evangelio de Marcos que se ha proclamado. Es uno de los cuatro relatos de la institución de la Eucaristía que encontramos en el Nuevo Testamento. En la última cena Jesús lleva a cabo un verdadero sacrificio incruento, anticipación del que tendrá lugar el día siguiente en la cruz, y da a sus discípulos a beber su sangre. Esto no es algo simbólico, sino real; las palabras que utiliza Jesús no dan lugar a dudas. Dice que la sangre es la sangre de la alianza, que es derramada por muchos. Cuando comulgamos con la sangre de Cristo, bebemos realmente su sangre bajo la especie del vino: la sangre que fue derramada en la cruz, la sangre que salió de su costado, la sangre que nos purifica y limpia nuestra alma, la sangre que nos rescata y libera, que nos otorga el perdón de los pecados, la sangre santa e inmortal.

                En los relatos de la institución de la Eucaristía que encontramos en el evangelio de Lucas y en la primera Carta de san Pablo a los Corintios se añade el mandato de repetir el gesto de Jesús: “haced esto en memoria mía”. Desde ese día la Iglesia no ha cesado de repetir este gesto en la celebración eucarística que, aunque ha cambiado mucho a lo largo de estos dos milenios en la forma en que se ha llevado a cabo, se ha mantenido idéntico en lo esencial, en lo que viene directamente de Jesús. Nuestras eucaristías de hoy nos unen con la que celebró Jesús en el cenáculo que, a su vez, está en continuidad con las otras comidas del Señor a lo largo de su vida pública. Comidas en las que se sentaba junto con publicanos y pecadores para escándalo de los bienpensantes de entonces. El comer juntos es signo de comunión de vida y el Señor se sienta con los pobres, marginados y pecadores,  es decir con nosotros, invitándonos a su mesa que es anticipo del banquete del Reino. Es él el que a la vez nos invita y nos hace dignos de participar en su banquete, purificándonos con su sangre.

                Sin embargo, a la invitación inmerecida del Señor tenemos que corresponder con el deseo de convertirnos y de cambiar para ser cada vez más dignos de sentarnos en la mesa con él y compartir su misma vida. San Pablo dice que debemos ‘discernir el cuerpo de Cristo’ para no ser 'reos del cuerpo y la sangre del Señor’. Participar dignamente en al Eucaristía significa hacer nuestra la caridad de Cristo, vivir según sus valores y virtudes. Participar en la Eucaristía es un don y un compromiso.  La alianza del Sinaí se estableció sobre la base de la Ley que el pueblo se comprometía a cumplir; la nueva alianza en la sangre del Señor se estipula sobre la nueva ley de Cristo, que es el Espíritu, el amor, la caridad derramada en nuestros corazones y ejercida.

                Por eso es muy apropiado que hoy celebremos también el Día de la Caridad, de Cáritas, que es una organización de la Iglesia a través de la cual ella organiza y coordina su servicio de caridad. La Eucaristía tiene su fundamento en el amor de Dios, en su servicio hacia nosotros, y pide nuestra respuesta de caridad y de servicio hacia los demás, sobre todo hacia los más pobres. “Vivir es amar; amar es servir”, es el lema de la Campaña de Cáritas de este año.

Benedicto XVI levantando
el Santo Grial en Valencia
(6 de julio de 2006)
                Terminamos con las palabras del salmo 115 que hemos rezado en respuesta a la primera lectura. Es uno de los salmos más bellos y profundos del salterio. El salmista canta su alegría por la salvación que ha experimentado: el Señor ha roto sus cadenas, lo la liberado de la muerte. Por eso dice que en acción de gracia alzará la copa de la salvación invocando el nombre del Señor. Es lo que hacemos en la celebración eucarística. Damos gracias al Señor alzando en unión con el sacerdote, que actúa in persona Christi’, la copa de salvación, la copa que contiene la sangre del cordero sin macha, la sangre de la nueva alianza, la sangre que nos redime.





(Este post sale publicado con algunas modificaciones y mejoras en mi libro Si conocieras el don de Dios y por tanto está sujeto al copyright que establece la editorial) 

jueves, 7 de junio de 2012

La Santísima Trinidad y la vida real



Homilía 3 de junio de 2012
Solemnidad de la Santísima Trinidad
Día Pro Orantibus
Clausura en Milán del VII Encuentro Mundial de las Familias

P. Rupnik - Centro Aletti
Icono de la Sagrada Familia
VII Encuentro Mundial de las Familias (Milán)
                Muchas veces percibimos una gran distancia entre nuestra vida cristiana de todos los días y las formulaciones teológicas, como si éstas fueran especulaciones, pensamientos o ideas muy bellas y elevadas pero distantes de la ‘vida real’. Así cuando se nos dice, o aprendemos en el catecismo, que en Cristo hay dos naturalezas, la divina y la humana, pero una solo persona, o cuando se nos enseña que en la Trinidad hay una sola naturaleza, la divina, pero tres personas. En un principio parecería que estas definiciones tan solemnes y clásicas tienen poco que ver con nuestra vida y con nuestros problemas. Sin embargo, no es así. Puede que el lenguaje de estas formulaciones nos sea el nuestro, pero estas definiciones de los misterios fundamentales de nuestra fe, surgidas en los grandes concilios ecuménicos de los primeros siglos cuando la Iglesia aun estaba unida, pretenden salvaguardar la autenticidad de la experiencia y de la vida cristiana. Son fórmulas que nos ayudan a discernir cuando nuestro pensar, obrar y vivir son verdaderamente cristianos, fieles a la revelación que Dios ha hecho de si mismo en Cristo, o no.

                Podemos darnos cuenta de esto si consideramos la segunda lectura de la misa de hoy. San Pablo nos habla de la vida del cristiano y señala su característica fundamental que es la de la filiación divina, el sentirnos y ser hijos de Dios. Y esto es posible gracias al Espíritu Santo que hemos recibido, Espíritu de hijos de adopción, que da testimonio a nuestro espíritu de que lo somos, hijos y herederos de Dios; herederos, juntos con Cristo, de la gloria eterna. Y esto no son ideas o conceptos abstractos, sino una realidad que vivimos en la fe. Y ya que somos hijos de Dios nos podemos dirigir a él como lo hacía Jesús, como nuestro Padre. Más aún, nos podemos dirigir a él con esa intensidad con la que lo hacía Jesús en el Huerto de los Olivos, gritando Abbá. La comunidad primitiva de Palestina conservó esta palabra aramea que utilizaba Jesús en su oración porque manifiesta esa relación tan personal e íntima de hijo que tenía Jesús con Dios Padre y que podemos, salvando las distancias, tener también nosotros. Decimos ‘salvando las distancias’ porque Jesús es Hijo único, de la misma naturaleza que el Padre, y nosotros somos hijos por adopción, gracias a Cristo y por medio del Espíritu Santo.

                Aquí vemos con claridad como la doctrina de la Trinidad, del Dios uno y trino, surge de la experiencia cristiana y de la revelación que Dios ha hecho de sí mismo en la vida, muerte y resurrección de Cristo. El reconocer a Dios como uno y trino es consecuencia de nuestra vivencia de la fe de que somos hijos de Dios en el Hijo único por medio del Espíritu que nos ha sido dado, y a la vez, la profesión de fe en la Santísima Trinidad es el criterio para discernir cuando una forma de vivir o de expresar las enseñanzas de Jesús es autentica o no.

Sin embargo, el apóstol Pablo en el texto de la segunda lectura va más allá y nos dice que no es suficiente ser hijos de Dios por la fe y el bautismo, sino que tenemos que vivirlo. Hay que dejarse llevar por el Espíritu y vivir la libertad que nos es dada como hijos, muy distinta de la actitud servil y temerosa del esclavo. También dice el apóstol que ser hijos implica tener nuestra parte en los sufrimientos del Hijo, “puesto que sufrimos con él para ser glorificados junto con él”.

El papa Benedicto XVI con una familia en el Encuentro
Mundial de las Familias en Milán
                Las demás lecturas de este primer domingo después de Pentecostés hacen referencia a otros aspectos del misterio de la Santísima Trinidad que celebramos hoy. Así, la primera lectura resalta la unicidad de Dios, que es la esencia misma del monoteísmo judío que también nosotros profesamos: “Reconoce, pues, hoy y medita en tu corazón, que el Señor es el único Dios, allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra; no hay otro”. Dios es uno, no hay otro, todo lo demás que intenta usurpar su puesto y la adhesión que debemos solo a él, es un ídolo que nos termina quitando la vida. Nosotros creemos en un solo Dios, aunque pensamos que este Dios es uno pero trino, es “uno solo pero no solitario”, como dice una bella expresión utilizada en el VI Concilio e Toledo del año 638.

                Hoy clausura en Milán el papa Benedicto XVI el Encuentro Mundial de las Familias. No sé si se eligió esta fecha teniendo presente la fiesta litúrgica que celebramos hoy, pero sí es cierto que la familia humana  es la imagen menos imperfecta que tenemos de la vida íntima de Dios y la que quizás más nos puede ayudar a entender algo de cómo Dios es uno y trino. La característica principal de la familia es que es una comunión de personas que se fundamenta en el amor. Esto vale también para la Trinidad, aunque en este caso la comunión entre las personas divinas es perfecta.

