martes, 19 de febrero de 2013

Vivir la cuaresma en el año de la fe



Homilía Domingo 17 de febrero de 2013
I Domingo de Cuaresma (ciclo C)


Benedicto XVI recibiendo la ceniza
Basílica de San Pedro del Vaticano (13/2/2013)
            El tema que el Señor nos pone delante para nuestra meditación y oración en la celebración de hoy es indudablemente el de la fe. Digo ‘indudablemente’ con cierto temor, ya que en las cosas del Señor hay que tener cautela porque él siempre nos sorprende. Sin embargo, son tantos los acontecimientos y las palabras que tienen como objeto la virtud teologal de la fe y que coinciden en este día que justifican mi afirmación y hacen que no sea demasiado temeraria. Parece que el Señor desea que este domingo y toda esta cuaresma que hoy empieza la dediquemos a renovar nuestra fe, a hacerla más “consciente y vigorosa”. Vamos a ir desmenuzando brevemente estas palabras y acontecimientos de la celebración de hoy que se refieren a la fe.

            Lo primero es que estamos en el Año de la fe que ha convocado el papa Benedicto XVI como un llamamiento a “una auténtica y renovada conversión al Señor, único salvador del mundo”. En este contexto, el mensaje del Santo Padre para esta cuaresma 2013 nos invita a reflexionar sobre la relación entre la fe y la caridad. Ya su título es bastante elocuente: “creer en la caridad suscita caridad”; y más elocuente aún es el texto bíblico de referencia de la primera carta del apóstol Juan: “hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él” (1Jn 4,16). El amor de Dios que nos precede se nos ha revelado plenamente en Cristo y por la fe creemos en él, y esto es lo que nos lleva a ejercer la caridad para con el prójimo. La caridad auténtica no es un sentimentalismo vacío, sino una actitud que hunde sus raíces en la fe en el amor de Dios que ha entregado su Hijo por nosotros.

Por otro lado también las lecturas de este primer domingo de Cuaresma se centran en la fe. En la segunda lectura, en un pasaje fundamental de su carta a los Romanos sobre la salvación por la fe, el apóstol Pablo afirma solemnemente: “Si tus labios profesan que Jesús es el Señor, y tu corazón cree que Dios lo resucitó de entre los muertos, te salvarás. Por la fe del corazón llegamos a la justificación, y por la profesión de los labios, a la salvación”. Como escribe Benedicto XVI en la carta apostólica con la que convoca este Año de la fe: “Creer en Jesucristo es... el camino para poder llegar de modo definitivo a la salvación”. Es la fe la que nos pone a bien con Dios, la que nos reconcilia con él y nos hace entrar en el pueblo de la nueva alianza.

Cortesía de: Stained Glass Inc.
En la primera lectura del Libro del Deuteronomio se nos ofrece la confesión de fe del fiel israelita. Moisés ordena que se lleven las primicias de los frutos de la tierra al templo y que se entreguen al sacerdote y que, al hacerlo, se pronuncie una profesión de fe narrando lo que el Señor ha hecho en favor del pueblo de Israel: como lo “sacó de Egipto con mano fuerte y brazo extendido” y lo introdujo en la tierra que ‘mana leche y miel’. La fe, junto a ser un acto de confianza en Dios, de entrega plena y libre a él, tiene también sus contenidos, que se refieren a lo que el Señor nos ha revelado de sí mismo, lo que ha realizado en nuestro favor en la historia de la salvación desde la creación del mundo hasta la consumación final. La cuaresma de este año es así ‘tiempo favorable’ para renovar nuestro acto de fe en Dios y para profundizar en sus contenidos.

El relato de las tentaciones de Jesús, que siempre se nos proclama en el primer domingo de cuaresma para que aprendamos de Jesús a “sofocar la fuerza del pecado” como se dice en el prefacio de esta misa, también se puede interpretar en la perspectiva de la fe ya que toda tentación tiene una dimensión relacionada con fe: implica un poner en duda el amor de Dios, de que ha hecho bien las cosas, de que su voluntad es lo mejor para nosotros, de que nuestra historia es historia de salvación y de que la que la cruz es el camino para llegar a la vida eterna. El diablo tienta a Jesús para que se aparte del camino marcado por Dios Padre, induciéndolo a dudar de su providencia y amor. Esto es también lo que nos pasa a nosotros cuando somos tentados por el demonio, la carne o el mundo, que son los enemigos de nuestro progreso en la fe.

En la oración colecta al comenzar esta misa pedíamos a Dios “avanzar en la inteligencia del misterio de Cristo y vivirlo en su plenitud”. ¡Que al terminar estos cuarenta días penitenciales podamos celebrar con más sinceridad la Pascua, con una fe renovada, para poder “pasar un día a la Pascua que no acaba”!

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