Homilía Domingo 24 de
marzo de 2013
Domingo de Ramos en la
Pasión del Señor (ciclo C)
Siempre que oímos la pasión del Señor
nos conmovemos; este relato hace que resuenen cuerdas
muy profundas de nuestro
ser que tienen con ver con los sentimientos fundamentales de nuestra
existencia, los que nos hacen parecidos a Dios. Yo me acuerdo de la primera vez
que lo escuché de una maestra mía de Primaria sin saber que estaba hablando de
Jesús; me puse a llorar a lágrima tendida. Entre estos sentimientos tan
primordiales se encuentra el de la compasión, ‘com-patir’, ‘sufrir-con’. Es lo
que sintió el buen samaritano de la parábola ante el que había sido dejado
medio muerto por los ladrones. La palabra compasión tiene la misma raíz que
pasión; viene del término latino passio
que, a su vez, deriva del verbo pati,
patior que significa padecer, sufrir, tolerar. De esta raíz también viene
el concepto de paciencia que tiene mucho que ver con nuestra vida cotidiana,
con nuestra vida en la familia y en el trabajo, donde muchas veces estamos
llamados a unirnos a la cruz del Señor por amor y perseverar en ella. Hoy, en
este domingo de Ramos en la Pasión del Señor, la Iglesia nos sitúa ante Cristo
paciente como 'modelo de sumisión a la voluntad del Padre'.
La crucifixión blanca - Marc Chagall (1938) Art Institute de Chicago (USA) Obra favorita del papa Francisco (granda.com) |
Podemos escuchar el relato de la
pasión de distinta maneras, como diversas eran las reacciones de las personas
que presenciaron los acontecimientos esos días en que se llevaba a cabo la obra
de nuestra salvación. Así nos encontramos en los relatos evangélicos con las diferentes
actitudes de san Pedro, Judas, el Sanedrín, el pueblo, José de Arimatea, Poncio
Pilato, Herodes, el buen ladrón, Simón de Cirene... Todas estas personas tocan
con mano ‘algo’ que acontece delante de ellos pero reaccionan de modo distinto.
Para algunos lo que le pasa a Jesús es externo a sus personas, no tiene mucho
que ver con su vida y con sus preocupaciones y aspiraciones; para otros, es
motivo de tristeza o de escándalo; para otros es oportunidad para sacar
provecho, para rehacer amistades perdidas, o establecer su autoridad. Algunos
piensan que ese Jesús ofende a Dios y lo más sagrado de su religión por lo que
es preciso castigarlo o incluso eliminarlo. Nosotros, que hoy escuchamos este
relato sabiendo el final de la historia, conociendo el hecho de la resurrección
y del nacimiento de la Iglesia, somos conscientes de que tiene mucho que ver con
nuestra vida, con lo más profundo de nuestro ser, que marca un antes y un después,
que conlleva un cambio profundo en nuestra existencia en la medida en que lo
acogemos con fe y lo celebramos en los sacramentos.
Una pregunta que nos puede ayudar a
entender el significado de la pasión para nosotros hoy es la siguiente:
¿quiénes fueron los responsables de la pasión del Señor? ¿cuál fue su verdadera
causa? ¿a quiénes podemos considerar culpables de ella? Después de la shoah, del holocausto del pueblo judío a
manos de los nazis en la segunda guerra mundial, tenemos mucho cuidado a la de
hora de hablar de la culpa del pueblo judío o de los sus jefes en la pasión del
Señor. Sabemos que este tipo de ideas está relacionado con la persecución que ha
sufrido este pueblo en los países cristianos a lo largo de los siglos. Sin
embargo, teniendo claro que el antisemitismo es incompatible con la fe
cristiana, sí es verdad que los evangelios aluden a la responsabilidad del
pueblo y del Sanedrín en la condena a muerte de Jesús. Este dato no nos debería
llevar a una interpretación sesgada de estos relatos, ni mucho menos a
considerar a los judíos responsables colectivamente de la muerte de Jesús, sino
a interrogarnos acerca del poder religioso en sí. Jesús es condenado como
blasfemo; no se reconoce o no se quiere reconocer en él la presencia y la
manifestación de Dios, y esto no solo porque choca con las expectativas judías,
sino con las de todo tipo de religión. Pero Jesús también es condenado por el
poder político, por Poncio Pilato. También en éste está presente el rechazo de
aquel que ha venido para servir y no ser servido. Aunque la pasión y la muerte
del Señor ‘estaban escritas’, es decir formaban parte del plan divino de salvación,
esto no exime a cada cual de su responsabilidad, que en el fondo solo Dios
conoce y puede juzgar.
Sin embargo, para entender realmente
el alcance de la pasión del Señor y su significado para nuestra
vida, tenemos
que ir más allá de estas consideraciones sobre la responsabilidad de los protagonistas
inmediatos y caer en la cuenta que los verdaderos responsables - o culpables -
de la pasión y muerte el Señor somos cada uno de nosotros en la medida en que nos
hacemos cómplices y perpetuadores del mal, del pecado del mundo. La pasión del
Señor fue por y para cada uno de nosotros: fue causada por el pecado del que
somos partícipes y fue para librarnos de esta esclavitud. Cuando nos damos
cuenta de ello surge en lo más profundo de nuestro ser una verdadera com-pasión
y com-punción que nos sana existencial y ontológicamente, y nos hace parecidos
al Señor que en vez de condenar se carga con el pecado del mundo y lo vence a
fuerza de bien.
Lugar del martirio de san Maximiliano Kolbe (Auschwitz) |
¡Qué vivamos así los misterios que celebramos a lo largo de esta Semana Santa, haciendo memoria de acontecimientos que
tienen que ver con nuestra vida y nos liberan del poder del mal!
(Este post sale publicado con algunas modificaciones y mejoras en mi libro Si conocieras el don de Dios y por tanto está sujeto al copyright que establece la editorial)
Muy buen artículo. Felicidades :-)
ResponderEliminarhttp://frasesdedios.blogspot.com.es/
Gracias, Ana. Me gusta mucho tu blog. Lo he puesto en mi lista. El tema que tratas me parece muy importante en un país como el nuestro, donde en la enseñanza universitaria de las ciencias naturales y sociales, hasta hace muy poco, prevalecía como ideología dominante un positivismo materialista que había sido superado en otros lugares hace mucho tiempo. Muchos en España se han formado con esta idea de que ciencia y religión son incompatibles.
ResponderEliminar