En el final del evangelio de Mateo que se nos ha proclamado se narra la última aparición de Jesús resucitado a los Once en Galilea. Los apóstoles reciben el encargo de hacer discípulos de todos los pueblos, junto con la promesa de la presencia del Emanuel todos los días hasta el fin del mundo. La forma de hacer discípulos es a través del bautismo y enseñando a guardar las enseñanzas de Jesús. Se dice que el bautismo tiene que ser administrado “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu santo”, es decir, en el nombre de la Santísima Trinidad.


             Hoy, en esta fiesta de la Trinidad, celebramos también el día “pro orantibus”, “por los que oran”, los contemplativos, los que han consagrado su vida a la oración. Estas personas, hombres y mujeres, sienten con tanta fuerza su unión de vida con el Hijo, con Jesús, que se entregan totalmente para hacer suya la oración continua de Jesús al Padre en el Espíritu por todos nosotros. Damos gracias por este don de la vida contemplativa que Dios sigue dando a su Iglesia y por tantas personas que rezan pro nosotros y sin las cuales nuestro apostolado no daría fruto. Estas personas también son un testimonio viviente de la unicidad de Dios, de que ‘Dios solo basta’, de que primero hay que buscar ‘el reino de Dios y su justicia’, de que ‘la figura de este mundo pasa’.

martes, 29 de mayo de 2012

Caminar según el Espíritu



Homilía Domingo 27 de mayo 2012
Solemnidad de Pentecostés
Día de la Acción Católica y del Apostolado seglar


Pentecostés - Giotto (ca. 1305)
Capilla Scrovegni - Padua (Italia) 
                En nuestra vida nos damos fácilmente cuenta que para ser verdaderamente cristianos, para poner en práctica las enseñanza de Jesús, para vivir según las bienaventuranzas que son el retrato del auténtico discípulo del Señor que ha conformado su vida a la suya, necesitamos una ‘fuerza que viene de lo alto’. Dejados a nosotros mismos, por mucho fondo bueno que tengamos, prevalecen las tendencias egoístas y hedonistas, la búsqueda del placer material inmediato solo para nosotros, el ponernos por encima de los demás, el ser instrumentos de discordia y desunión, la depresión y la tristeza. Es lo que en la doctrina de la Iglesia se conoce como la concupiscencia, que es consecuencia del pecado original. Aunque en el bautismo se nos perdone la culpa de ese pecado que heredamos por nuestra solidaridad con los hombres de todos los tiempos, empezando por Adán, las consecuencias del pecado permanecen en nosotros y con frecuencia pueden con nosotros. De ahí nuestra necesidad de que el Señor nos conceda esa fuerza que cambia nuestro corazón, nuestro sentir y pensar, nuestra forma de comportarnos.

El Jardín de las Delicias - El Bosco (1503-1504)
Museo del Prado - Madrid (España)
Fuente de la imagen y explicación
                En la segunda lectura de la carta a los Gálatas, san Pablo compara las obras de la carne con el fruto del Espíritu. Por obras de la carne entiende lo que acabamos de decir de la concupiscencia, de esa tendencia al mal que heredamos y que muchas veces dejamos que nos domine. Los ejemplos que propone Pablo nos dan una clara idea de la diferencia entre dejarnos conducir por la carne o el Espíritu: “Las obras de la carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, enemistades, discordia, envidia, cólera, ambiciones, divisiones, disensiones, rivalidades, borracheras, orgías y cosas por el estilo.... En cambio, el fruto del Espíritu es: amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, lealtad, modestia, dominio de sí” (Gal 5, 19-22). Es una buena lista no exhaustiva de actitudes y acciones que nos ayuda a discernir cuál es la fuerza que está ahora dominando en nuestra vida, la fuerza que nos conduce. Si nos damos cuenta que la carne está venciendo la batalla, el apóstol nos da la receta para poder caminar según el Espíritu, la única receta válida, por mucho que no esté de moda: la mortificación. “Los que son de Cristo Jesús han crucificado al carne con las pasiones y los deseos” (Gal 5, 24). Cuando con la ayuda del Señor vamos sofocando la fuerza del pecado, dando muerte a las obras de la carne, rechazando lo que nos sugiere ese lado más oscuro de nosotros, vamos poco a poco dejando atrás el hombre viejo que sigue el modelo de Adán y revistiéndonos del hombre nuevo, de Cristo.

                En los escritos del Nuevo Testamento se hace especial hincapié en los efectos de esta ‘fuerza que viene de lo alto’ que todo lo transforma y que marca la vida del cristiano y de la Iglesia. Es el Espíritu “el que pone en pie a la Iglesia en medio de las plazas y levanta testigos en el pueblo”. Es el Espíritu el que hace que el cristiano ya no esté sujeto a la Ley y camine en una vida nueva. Es el Espíritu el que hace que la Iglesia salga de los confines del judaísmo convenciendo a Pedro para que bautizara a Cornelio. Es el Espíritu que mantiene la unidad de la Iglesia en su pluralidad constitutiva. Es el Espíritu el que en Antioquía de Siria designa a Pablo y a Bernabé para la misión a los gentiles y los guía en ella. Es el Espíritu el que causa que los oyentes escuchen la predicación apostólica y se conviertan. Es el Espíritu el que derrama el amor de Dios en nuestros corazones.

                Este don del Espíritu está ligado íntimamente a la Pascua, a la muerte y resurrección del Señor, aunque hay diferencias en los autores sagrados acerca del momento en el que fue concedido a la Iglesia naciente. Para el evangelista Juan, como acabamos de escuchar, es dado la misma tarde de ese primer día de la semana en que se encontró la tumba vacía. Para el autor del Libro de los Hechos Apóstoles tiene lugar cincuenta días después de aquel primer domingo, tal día como hoy cuando los judíos celebraban la entrega de la Ley en el Sinaí y la alianza. Esa diferencia cronológica puede deberse a que el Espíritu es un don algo inefable, un ‘tesoro sin nombre’, y es difícil señalar el momento preciso en el que es concedido. Lo que sí queda claro en los textos bíblicos es la importancia de este don y sus efectos en la vida de los creyentes. Es un don que brota de la muerte y resurrección del Señor y está relacionado, según los textos que hoy hemos escuchado, con el perdón de los pecados, el envió de los discípulos, la predicación apostólica, la misión de la Iglesia, la unidad en la misma fe...

                Hoy es un día para pedir con insistencia al Señor este don. Sin su aliento, como hemos rezado en la secuencia, nos damos cuenta del poder de pecado. Pedimos este don para nosotros y también para la Iglesia en este momento difícil en el que nos preocupan mucho las noticias que nos llegan de lo que está pasando en el Vaticano. Pero pedimos este don también sobre el mundo, porque el Espíritu actúa más allá de los límites visibles de la Iglesia. Como dice el Concilio Vaticano II: “Cristo murió por todos, y la vocación suprema del hombre en realidad es una sola, es decir, la divina. En consecuencia, debemos creer que el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma de solo Dios conocida, se asocien a este misterio pascual” (GS 22). Este texto tan fundamental del Concilio y tan citado nos llena de esperanza y de agradecimiento. Si estamos atentos podemos ver la acción del Espíritu en los corazones de los hombres y en la historia del mundo. Sin embargo, también vemos las obras de la carne. Nos entristece que con frecuencia el fruto del Espíritu se dé fuera de la Iglesia y, en cambio, las obras de la carne se den dentro. Por eso rezamos hoy por este don y nos comprometemos con más fuerza a caminar según el Espíritu mortificando las obras de la carne, conscientes de la dura advertencia de Pablo a los que se dejan llevar por la carne, sean o no miembros de la Iglesia, ocupen o no un cargo de responsabilidad en ella: “Y os prevengo, como ya os previne, que quienes hacen estas cosas no heredarán el reino de Dios” (Gal 5, 21).

sábado, 26 de mayo de 2012

El Youcat: un buen resumen de la fe no solo para jóvenes



Piedra sepulcral cristiana
catacumbas de Domitila
Roma (Siglo III)
En las reuniones de los grupos de matrimonios de mi parroquia a lo largo de este curso hemos utilizado como texto de referencia el Youcat, el catecismo que se entregó a los jóvenes en la Jornada Mundial de la Juventud celebrada en Madrid en agosto (JMJ Madrid 2011). Este texto es una traducción-aplicación del Catecismo de la Iglesia Católica para el mundo juvenil. Sin embargo, al utilizarlo en los talleres de matrimonios, nos dimos cuenta de su utilidad como instrumento para ayudar también a los que son menos jóvenes y que se sienten alejados o con prejuicios respecto a la doctrina de la Iglesia Católica. De hecho, algunos de los miembros de estos grupos de matrimonios expresaron su sorpresa al descubrir lo que de verdad dice la Iglesia y en qué se fundamenta y lo razonable que es la fe cristiana. En el Youcat, el edificio de nuestra fe se muestra en toda su realidad, con sus fundamentos, con la relación entre sus partes, y el ver esto puede ser para muchos una sorpresa, sobre todo si están acostumbrados a ver a la Iglesia y a sus enseñanzas a través de las lentes de los medios de comunicación social.

