martes, 4 de enero de 2011

Señor, hazme instrumento de tu paz

Homilía 1 de enero 2011
Solemnidad de Santa María, Madre de Dios
Jornada Mundial por la Paz

En fechas tan señaladas como la de hoy, surge casi espontáneo hacer un balance, pensar en cómo nos ha ido el año que acaba y qué deseamos y qué nos proponemos para el que empieza. En la tradición litúrgica de la Iglesia, cuando acaba un ciclo y empieza otro, por ejemplo en la celebración de las Témporas, se nos invita a hacer tres cosas: dar gracias por todo lo que se nos ha dado; pedir perdón por nuestras faltas y omisiones, y suplicar por lo que necesitamos. Es lo que queremos hacer hoy. Empezando por dar las gracias, algo que con frecuencia pasamos por alto y que es lo más importante de nuestra oración, reconociendo y agradeciendo todo lo que se nos ha regalado, que es muchísimo. Pero también tenemos que reconocer que muchas veces por nuestra pereza, nuestros miedos, nuestro egoísmo y soberbia, no hemos correspondido a los regalos de Dios y no hemos estado a la altura de lo que se nos pide como hijos. Y también vemos como es necesario suplicar al tomar conciencia de nuestra pobreza e indigencia, sabiendo que sin Dios no podemos nada, que “si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles”, como dice el salmista (Sal 126).
San Pablo - churchforum.org
                Una buena forma para hacer todo esto es centrarnos en el texto de la segunda lectura de la Misa de la hoy, que resume muy bien los aspectos centrales de nuestra celebración. Es un texto fundamental del apóstol San Pablo que encontramos en su Carta los Gálatas: “Mas cuando llegó la plenitud del tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos la adopción filial. Como sois hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama '¡Abbá, Padre!'. Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si eres hijo, eres también heredero por voluntad de Dios" (Gal 4, 4-7). El apóstol empieza hablando de la llegada de la plenitud del tiempo, el tiempo fijado y decidido por Dios que sigue criterios distintos a los nuestros, hace más o menos 2011 años, que es cuando envía a su Hijo. Nosotros vivimos nuestro tiempo marcado por este acontecimiento de la venida del Hijo de Dios al mundo, nuestro tiempo es un tiempo en el que Dios se ha hecho presente; no es un tiempo vacío o sin meta.
   Continúa el apóstol diciendo que este Hijo ha ‘nacido de una mujer’, y de qué mujer diríamos nosotros, de María. Hoy celebramos la fiesta de la maternidad divina de María; María la podemos llamar Madre de Dios (Theotókos) como afirmó el Concilio de Éfeso en el 431, porque el Hijo que nace de ella es el Hijo de Dios. Volvemos en este último día de la octava de Navidad a ponernos delante del misterio de la Encarnación, de la venida al mundo de ese niño, que es verdadero Dios y verdadero hombre, y al llamar a María, su madre, Madre de Dios, salvaguardamos este misterio de interpretaciones reductivas, que se limitan a ver en Jesús sólo a un hombre, o solo a Dios, y no al Hijo de Dios encarnado.
                Pablo dice en este texto que Jesús nació ‘bajo la ley’, bajo la ley de Moisés. Vemos en el evangelio de como María y José al cumplirse los ochos días, circuncidan al niño, como mandaba la ley, por eso hoy también se celebra la circuncisión del Señor. Jesús obedece la ley que Dios había dado a su pueblo, pero en la cruz muestra que la justificación que buscaban los judíos a través de la observancia de la ley sólo se puede obtener por gracia; a las obras hay que anteponer la fe en la misericordia de Dios. El nombre que le ponen al niño al circuncidarlo es ‘Jesús’, que significa ‘Yahvé salva’. Antes se celebrara el 2 de enero la fiesta del ‘dulce nombre de Jesús’. ¡Qué dulce es el nombre de Jesús cuando nos damos cuenta de lo que significa! ¡No nos salvamos nosotros, es Dios que nos salva gratuitamente en su Hijo!