Propongo aquí un resumen del Youcat –que ya de por sí es un resumen del Catecismo de la Iglesia Católica-. Este resumen lo hice teniendo presente los grupos de matrimonios de mi parroquia, en su mayoría compuestos por matrimonios jóvenes con niños pequeños, para ayudarles en la preparación de la reuniones de este año. Sin embargo, aunque en este resumen del Youcat se tiene especial atención a los temas matrimoniales y familiares, creo que puede ayudar también a otras personas y grupos de diferentes contextos y con diversos grados de adhesión o crítica a las enseñanzas de la Iglesia. Añado aquí a este resumen algunas imágenes de obras de artes que se encuentran en el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, otro resumen del Catecismo del que este año celebramos el XX aniversario de su promulgación.


Introducción

  • ¿Cómo y por qué surgió el Catecismos de la Iglesia Católica (CIC)?
Icono de Cristo
Teófanes de Creta (1546)
Monte Athos (Grecia)
Fue una iniciativa de Juan Pablo II: En un momento de confusión y de dudas sobre lo que cree la Iglesia, se debía aclarar qué es lo que cree hoy la Iglesia Católica y cómo se puede creer de un modo razonable.

  • Estructura del CIC
    • La de la experiencia catequética de muchos siglos:
          • Lo que creemos: el Credo
          • Lo que celebramos: los siete sacramentos
          • Cómo vivimos: los diez mandamientos
          • Cómo rezamos: el Padrenuestro

  • El Youcat es una de las tantas necesarias ‘traducciones’ del CIC para los distintos espacios vitales, en este caso para los jóvenes.

  • Su importancia: nos habla de nuestro propio destino. No nos regala el oído, no nos lo pone fácil, nos exige una vida nueva, pero es la “perla de gran valor” por la que vale la pena renunciar a lo demás. Hoy es necesario estar firmemente enraizados en Cristo y saber dar razón de nuestra esperanza para vivir en este mundo como creyentes.


1º parte: Lo que creemos

La adoración de los Magos
Gentile da Fabriano (1423)
Galeria de los Uffizi -Florencia (Italia)

  • Podemos decir algo con verdad de Dios, aunque Dios es siempre más grande de lo que podamos pensar o decir de él.


  • Libremente Dios se nos ha revelado y esta revelación está contenida en las Escrituras y en la Tradición. Dios se nos revela en la historia, en la historia de la salvación. Momentos señalados de esta historia: creación; vocación de Abrahán; Moisés: revelación del nombre divino y de la Ley; salida de Egipto; profetas; espera del Mesías; ENCARNACIÓN.

  • Jesucristo es la plenitud de la revelación, por eso en el diálogo interreligioso hay que mantener que Jesucristo no es uno más entre los fundadores de las grandes religiones, sino el Hijo de Dios encarnado.

  • La Sagrada Escritura: su inspiración; su inerrancia (no tiene error); el canon; cómo surgieron los textos sagrados; la forma de leerlos; importancia del Antiguo Testamento para los cristianos.

  • La fe: aceptación de una verdad en base al testimonio y también confianza en Dios; respuesta a Dios que se revela; es razonable creer aunque le fe no es la conclusión de un argumento lógico; cómo se llega a creer; es personal y a la vez comunitaria.

  • El Credo: resumen vinculante de la fe; los más importantes son el Credo de los Apóstoles (el corto) y el niceno-contantinopolitano (el largo); el germen del Credo está en el mandato de Jesús resucitado de bautizar en ‘el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu santo’.


Creo en Dios Padre

Miniatura sobre los
siete días de la creación
Biblia de Souvigny
Moulins (Francia)
  • Monoteísmo: Dios es uno; es la experiencia fundamental del pueblo de Israel: Dt 6, 4; revelación del nombre divino (JHWH) a Moisés: Ex 3, 14; Dios es la verdad; Dios es amor.

  • Trinidad: Un sólo Dios en tres personas, Dios es comunión perfecta de personas.

  • Paternidad de Dios. En el sentido de origen y autoridad, que protege y sostiene; parábola del padre misericordioso; palabra abbá que utilizaba Jesús al orar a Dios Padre.

  • Omnipotencia. Dios lo puede todo, pero ejerce su omnipotencia de forma misteriosa y nunca caprichosamente; actúa siempre con amor.

  • Creación: Dios crea todo de la nada; es una verdad teológica, de un orden distinto al de las ciencias naturales; no es incompatible con las ciencias ni con la teoría de la  evolución, pero sí con el evolucionismo como ideología que ve todo como un proceso casual, sin sentido ni finalidad; la naturaleza tiene sus leyes que le ha dado el Creador y que el hombre tiene que respetar.

  • Providencia divina: Dios cuida de todo lo creado; problema del mal.

  • Cielo: no es un lugar, sino un estado en el más allá donde su cumple plenamente la voluntad de Dios.

  • Infierno: supone la separación definitiva de Dios.

  • El hombre: es creado a imagen y semejanza de Dios; es distinto de las demás criaturas, es persona; igualdad de todos los hombres: tenemos todos un mismo origen y un mismo fin; idea de alma, como aspecto espiritual del hombre no reducible a la materia; diferencia sexual como inscrita en nuestra naturaleza y fundamento del matrimonio; homosexualidad.

  • El pecado original: alienación; relato del Génesis; consecuencias del pecado.


Creo en Jesucristo, Hijo único de Dios

La cruz, árbol de la vida
Basílica de San Clemente (Roma)
Evangelios: La palabra evangelio significa ‘buena noticia’: es la noticia de que Dios envió a su Hijo al mundo para salvarnos; en otras palabras, que Jesús de Nazaret es el Hijo único de Dios y el salvador de la humanidad. Esta fe la expresaban los primeros cristianos de distintos modos, por ejemplo dibujando un pez, ya que las letras de la palabra griega pueden ser leídas como una profesión de fe en Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios, el Salvador.

Encarnación: el Hijo eterno del Padre se hace hombre sin dejar de ser Dios; por eso Jesús es verdaderamente hombre y verdaderamente Dios; la Iglesia se esforzó por aclarar este misterio luchando contra distintas herejías (arrianismo, docetismo, nestorianismo, monofisismo...) y proponiendo en los diversos concilios, como el de Calcedonia, fórmulas legítimas para hablar del misterio de Jesús. Al ser verdaderamente hombre, fue en todo igual a cualquiera de nosotros, excepto en el pecado.

María: Virginidad de María: no es una idea mitológica, es una virginidad real y no meramente simbólica y así la entendió la Iglesia desde los comienzos; y es una virginidad perpetua, lo que excluye que Jesús tuviera hermanos. Cuando se habla de hermanos de Jesús en el evangelio hay que entenderlos como parientes cercanos, ya que en arameo se utiliza la misma palabra para hermanos y primos. María es la Theotókos, madre de Dios, porque el que engendra en su seno es el Hijo de Dios. La Inmaculada Concepción significa que Dios preservó a María del pecado original desde el comienzo de su existencia. María es nuestra Madre, porque Jesús nos la dio como madre en la cruz.

Los Misterios de la Vida de Jesús: Vida escondida en Nazaret: santificación de la vida ordinaria y familiar; bautismo de Jesús: solidaridad con los pecadores y anticipación de su muerte (inmersión en el agua) y resurrección (voz del cielo); tentaciones en el desierto: combate espiritual de todo cristiano; predicación del Reino: dirigida preferentemente a los pobres y pecadores; milagros: como sucesos reales que señalan el comienzo del Reino de Dios y confirman el mensaje de Jesús; llamada de los apóstoles: continuadores de la misión de Jesús y testigos de la resurrección, cuyos sucesores son los obispos, y con una papel especial desempeñado por Pedro y su sucesor que es el obispo de Roma, el papa; transfiguración: manifestación de la gloria divina de Jesús y preparación de los apóstoles para el escándalo de la cruz; última cena: en un contexto pascual haciendo memoria de la liberación de Egipto como símbolo de una liberación más profunda; Jesús es el verdadero cordero pascual; condena: Jesús fue condenado a muerte porque se arrogaba un poder divino y cabían solo dos posibilidades, o era verdad o era un blasfemo, lo que implicaba la pena de muerte; los responsables de su muerte somos todos nosotros, no el pueblo judío como tal; no fue una casualidad la muerte de Jesús, sino que fue querida por Dios para nuestra salvación; en la última cena Jesús instituyó la Eucaristía y el sacerdocio; en el huerto de los olivos experimentó realmente el miedo humano ante la muerte y se decidió por un sí a la voluntad del Padre; en la cruz Jesús bajó a los más profundo del sufrimiento y del dolor humano; la resurrección es un suceso real; los apóstoles creyeron en la resurrección por los encuentros con el Resucitado y por la tumba vacía; la ascensión al cielo marca el final de las apariciones y el inicio de un nuevo modo de presencia del Señor; la parusía es la segunda venida del Señor cuando vendrá con gloria al final de los tiempos para juzgar a vivos y muertos y establecer definitivamente el Reino.

Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia Católica, el perdón de los pecados, la resurrección de los muertos y la vida eterna

Espíritu Santo: es la tercera Persona de la Trinidad, Dios igual al Padre y al Hijo; los carismas son dones especiales del Espíritu Santo; los símbolos utilizados para hablar del Espíritu son, entre otros: el fuego, el agua, el viento, la paloma; habló por los profetas en los tiempos del Antiguo Testamento; en Pentecostés Jesús envía su Espíritu sobre los apóstoles y comienza el tiempo de la Iglesia; el Espíritu Santo actúa en la Iglesia cuando se celebran los sacramentos, cuando se proclama la Palabra de Dios, cuando mueve a la los cristianos a la misión, etc., es el ‘huésped silencioso de nuestra alma’, en palabras de san Agustín; se nota que dejamos actuar el Espíritu Santo en nuestra vida cuando manifestamos los frutos del Espíritu.

La Iglesia: la comunión de vida de todos los bautizados; se usan distintas imágenes para referirse a ella: cuerpo de Cristo, pueblo de Dios, esposa de Cristo; la Iglesia no es sólo la institución visible, es también signo e instrumento de la unión con Dios, por eso decimos que creemos en ella; su misión es hacer brotar y crecer en todos los pueblos el Reino de Dios; la Iglesia es misterio de fe porque es una realidad humano-divina, en ella está presente y actúa Dios; la Iglesia puede ser sólo una, porque hay sólo un cuerpo de Cristo, aunque se concrete en iglesias locales; a esta Iglesia pertenecen todos los bautizados aunque no estén en plena comunión con la Iglesia de Roma, de ahí la importancia del ecumenismo y el trabajar por la plena unidad visible de todos los bautizados; la Iglesia es santa porque Dios actúa en ella y por ella; es católica porque es universal; la relación de la Iglesia con el pueblo judío es muy especial; la relación con las demás religiones implica el respeto de la libertad religiosa como derecho humano fundamental; la Iglesia es apostólica porque está fundada sobre el fundamento de los apóstoles y es guiada por sus sucesores, los obispos; está formada por clérigos y laicos, iguales en dignidad pero con diferente misión; los religiosos son los que hacen los votos de castidad, pobreza y obediencia (los ‘consejos evangélicos’) y pueden ser tanto laicos como clérigos; los laicos no son cristianos de segunda clase: tienen una misión que le es propia; la Iglesia no es una democracia porque el poder en ella no deriva del pueblo, sino de Dios y éste es el fundamento de la jerarquía en la Iglesia; el papa es sucesor de Pedro y detenta la autoridad máxima en las decisiones doctrinales y disciplinares; el papa es infalible cuando proclama algo que se refiere a le fe o a la moral como definitivo; los obispos son sucesores de los apóstoles y están al frente de las iglesias particulares.

Jesús da la comunión a los apóstoles
Joos van Wassenhove
Urbino (Italia)
Por comunión de los santos se entiende la comunión de todos los creyentes en Cristo, vivos y muertos, que forman un solo cuerpo que abarca cielo y tierra y en el que nos podemos ayudar unos a otros, tanto los que ya están en la gloria de Dios intercediendo por nosotros, como nosotros pidiendo por los que todavía necesitan purificarse para encontrarse con el Señor cara a cara. Entre los santos destaca María que es nuestra madre e intercede por nosotros; a María no la adoramos, pero sí la veneramos como madre del Señor.

La Iglesia puede perdonar los pecados porque el Señor le dio este poder. El perdón de los pecados se da fundamentalmente en el sacramento del bautismo y en los ya bautizados en el sacramento de la reconciliación. Para los bautizados que cometan pecados graves es necesario confesarse para tener seguridad de haber sido perdonados.

Nuestra fe en la resurrección de los muertos se fundamenta en la resurrección de Jesús. También nuestra carne participará de algún modo de la resurrección final. Todo nuestro ser será salvado.

El juicio particular es el juicio que tiene lugar en el momento de nuestra muerte; el cielo es el estado en que se disfruta eternamente del amor de Dios; el purgatorio es el estado de purificación previo a poder gozar definitivamente del Señor y nosotros podemos ayudar con nuestras oraciones a los que están en él; el infierno es el estado de separación eterna de Dios de quien muere conscientemente y por propia voluntad en pecado mortal; no es Dios quien condena, es el hombre que se autoexcluye del amor de Dios; el infierno existe porque Dios nos ha creado libres; el juicio final será al final de los tiempos y con él se acabará el mundo y empezarán los cielos nuevos y la tierra nueva.


2º parte: Cómo celebramos los misterios cristianos


P. Rupnik - Centro Aletti
Capilla "Redemptoris Mater"
Vaticano
  • En la liturgia tiene lugar un encuentro real con Cristo. Por eso es tan importante. La salvación nos llega a través de la fe y de los sacramentos: “Y les dijo: ‘Id al mundo entero y proclamad el evangelio a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado’” (Mc 16, 15).

  • La liturgia es fuente y culmen de toda la acción de la Iglesia; de ella todo mana y a ella todo tiende.

  • Los sacramentos son signos visibles de una realidad invisible y fueron instituidos por Cristo.

  • La salvación viene de la fe y de los sacramentos, no sólo de la fe como afirman los protestantes; Dios quiere acercarse a todo nuestro ser, no sólo a la cabeza.

  • Es la Iglesia la encargada de celebrar los sacramentos y custodiarlos.

  • Los sacramentos que confieren carácter, es decir, un sello indeleble en el alma, se reciben solo una vez en la vida: bautismo, confirmación y orden sacerdotal.

  • Los sacramentos suponen la fe, pero también la fortalecen y la expresan.

  • Su eficacia no depende de la dignidad de quien los celebra (actúan ex opere operato).

  • En la liturgia hay signos y palabras.

  • En un cierto sentido la liturgia nos hace contemporáneos de Jesús (cf. Soren Kierkegaard; n. 1859).

  • Idea del año litúrgico con sus tiempos fuertes (Pascua y Navidad, precedidos de la Cuaresma y el Adviento).

  • El domingo es el día del Señor; importancia de vivirlo bien, de aprender a santificar las fiestas.

  • En la liturgia hay elementos que se pueden cambiar y otros que no porque son de origen divino.

  • Clasificación de los sacramentos:
    • De iniciación: bautismo, confirmación y eucaristía
    • De curación: penitencia y unción
    • De servicio: matrimonio y orden

Bautismo
·      Es el primero de los sacramentos y es condición para recibir todos los demás; nos une a Cristo, nos libera del pecado original y de los pecados personales que hayamos cometido.
·        Forma de celebrarlo: inmersión en agua (o infusión) con la fórmula trinitaria.
·    Cualquier persona no bautizada es apta para recibirlo. Se exige la fe, que pueden confesar los padres en representación de sus hijos.
·   Ministro del bautismo: cualquiera que quiere hacer lo que hace la Iglesia; ordinariamente el obispo, el presbítero o el diácono.
·       El bautismo es necesario para la salvación (cf. Jn 3), pero existe también el bautismo de deseo.

Confirmación
·         Completa el bautismo y en ella se recibe el don del Espíritu Santo.
·        Puede recibir este sacramento todo bautizado que esté en estado de gracia.
·         El ministro originario es el obispo, pero puede delegar en un sacerdote.

Eucaristía
·         La palabra significa ‘acción de gracias’; en la Eucaristía se renueva el sacrificio de Jesús en la cruz de forma incruenta; Jesús la instituye en la última cena.
·         Es la Eucaristía la que hace la Iglesia.
·         Dos partes de la Misa: liturgia de la Palabra y liturgia eucarística.
·         Otros elementos de la misa: kyrie, gloria, aleluya, sanctus, agnus dei, etc.
·         El sacerdote actúa in persona Christi capitis.
·         Concepto de transubstanciación.
·         Conservación de las formas consagradas: tabernáculo.
·         Precepto dominical.
·         Comunión y ecumenismo.

Sacramento de la penitencia
·         Recibe distintos nombres: confesión, reconciliación, conversión, perdón, etc.
Tríptico de los siete sacramento
Roger van de Weyden
Amberes (Bélgica)
·         Lo instituyó Jesús el día de Pascua: Jn 20, 22: “a quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados”; parábola del padre misericordioso.
·    Puede perdonar los pecados sólo Dios y quien ha recibido de él este poder: los apóstoles y sus sucesores.
·        El arrepentimiento sincero es necesario para recibir el perdón y es distinto del complejo de culpa patológico.
·     Hay que entender la penitencia que impone el sacerdote como reparación por el mal cometido; suele consistir en oraciones, ayunos o limosna.
·        Para el perdón de los pecados se requiere el arrepentimiento por parte del penitente y la absolución de parte del sacerdote.
·   Los actos del penitente son: examen de conciencia, arrepentimiento, propósito de enmienda, confesión y penitencia.
·        Hay que confesar los pecados graves que se recuerden y que no se han confesado; la absolución general sin confesión individual se puede dar solo en determinados casos.
·         Hay que confesar los pecados graves antes de recibir la comunión y por lo menos una vez al año.
·   Aún cuando no hay obligación formal de confesarse por no haber cometido un pecado grave, es útil confesarse para crecer espiritualmente.
·        Hay pecados que están sancionados con la excomunión, por ejemplo el aborto.
·        El sacerdote está obligado a mantener el secreto absoluto.
·         La confesión reconcilia con Dios y con la Iglesia.