                En este texto tan importante de la Carta a los Gálatas, San Pablo afirma que la razón para que Dios enviara su Hijo es que recibiéramos la adopción filial. Esta es la afirmación fundamental de todo el texto. En Jesús se nos pone al alcance de la mano, se nos ofrece gratuitamente sin méritos por nuestra parte, el ser adoptados como hijos. Esto significa que podemos tener una relación con Dios-Padre como la tuvo Jesús, podemos rezar al Padre con esa intimidad y confianza que tenía Él; hasta podemos utilizar esa palabra tan suya de ‘Abbá’. Todas las celebraciones de Navidad nos deben llevar a tomar nueva conciencia de nuestro ser hijos de Dios, de nuestra dignidad como tales. El Hijo de Dios se hizo hombre en el seno purísimo de María, para que nosotros recibiéramos la adopción como hijos. Si somos hijos, ya no somos esclavos. Recordamos cuando el hijo pródigo de la parábola se dio cuenta de la situación en la que se hallaba en ese país lejano y decidió volver a la casa del padre, aunque fuera como siervo. No podía ser, era hijo y no siervo, y este dignidad no la pierde. ¡Cuántos cristianos siguen viviendo su religión como esclavos, con miedos y temores! Es verdad que quizás el péndulo en los últimos años se ha movido demasiado en el otro sentido y vivimos nuestra fe y compromiso de una forma muchas veces ‘light’; pero siempre tenemos que recordar que somos hijos y no esclavos. Y si somos hijos, somos herederos de Dios, herederos de la vida eterna; porque la herencia que tiene Dios preparada para nosotros no puede ser otra cosa sino gozar de Él, que es el sumo Bien.
En la primera lectura se menciona la bendición con la que los sacerdotes de la Antigua Alianza bendecían a los israelitas. La bendición significa que Dios dice bien de nosotros, nos muestra su rostro benévolo, y eso lo hace porque ve en nosotros a su hijo. Nosotros por nuestra parte debemos corresponder a esta mirada benévola de Dios con nuestras obras, como haría un hijo ante un padre que lo mira con ese cariño.
El texto de bendición que usaban los sacerdotes mencionaba el don de la paz como el bien fundamental que se desea. Hoy se celebra la Jornada Mundial por la Paz y el mensaje del Papa Benedicto XVI para este día se titula ‘La libertad religiosa, camino para la paz’. La paz es don de Dios, sobre todo la paz profunda del corazón de sabernos reconciliados con Él, pero la paz también es fruto del esfuerzo humano de crear situaciones justas donde podamos convivir con armonía y respeto mutuo. Una condición para la paz en nuestro mundo tan variado es el respeto a la libertad religiosa de todos. Libertad religiosa que es un derecho fundamental de todo hombre y mujer, radicado en su dignidad como persona, y que significa en primer lugar que no se puede coaccionar a nadie en temas de religión. Que cada uno es libre para vivir su religión y expresarla públicamente en el respeto a los demás. Esto que parecería una obviedad, en muchos lugares del mundo no lo es, y el Papa menciona como los cristianos son los más perseguidos por su fe. Debemos tener siempre presente en nuestra oración a estos hermanos nuestros que sufren, ayudar en la medida de nuestras posibilidades, y agradecer su testimonio valiente y no violento que permite que la presencia cristiana se mantenga en sitios de antigua cristiandad. Pero también debemos nosotros mismos hacernos instrumentos de paz, defendiendo y promocionando la libertad religiosa de todos, no sólo de los cristianos. Puede ser éste un buen propósito para el año que comienza a la luz de las últimas noticias que llegan de Egipto y del atentado terrorista a la comunidad copta en Alejandría.
En el evangelio se dice que “María conservaba estas cosas, meditándolas en su corazón”. Ella es modelo para los creyentes y como hizo ella debemos hacer nosotros. La forma de ir tomando cada día más conciencia de nuestro ser hijos de Dios, de lo que significa, e ir conformando nuestra vida a ello, irnos configurando cada vez más a Cristo, es conservar estas cosas, lo que ha hecho el Señor en nuestro favor, en nuestro corazón, y meditarlas y dar gracias asiduamente. ¡Qué también éste sea un propósito para este nuevo año que comienza, el 2011 desde la venida del Hijo de Dios al mundo!


1 comentario:

  1. ¡Qué el SEñor bnos haga de verdad instrumentos de su paz! Gracias por la homilía.

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