Unción de los Enfermos:
·    La Iglesia, siguiendo el ejemplo de Jesús y obedeciendo a su mandato, se ha ocupado siempre de los enfermos.
·     Es un sacramento destinado a quien está gravemente enfermo: se puede recibir varias veces a lo largo de la vida.
·      Se realiza mediante la unción en la frente y en las manos con el óleo bendecido, acompañada de las palabras correspondientes.
·       La unción une al enfermo con Cristo paciente y perdona sus pecados.
·      Hay que recuperar este sacramento y desligarlo de la idea de extremaunción y del miedo correspondiente; hay que saber preparar a nuestros enfermos para que lo reciban.
·       Lo pueden celebrar los presbíteros y los obispos.
·       Hay que distinguirlo del viático que es la última comunión que se recibe antes de morir y que es el verdadero sacramento de los moribundos.

El Orden
Ilustración del Tetraevangelio
Jacob Copista
Viena (Austria)
·        El sacerdocio es participación en el único sacerdocio de Cristo.
·        El sacramento del Orden tiene tres grados: obispo, sacerdote y diácono.
·   El obispo tiene la plenitud del sacramento del Orden, es sucesor de los apóstoles, y tiene encomendadas las funciones de enseñar, gobernar y santificar.
·     La ordenación se realiza mediante la imposición de las manos y la oración consecratoria.
·        Desde el Concilio Vaticano II se ha vuelto a instaurar el diaconado permanente que puede ser ejercido por célibes y casados.
·         La mujeres no pueden ser ordenadas porque Jesús al instituir el sacerdocio en la última cena eligió solo a varones.
·   La Iglesia romana exige a los presbíteros y obispos el celibato. El celibato es signo de la entrega plena al Señor y de disponibilidad para el servicio.
·     Hay un sacerdocio común de los fieles, distinto del sacerdocio ordenado; estos dos tipos de sacerdocio se implican mutuamente.

El matrimonio
·    Se fundamenta en la naturaleza misma del hombre y la mujer, creados varón y hembra a imagen de Dios.
·     El matrimonio se celebra mediante una promesa pública consumada en la unión corporal entre los esposos (rato y consumado, en términos canónicos).
·  Los ministros son los propios esposos; el sacerdote o diácono es testigo calificado.
·     Para la validez del matrimonio se requiere: consentimiento matrimonial, ausencia de impedimentos y respeto de la forma canónica.
·        El consentimiento implica querer una unión exclusiva con el otro para toda la vida y estar abierto a los hijos que Dios quiera dar.
·         El matrimonio es indisoluble porque es signo de la fidelidad de Dios y así lo enseña Jesús.
·         Lo que en el fondo amenaza el matrimonio, más allá de condicionantes psicológicos y sociales, es el pecado.
·        No todos están llamados al matrimonio y los que viven solos por distintos motivos pueden también tener una vida plena y fecunda.
·         Para los matrimonios mixtos (entre católico y bautizado no católico) se requiere dispensa del obispo.
·       Cuando se celebra un matrimonio con un miembro de otra religión, se habla de matrimonio de disparidad de culto y se requiere también dispensa del obispo y es un matrimonio no sacramental. Muchas veces se desaconseja.
·         A los cristianos se les permite la separación pero no el divorcio.
·         Situación de los divorciados vueltos a casar.
·         La familia como Iglesia doméstica.

Otras celebraciones
·        Sacramentales: profesión religiosa, cenizas, agua bendita, bendiciones...
·        Exorcismo: el solemne se realiza en contadas ocasiones y después de un cuidadoso examen.
·        La piedad popular tiene cosas buenas y cosas que hay que purificar; v.gr. las procesiones de Semana Santa.
·        Veneración de las reliquias.
·        Peregrinaciones: es ‘orar con los pies’; ir a lugares que desprenden paz y fuerza.
·        Vía crucis


3º parte: Cómo obtenemos la vida en Cristo


Fundamentos de la moral católica

San Juan contempla la
Inmaculada Concepción
El Greco
Toledo (España)
  • Necesitamos la ayuda de Dios para hacer el bien y esta ayuda, que llamamos gracia, nos llega por la fe y los sacramentos.
  • El ser humano tiene una dignidad inviolable que no depende de sus éxitos o fracasos, sino de que es creado por Dios y llamado a la comunión con él, a la vida eterna.
  • El mensaje central de las bienaventuranzas es que la felicidad viene de seguir el estilo de vida de Jesús y buscar la paz con un corazón limpio.
  • Dios nos ha hecho libres para poder elegir el bien, aunque el grado de libertad y responsabilidad por nuestros actos puede variar en función de la coacción, el miedo, la ignorancia, las malas costumbres, las drogas…
  • La libertad religiosa y de conciencia está inscrita en la dignidad del hombre y la Iglesia la defiende.
  • El hombre puede distinguir si sus actos son buenos o malos usando su inteligencia y siguiendo la voz de la conciencia. Existen tres criterios fundamentales a tener en cuenta para juzgar la bondad de un acto: el objeto del acto en sí, la intención y las circunstancias. No es lícito nunca hacer directamente algo que es malo en sí; una intención mala hace malo cualquier acto aunque el objeto sea bueno y las circunstancias no cambian la calidad del acto pero afectan el grado de responsabilidad.
  • No se debe hacer ningún acto que sea malo en si mismo, aunque es lícito tolerar el mal menor para evitar un mal mayor; el fin no justifica los medios si éstos son intrínsecamente malos.
  • Los sentimientos y pasiones no son en sí ni malos ni buenos, dependen de lo que hagamos con ellos.
  • Nadie puede ser obligado a actuar contra su conciencia incluso si lo que le dicta es erróneo, con tal de que su acto no vaya contra el bien común.
  • No es pecado actuar según un juicio de conciencia cierto pero erróneo que no sea culpable; de todas formas, es un deber formar la propia conciencia.
  • Las virtudes son disposiciones estables a hacer el bien que se pueden entrenar con ayuda de la gracia de Dios; las virtudes cardinales son la prudencia (capacidad de reconocer lo que es justo y elegir los medios adecuados para obtenerlo), la justicia (dar a cada uno lo que le es debido), la fortaleza (perseverancia) y la templanza (autocontrol).
  • Las virtudes teologales son la fe, la esperanza y la caridad. Tienen a Dios como fundamento y meta.
  • La esperanza es la confianza de que lo que Dios ha prometido se cumplirá y la espera esperanzada y activa de ello. El objeto de nuestra esperanza es la comunión con Dios mismo.
  • Los dones del Espíritu Santo son: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios.
  • Los frutos del Espíritu Santo son caridad, gozo, paz paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia, castidad.
  • Dios se ha revelado como un Dios misericordioso por eso debemos confesar con confianza nuestros pecados y nunca desesperar de su misericordia.
  • Un pecado es una palabra, un acto o una intención que atenta consciente y voluntariamente contra el orden establecido por Dios; no es equivalente a infringir unas normas establecidas por los hombres. De hecho, hay ocasiones en que obedecer una ley hecha por los hombres es pecado, cuando esta ley es injusta y va contra el derecho natural (v.gr. el aborto).
  • Los pecados graves apartan de Dios mientras los veniales enturbian la relación con él. El pecado grave para ser tal debe ser cometido con pleno conocimiento y con consentimiento deliberado.
  • Los pecados capitales, relacionados con los vicios que adormecen la conciencia y predisponen al pecado, son: soberbia, avaricia, envidia, ira, lujuria, gula, pereza.
  • Podemos ser responsables de los pecados de los demás si inducimos a ellos, si colaboramos o si omitimos de advertir para que no se cometan.
  • Aunque el pecado es siempre algo personal, se puede hablar de ‘estructuras de pecado’ porque surgen de pecados personales y son contrarias a lo que Dios quiere, y crean y mantiene situaciones injustas: v.gr. la distribución de la riqueza en el mundo.
  • El principio de subsidariedad, desarrollado por la doctrina social de la Iglesia, es fundamental para conciliar el individuo y la sociedad: lo que puede hacer el individuo por sí mismo y con sus propios medios no debe ser suplantado por una instancia superior. V.gr. lo que es propio de la familia no debe ser realizado por el Estado.
  • El orden social y su progreso deben subordinarse al bien de las personas y no al contrario.
  • Dios ha creados a todos los hombres con igual dignidad por eso es inaceptable cualquier discriminación por causa de sexo, raza, cultura o religión.
  • Hay desigualdades entre los hombres que derivan de las diferencias entre los talentos que ha recibido cada uno y otras que provienen del reparto injusto de materias primas, propiedades y capital. Las desigualdades injustas entre los hombres deben ser abolidas.
  • Los cristianos deben comprometerse para que todos tengan acceso a los bienes materiales y espirituales necesarios para una vida digna.
  • Existe una ley natural que puede ser conocida por la razón. En el Antiguo Testamento encontramos expresados algunos preceptos de esta ley natural que se acreditan como Ley de Dios. Este es el caso de los diez mandamientos.
  • Para los cristianos no es el cumplimiento de la ley lo que nos salva, lo que nos pone en una buena relación con Dios, sino la fe; la ley nos enseña el camino pero es difícil recorrerlo sin la ayuda de Dios.
  • La ley del Antiguo Testamento llega a su plenitud en el Nuevo, que no añade nuevos preceptos exteriores sino cambia su raíz que es el corazón del hombre.
  • La doctrina de la justificación indica que lo que nos hace justos ante Dios no es nuestro respeto de la Ley, sino la justicia de Cristo que se nos aplica por la fe, gratuitamente.
  • La gracia es el acercamiento gratuito y amoroso de Dios a nosotros, acercamiento del que a veces somos consciente y otras veces no; significa “ser contemplados por Dios, ser tocado por su amor” (Benedicto XVI). La gracia recibe distintos nombres (cf. n. 339: santificante, habitual, actual, sacramental, de estado, etc.), pero en el fondo es sólo una, es Dios mismo que se dona.
  • Hay una relación difícil de aclarar entre la gracia de Dios y la libertad del hombre: sin la gracia no podemos hacer nada, sin embargo Dios nos deja libres para elegir y exige nuestra colaboración (máxima de San Ignacio de Loyola de rezar como si todo dependiera de Dios y obrar como si todo dependiera de nosotros).
  • Lo que nos justifica es la fe, pero la fe sin las obras está muerta; la fe se manifiesta en las buenas obras.
  • Hay una vocación universal a la santidad, es decir, todos estamos llamados a la santidad. Esta es la vocación fundamental de todo cristiano. No hay dos cristianismos: uno más perfecto para pocos y otro más laxo para la mayoría.
  • La Iglesia nos ayuda a llevar una vida santa a través de: la transmisión de la fe, la celebración de los sacramentos  -especialmente la Eucaristía-, la proclamación de la Palabra de Dios, el ejemplo de los santos, etc.
  • El Magisterio de la Iglesia no sólo se refiere a lo que está contenido en el evangelio, sino también a la ley moral natural.
  • Los cinco mandamientos de la Iglesia son de obligado cumplimiento para todo católico y son “exigencias de mínimos” para llevar una vida cristiana.
  • La doble moral (diferencia entre lo que se predica en público y lo que se hace en la vida privada) es un contratestimonio a la verdad del evangelio.
  • Los diez mandamientos son inmutables y valen siempre y en todas partes: son mandatos de la razón y parte esencial de la revelación vinculante de Dios.


Primer mandamiento: Amarás a Dios sobre todas las cosas

El sermón de la montaña
Beato Angélico
Florencia (Italia)
·  Conocer a Dios, servirle, adorarlo, es la prioridad absoluta en la vida. La reverencia y adoración son la respuesta adecuada a Dios que se manifiesta y se hace presente.
·    No se puede imponer a nadie la fe, ni a los propios hijos. Es imprescindible el respeto de la libertad religiosa.
·       Este primer mandamiento prohíbe: tener ídolos (cosas o personas que usurpan el lugar de Dios), consagrar la vida sólo a lo terrenal; ser supersticioso; tentar a Dios; cometer sacrilegio (profanar lo sagrado); ejercer la simonía (comerciar con las cosas de Dios).
·    El esoterismo tiene una concepción falsa de Dios, al no considerarlo como un ser personal y compasivo, sino como una energía cómica impersonal (New Age). El panteísmo que profesan algunos también es incompatible con la fe cristiana en un Dios que no se identifica con el cosmos.
·      A través del Yoga, la meditación con técnicas orientales, el Reiki, etc., que parecen en principio inofensivos, se puede estar transmitiendo una idea falsa de Dios.
·   Existen varias modalidades actuales del antiguo gnosticismo que diferenciaba entre los iniciados y el pueblo llano y sostenía que se alcanzaba la salvación a través del conocimiento y no de la fe.
·     La magia pretende controlar y manipular a Dios en vez de confiar en él.
·     El ateísmo es un pecado contra el primer mandamiento, pero el grado de responsabilidad del individuo que lo profesa puede variar en función de sus intenciones y circunstancias. Hay que distinguir entre ateísmo (negación de la existencia de Dios) y agnosticismo (deja la cuestión de la existencia de Dios abierta al considerar que con la razón no se puede saber).
·    La prohibición de hacer imágenes de la divinidad contenida en este primer mandamiento y que siguen respetando los judíos y los musulmanes, quedó superada en el cristianismo gracias a la encarnación del Hijo de Dios con la que Dios asumió un rostro humano que se puede representar.


Segundo mandamiento: No tomarás el nombre de Dios en vano

·     Este mandamiento prohíbe: pronunciar el nombre de Dios de forma irreverente, blasfemar, maldecir usando su nombre, hacer falsas promesas y dar falso testimonio en nombre de Dios. Es un mandamiento que exige reverencia hacia lo sagrado, tanto objetos, como personas.
·    Para los cristianos la señal de la cruz es una forma de ‘cristianizar’ lo que hacemos poniéndolo bajo el signo de la cruz y la presencia de la Santísima Trinidad.
·     Hay que elegir bien el nombre de pila que ponemos a nuestros hijos; es importante que tengan un santo patrono que interceda por ellos.


Tercer mandamiento: Santificarás las fiestas

·    Para el pueblo judío el respeto del sábado es crucial: recuerda el día en que Dios reposó después de crear el mundo y hace presente la liberación de la esclavitud de Egipto y anticipa el mundo futuro. El sábado es un signo de identidad para el pueblo de Israel y forma parte de su ser.
·    Jesús relativiza el sábado: “El sábado ha sido hecho para el hombre y no el hombre para el sábado”. Al hacerlo, muestra que él es el Mesías, el ‘Señor del sábado’. Si su pretensión no fuera cierta, sería un impostor y blasfemo que transgrede una de las leyes más sagradas del pueblo elegido.
·      Los cristianos sustituyen el sábado por el domingo porque es el día de la resurrección de Cristo, el día de la nueva creación, pero al hacerlo mantienen el significado fundamental que tenía el sábado para el pueblo judío.
·     Se santifica el domingo participando en el culto de la comunidad cristiana y evitando todo lo que impide la adoración de Dios y que perturba el carácter de la fiesta, de alegría, paz y descanso.


Cuarto mandamiento: Honrarás a tu padre y a tu madre

·        Deber de amor, agradecimiento y afecto hacia nuestros padres.
·      Importancia de la familia como célula de la sociedad y como Iglesia doméstica: lugar donde se vive y se transmite la fe a las nuevas generaciones.
·        La familia fundada en el matrimonio, entendido como una unión estable de un hombre y una mujer abierta a la vida, es querida por Dios y debe ser respetada y protegida por el Estado.
·       Los hijos son don de Dios y no propiedad de los padres; los padres deben hacer todo lo necesario para que se puedan desarrollar corporal y espiritualmente de la mejor forma posible.
·      Los padres deben hacer todo lo que está en sus manos para que los hijos experimenten que vivir en la presencia y cercanía de Dios es valioso y benéfico.
·    La relación del hombre con Dios es la más importante y tiene prioridad incluso sobre las relaciones familiares: “El que quiera a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí”.
·        Hay que ejercer la autoridad como servicio y no de forma arbitraria.
·      Existe la obligación para el cristiano de colaborar lealmente con los organismos estatales y contribuir al bien común en verdad, justicia, libertad y solidaridad; se debe amar a la propia patria, defenderla si es el caso, y pagar los impuestos justos.
·      No se deben seguir las prescripciones de las autoridades civiles que son contrarias a la ley de Dios: resistencia pasiva, lucha no violenta, etc.


Quinto mandamiento: No matarás

·      Excepto en caso de legítima defensa o auxilio necesario, nadie puede matar a otra persona: la vida humana es sagrada, pertenece a Dios; incluso nuestra propia vida no nos pertenece, sino que nos ha sido confiada.
·     Este precepto prohíbe el asesinato y la cooperación en él; el aborto; el suicidio; la automutilación y la autodestrucción; la eutanasia.
·      La pena de muerte es solo aceptable en el caso en que la sociedad no se pueda defender de otro modo que con la muerte del reo, pero estos casos son muy raros y prácticamente no se dan; por tanto, hoy la Iglesia es contraria a su utilización.
·      La eutanasia en sentido propio es una acción u omisión que por su naturaleza y en la intención causa la muerte con el fin de eliminar el dolor; en cuanto tal es un homicidio y es inaceptable. En cambio, la administración de calmantes, aunque pueda tener como consecuencia acortar la vida, o la renuncia al encarnizamiento terapéutico, no es eutanasia; la muerte no debe ser causada, pero tampoco absurdamente retrasada. Hay que promover los cuidados paliativos.
·       El aborto no es aceptable en ningún caso, ni en ningún momento del desarrollo del embrión a partir de la concepción. De este modo, no se puede abortar un niño con minusvalía, ni se puede investigar con embriones vivos y células madres embrionarias. La vida humana comienza con la unión del espermatozoide y el óvulo.
·    El quinto mandamiento implica también el respeto por la integridad física y psíquica de las personas (contra la seducción mental, la agresión sexual, la violencia física, etc.)
·        Hay que respetar el propio cuerpo: No existe un derecho humano a destruir el propio cuerpo recibido por Dios (v.gr. con incisiones, etc.).
·        La salud es un valor importante pero no absoluto. No hay que caer en el culto al cuerpo.
·      El tomar drogas, al ser un acto de autodestrucción, es pecado, aunque hay también un uso razonable, consciente y moderado de drogas, por ejemplo en el ámbito médico; v.gr. estimulantes, morfina, etc.
·     Las donaciones de órganos son un verdadero acto de caridad con el prójimo, siempre y cuando las personas no sean obligadas a ello.
·        Se atenta contra el derecho a la integridad física de las personas con el uso de la violencia, el secuestro y la toma de rehenes, el terrorismo, la tortura, la violación, la esterilización por la fuerza, la amputación, la mutilación...
·        Los cristianos deben tratar con respeto y caridad el cuerpo de un difunto, conscientes de que Dios lo ha destinado a la resurrección final. Hay que cuidar la forma de comportarse con las cenizas de los difuntos, evitando extravagancias que no son apropiadas.
·        La paz es la consecuencia de la justicia.
·      La ira o cólera es una reacción natural ante una injusticia experimentada, pero hay que cuidar que no se convierta en odio y deseo de venganza.
·       La acción no violenta tiene un gran valor para Jesús y la Iglesia respeta a los que rehúsan el empleo de las armas.
·      Sin embargo, la Iglesia no defiende un pacifismo radical, porque hay un legítimo uso de la guerra como último recurso.


Sexto mandamiento: No cometerás adulterio

Pentecostés
Icono copto
·      El hombre es un ser sexuado. El hombre y la mujer son distintos y complementarios y tienen la misma dignidad como personas.
·         El amor es la entrega libre del corazón.
·         Sexualidad y amor van inseparablemente unidos. El encuentro sexual necesita el ámbito de un amor fiel y seguro. El sexo sin amor es mentira y perjudica a la larga al cuerpo y al alma.
·     La castidad hay que entenderla como la virtud mediante la cual se reserva el deseo sexual de forma consciente y decidida para el amor, integrándolo en la persona. Castidad y continencia no son lo mismo: una persona casada con una vida sexual activa cuando la vive como expresión de amor es casto. La castidad es una virtud moral y también un don de Dios, una gracia, fruto también del trabajo espiritual. Vivir un amor casto implica no ser esclavo de los propios instintos y pasiones.
·       Todos están llamados a vivir la castidad, aunque no la continencia. Ser castos significa vivir el amor de una forma integrada.
·         La Iglesia se opone a las relaciones prematrimoniales porque quiere defender el amor. No se puede decir a otra persona “te quiero” con el cuerpo cuando no es verdad.
·       La masturbación es una falta contra el amor, porque convierte el placer sexual en un fin en sí mismo. El autoerotismo unido a la pornografía puede llevar al aislamiento y a que sea cada vez más difícil crear relaciones interpersonales gratificantes y sanas.
·       La fornicación, entendida como realizar actos sexuales fuera de la unión matrimonial, es una falta grave contra el amor porque ofende a la dignidad de la persona y niega el sentido de la sexualidad humana.
·       La prostitución que convierte el amor en mercancía y en la que la persona es degradada a objeto de placer es una falta grave contra la dignidad humana y un pecado grave contra el amor.
·         La pornografía también es una falta grave contra el amor y la dignidad humana.
·     El violador comete un crimen contra la esencia del amor, ya que el amor es libre por naturaleza y este crimen es más reprobable si tiene lugar en el contexto de una relación jerárquica o de autoridad.
·       La Iglesia rechaza el uso del preservativo para luchar contra el Sida y apuesta por una nueva cultura de las relaciones humanas y un cambio de la conciencia social. La fidelidad conyugal y la continencia fuera del matrimonio son los mejores medios para luchar contra el Sida.
·      La Iglesia acoge sin condiciones a las personas con tendencias homosexuales. Al mismo tiempo afirma que todas las formas de encuentros sexuales entre personas del mismo sexo no corresponden al orden de la creación.
·         Lo esencial del matrimonio cristiano es la unidad, la indisolubilidad, la apertura a la prole y la ordenación al bien del cónyuge.
·         El cristianismo se opone a quien afirma que el placer sexual es malo en sí mismo, aunque sí afirma que el placer no es un fin en sí mismo.
·         El niño que nace del amor es un don y una bendición de Dios; es una criatura de Dios totalmente nueva y única.
·      Una pareja cristiana puede legítimamente decidir cuántos hijos puede asumir responsablemente en su situación económica, social o de salud; esto a veces se designa como paternidad responsable.
·     Un matrimonio cristiano puede utilizar métodos de regulación de la fecundidad, especialmente los llamados de ‘planificación familiar natural’ que se corresponden a la dignidad del varón y de la mujer, que respetan las leyes internas del cuerpo femenino y que exigen ternura y unas relaciones recíprocas respetuosas. Los métodos anticonceptivos, en cambio, distorsionan la naturaleza propia de la relación íntima conyugal, haciéndola intencionadamente infecunda.
·      En caso de esterilidad, se puede recurrir a toda ayuda médica que no contradiga la dignidad de la persona, los derechos del niño que se desea concebir y la santidad del sacramento del matrimonio. No hay derecho absoluto a tener un hijo; un hijo es un don de Dios. Cuando se han agotado los recursos legítimos de la medicina se puede pensar en adoptar o acoger a niños o comprometerse de otro modo con la sociedad.
·      La ayuda de la medicina se extralimita y por tanto no es aceptable cuando se disuelve  y destruya por medio de una tercera persona la paternidad conjunta de los padres (v.gr. fecundación heteróloga), o cuando la concepción se convierte en un acto técnico fuera de la unión sexual dentro del matrimonio.
·      La doctrina de la Iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio: el matrimonio rato y consumado entre bautizados no puede ser disuelto por ningún poder humano, ni por ninguna causa fuera de la muerte.
·         En caso de adulterio y cuando el matrimonio ya no es viable se puede pensar en la separación.


Séptimo mandamiento: No robarás

·         El séptimo mandamiento prohíbe quitarle algo a alguien, pero implica también la justa administración y el reparto de los bienes de la tierra, la regulación de las cuestiones de la propiedad privada y el reparto de los rendimientos del trabajo humano y de las materias primas y la protección de la naturaleza. Es un mandamiento que hace referencia a la doctrina social de la Iglesia.
·         El derecho a la propiedad privada es relativo y no absoluto, porque Dios creó la tierra y sus bienes para todos los hombres.
·        El robo es la apropiación indebida de un bien ajeno. Pero también se peca contra el séptimo mandamiento por la retención injusta del salario justo, por quedarse con objetos encontrados que deben ser devueltos, por los engaños en general, por dar trabajo a los empleados en condiciones contrarias a la dignidad personal, por no mantener los acuerdos suscritos, por despilfarrar las ganancias, por elevar o bajar artificialmente los precios, por poner en peligro el puesto de trabajo de un compañero, por el soborno y la corrupción, por inducir a los subordinados a cometer actos ilegales, por exigir honorarios desproporcionados, por derrochar o administrar mal las propiedades sociales comunes, por falsificar dinero, contabilidades o balances, por el fraude fiscal, etc.
·         También es robo la sustracción de la propiedad intelectual.
·     Es inmoral el engaño y el fraude fiscal, es decir, falsificar, silenciar o tapar hechos para impedir una evaluación fiscal correcta, aunque en un sistema fiscal complejo es lícita la ‘creatividad’...
·         La especulación es inmoral si se emplean medios deshonestos, si se pone en peligro los medios de vida propios o ajenos o cuando se ha vuelto en una adicción como el juego.
·       El vandalismo y los daños deliberados a equipamientos públicos y a bienes comunes son formas de robo.
·       Las apuestas y los juegos de azar son inmorales cuando el jugador arriesga el sustento suyo o el de otras personas, especialmente si están a su cargo.
·         Comprar o vender personas, u órganos, o embriones, etc. es algo absolutamente reprobable.
·        Existe el deber de cuidar la creación: el mandato de someter la tierra que Dios da al hombre no significa un derecho absoluto de poder disponer arbitrariamente de la naturaleza; el hombre es pastor y guardián de la creación, debe cuidar de ella.
·        Es misión de los fieles laicos comprometerse en la política, la sociedad y la economía, para transformar las realidades temporales según el espíritu del evangelio.
·    La Iglesia apoya la democracia porque entre los sistemas políticos es el que ofrece las mejores condiciones para que se realicen la igualdad ante la ley y los derechos humanos. Pero la democracia debe ser algo más que el mero dominio de la mayoría; es preciso reconocer los derechos fundamentales del hombre en cuanto tal. La democracia se fundamenta en unos valores que ella mismo no puede darse; por eso hay que estar atentos a que no se socaven los derechos fundamentales del ser humano. Si esto no se hace, fácilmente la democracia se vuelve una tiranía.
·         El capitalismo tiene que situarse dentro de un ordenamiento jurídico sólido.
·         Junto a los justos intereses de beneficios, los empresarios deben tener en cuenta los justos intereses de los empleados, de los proveedores, de los clientes y de toda la sociedad y también del medio ambiente.
·       El trabajo es un mandato de Dios al hombre y para la mayoría de los hombres es su medio principal de sustento. El desempleo es un mal grave que debe ser combatido con decisión. El trabajo no es un fin en sí mismo sino que debe servir a la realización de una sociedad que corresponda a la dignidad del hombre. La Iglesia defiende un salario justo, que haga posible para todos una existencia digna, y exhorta a los ricos a practicar las virtudes de la moderación y del compartir solidarios.
·     La Iglesia defiende el principio del trabajo sobre el capital: las necesidades elementales de los trabajadores tienen prioridad sobre los intereses del capital.
·     La globalización en principio no es ni buena ni mala, pero sí puede suponer una gran oportunidad para muchos países. Tiene que ser dirigida por la caridad en la verdad para evitar que las condiciones de vida de los pobres empeoren, que crezca la desigualdad y que se pisotee el medio ambiente. Esto requiere el fortalecimiento de las instituciones políticas superestatales y de la sociedad civil.
·         La pobreza y el subdesarrollo no son un destino ineludible. La tierra tiene suficientes recursos para que todos tengan una vida digna.


Octavo mandamiento: No dirás falso testimonio ni mentirás

Icono de las principales fiestas litúrgicas
·         El octavo mandamiento nos exige no mentir, es decir, no hablar ni obrar consciente y voluntariamente contra la verdad. Significa vivir en el respeto de la verdad, ser veraz.
·         El supremo testimonio a la verdad se da en el martirio cuando se entrega la vida por ella, y por amor a Dios y a los hombres.
·         Las faltas contra la verdad exigen reparación, por ejemplo cuando se calumnia a alguien. No basta que la culpa sea perdonada.
·         La verdad exige discreción: hay que comunicarla con inteligencia y caridad. Es útil para ello tener presente los ‘tres filtros’ de Sócrates: ¿Es verdad? ¿Es bueno? ¿Es útil?
·         El secreto de confesión a diferencia del secreto profesional es absoluto. Nunca puede ser revelado, ni en el caso de un crimen. Si las leyes civiles no lo defienden el sacerdote las debe desobedecer.
·         Los medios de comunicación social deben respetar la verdad y los derechos y la dignidad de las personas: No deben ensalzar la violencia, aprobar el comportamiento antisocial, promover la banalización de la sexualidad, etc.
·         El arte que expresa la belleza que es reflejo de la verdad es un medio para llegar a Dios.


Noveno mandamiento: No consentirás pensamientos ni deseos impuros

·         Este mandamiento no se opone al deseo sexual, sino al deseo desordenado, a la concupiscencia, al dominio de los impulsos sobre el espíritu. La atracción erótica es querida por Dios y buena en sí misma, pero no se debe jugar con ella de modo que ponga en peligro el ámbito protegido del matrimonio y la familia.
·         Hay que esforzarse por conseguir la limpieza de corazón de las bienaventuranzas, el tener un corazón sincero e indiviso.
·         El pudor protege el ámbito íntimo de las personas, su dignidad, lo que sólo está autorizado a ver el amor; no es mojigatería ni represión.


Décimo mandamiento: No codiciarás los bienes ajenos

·         Exige una actitud interior de respeto hacia los bienes ajenos, siendo libres de la avidez que se manifiesta en la codicia, el robo, la rapiña, el fraude, la envidia...
·         La envidia es el disgusto y enfado ante el bienestar de otros y el deseo de apropiarse indebidamente de lo que otros tienen. Hay que esforzarse por alegrarse de los éxitos y los dones de los demás. Para supera la envidia hay que tener presente la providencia amorosa de Dios también para uno mimo y en qué consiste la verdadera riqueza de la que ya participamos al estar en comunión con Dios.


4ª parte: Cómo debemos orar

La oración de Jesús en el huerto
El Greco
Toledo, Ohio (Estados Unidos)
  • La oración es la elevación del corazón a Dios. Aunque pueda parecer paradójico, orar es un don que se recibe a través de la oración y nos lleva a una relación de intimidad con Dios. “Es un impulso del corazón, una mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como desde dentro de la alegría” (Santa Teresa del Niño Jesús).

  • En el cristianismo, contemplación (vida espiritual interior) y vida activa son inseparables. Hay que ser al mismo tiempo Marta y María.

  • Abraham es modelo de oración para nosotros por su escucha y disponibilidad para hacer lo que Dios le pedía. Su oración de intercesión por Sodoma (Gn 18) es un impresionante ejemplo de oración de petición.

  • Moisés hablaba con Dios “cara a cara” como con un amigo (Ex 33, 11), y Dios promete otro profeta como Moisés. Promesa que se cumple de modo sobreabundante con Jesús que es el Hijo único de Dios que está en el seno del Padre.

  • En el Libro de los Salmos de la Biblia hay 150 salmos que han sido utilizados tanto por el pueblo de Israel, como per Jesús y por la Iglesia para la oración.

  • Jesús tenía una relación de intimidad con Dios Padre que se manifestaba en su oración y que impresionaba a sus discípulos. Una intimidad con Dios única, ya que es el Hijo de Dios, de la misma naturaleza que el Padre. Es el maestro de oración por excelencia. En sus palabras en la cruz ‘Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?’, tomadas del salmo 22, está presente todo el drama de la humanidad que experimenta la ausencia de Dios.

  • Orar bien implica tener la certeza de ser escuchados, aceptando al mismo tiempo que no seamos atendidos según nuestros propios planes (Rahner).

  • María es también modelo de oración. De ella aprendemos a decir ‘sí’ a la voluntad de Dios.

  • Importancia del rezo del Rosario. Era la oración preferida de Juan Pablo II.

  • Hay distintos tipos de oración: de bendición, de adoración, de petición e intercesión, de acción de gracias, de alabanza; la oración no es sólo pedir.

  • También nuestro cuerpo debe participar en nuestra oración. Así, rezamos de pie, sentados, de rodillas, con los brazos extendidos, postrados, etc. Cada postura corporal tiene un significado distinto que refuerza nuestra oración.

  • Es importante rezar por los demás, también por los que no conocemos, incluso por nuestros enemigos como pide Jesús.

  • Una de los recursos para la oración es la Sagrada Escritura, otro es la Liturgia de la Iglesia que nos une a todos los demás que están rezando en todo el mundo. También los acontecimientos de la vida cotidiana pueden servir para la oración.

  • Hay distintas escuelas de espiritualidad en la Iglesia: benedictina, ignaciana, franciscana, etc. que nacen alrededor de la vivencia espiritual de un santo y que siguen siendo actuales en la Iglesia y que ayudan a muchos a encontrar su camino de oración.

  • Hay tres formas de oración: la oración vocal, la meditación y la contemplación. En la oración, sobre todo en la contemplación, llegamos a veces a experimentar la presencia palpable de Dios como un regalo inmerecido de su gracia.

El Padrenuestro:

Ángeles cantores
Jan Van Eyck
Gante (Bélgica)
·         Es la única oración que Jesús enseñó a sus discípulos.
·         Consiste en siete peticiones.
·         El Padrenuestro es “la más perfecta de todas las oraciones” (santo Tomás de Aquino) y es el “resumen de todo el evangelio” (Tertuliano).
·         Podemos llamar a Dios ‘padre’ porque así nos lo ha enseñado Jesús y decimos ‘nuestro’ sintiéndonos hermanos de los demás con los que formamos un mismo cuerpo.
·         ‘Santificar el nombre de Dios’ significa hacer justicia a su realidad.
·         La petición “venga tu reino” significa que la soberanía de Dios se instale definitivamente en nuestro mundo.
·         Cuando decimos “hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo”, pedimos que se cumpla universalmente la voluntad de Dios, que la tierra sea cielo.
·         Pedir el ‘pan nuestro de cada día” significa saber que todo viene de Dios y esperar de él lo bienes materiales y espirituales necesarios, comprometiéndonos en la lucha por la justicia para que todos tengan lo necesario para una vida digna.
·         Buscar e perdón de Dios y otorgarlo a los demás van juntos; eso es lo que reconocemos cuando decimos “perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.
·         Cuando pedimos ‘no caer en la tentación’, le pedimos a Dios que no nos deje indefensos ante el poder de la tentación. Confiamos en su ayuda en la hora de la prueba.
·         Cuando decimos “líbranos del mal” nos referimos a Satanás, el tentador, el ‘príncipe de este mundo’.








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