lunes, 17 de junio de 2013

El cambio que supone el encuentro con Cristo


Homilía Domingo 9 de junio de 2013
X Domingo del Tiempo Ordinario (ciclo C)
Memoria de san Efrén, diácono y doctor de la Iglesia

Conversión de San Pablo
Caravaggio (1600-1601)
Iglesia de Santa Maria del Popolo, Roma (Italia)
Una de las afirmaciones más citadas de Benedicto XVI, hoy papa emérito, quizás la que más, la encontramos en el primer capítulo de su primera encíclica Dios es amor (Deus caritas est): "No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva". Lo que de verdad cuenta en una vida cristiana, lo que de verdad nos hace cristianos, es encontrarnos con Cristo, un encuentro que todo lo cambia. Este encuentro puede tener lugar de diferentes modos, en distintos lugares y tiempos: en la soledad de una habitación, en una celebración litúrgica, en un retiro, en un gran evento eclesial como la Jornada Mundial de la Juventud, en contacto con la naturaleza... Sin embargo, hay algunos elementos que suelen estar siempre presentes en estas experiencias y que nos ayudan a discernirlas: acontecen en relación directa o indirecta con la Iglesia que es mediadora del encuentro con Cristo y con frecuencia tienen lugar en una situación que el psicólogo y filósofo existencialista alemán Karl Jaspers llama ‘situación límite’, es decir, en una situación que empuja hacia un cambio, de desafío, a veces de desesperación en la que no se ve una salida, o en la que no se encuentra un sentido, o de gran búsqueda interior, y que se resuelve a través de una ruptura inesperada con lo que había antes, con la aparición de un nuevo sentido y de una nueva realidad. Muchos de nosotros hemos experimentado esto en un momento dado de nuestra vida en relación con Cristo, y es lo que hace que estemos aquí hoy en esta celebración litúrgica para renovar esta experiencia y nuestra alianza con el Señor que de ella surge.

            En el evangelio y en la segunda lectura de hoy se hace mención de dos de estas experiencias de
Fuente de la imagen: aleteia.org
encuentro con el Señor que todo lo cambian. En el evangelio, Jesús se topa con un cortejo fúnebre que va saliendo por la puerta de la pequeña ciudad de Naín llevando un ataúd con el cuerpo de un muchacho, hijo único de una madre viuda. Jesús, al ver a la madre, se conmueve, siente lástima, se acerca, y le dice: “no llores”. La viuda se encuentra con el único que puede cambiar su suerte, con el que es más fuerte que la muerte, con el que tiene poder de resucitar. El milagro que hace Jesús es signo y anticipo de la su victoria definitiva sobre el pecado y la muerte, del reino de Dios que con él se inaugura. ¡Cuántas veces en mi vida sacerdotal he experimentado con gran sorpresa este poder del Señor que sale al encuentro de quien esté desesperanzado, del enfermo incurable, de la persona a la que se le ha muerto un ser querido, y todo lo cambia, haciendo surgir un nuevo sentido y un nuevo horizonte donde antes había solo dolor y muerte! Decía un conocido padre espiritual jesuita que los sacerdotes nunca podemos tirar la toalla ante cualquier situación por desesperada que parezca, porque el Señor todo lo puede. El encuentro con Cristo hace que se viva la enfermedad y la muerte de un modo distinto, incluso como una bendición. Hace unos días, al celebrar el XXV aniversario de mi sacerdocio, me llegó una carta de un compañero que también celebraba esos días lo mismo. A él le habían diagnosticado un cáncer y nos invitaba a dar gracias a Dios con él por su sacerdocio, pero también por su enfermedad que consideraba “una caricia de Dios”. Los que se han encontrado con Cristo muerto y resucitado pueden realmente hacer suyas las palabras del salmista con las que acabamos de rezar: “cambiaste mi luto en danzas”.

            En la segunda lectura de la Carta de san Pablo a los Gálatas tenemos una de esas frecuentes referencias que hace el apóstol al acontecimiento de Damasco, a su encuentro con Cristo camino de esa ciudad, a la que iba para perseguir a los cristianos. Un encuentro que supuso un cambio radical en su vida, tanto externamente, de perseguidor de la Iglesia a apóstol, como interior, de fariseo que se salva por las obras, a cristiano que se salva por la fe. En el texto de la Carta a los Gálatas, Pablo describe esta experiencia como una “revelación del Hijo en él”: “Pero, cuando aquel que me escogió desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia se dignó revelar a su Hijo en mi, para que yo lo anunciara a los gentiles...”. Este acontecimiento hace entender al apóstol el significado de aquel Cristo a quien perseguía; le hace comprender que Cristo murió por él, que en Cristo se le perdonan los pecados, que la salvación que tanto anhelaba depende de la fe en el crucificado-resucitado y no en el cumplimiento de la Ley. De ahí nace casi por consecuencia lógica su misión a los gentiles, a los no judíos, ya que la obra de Cristo es también para ellos, como había establecido Dios en su designio eterno. Este ‘insight’ de Pablo camino de Damasco, esta revelación que recibe, es para él es tan fundamental que no permite a nadie ponerla en discusión; para Pablo el evangelio de la gracia que predica es de origen divino y quienquiera que enseñe otra cosa ‘sea anatema’. A nadie, ni a Pedro, le consiente menoscabar la libertad que tenemos en Cristo.

A la luz de estos dos encuentros con Cristo que nos presenta la Liturgia de la Palabra de este X
Fuente de la imagen: aciprensa.com
Domingo del Tiempo Ordinario, podemos hacer memoria y renovar los nuestros. Cada Eucaristía que celebramos es una nueva ocasión para encontrarnos con él, ya que se hace realmente presente y re-actualizamos su entrega por nosotros en la cruz que todo lo cambia.


Hacemos hoy también memoria de san Efrén, gran padre de la Iglesia de Siria, gran cantor de las maravillas de Dios, “arpa del Espíritu Santo” se le llamaba. Era diácono y se sentía indigno de ser sacerdote; las veces que el pueblo intentaba conseguir ordenarlo presbítero u obispo se fingía loco para evitarlo. Pedimos hoy de un modo especial por su tierra y las Iglesias y comunidades cristianas que en ella peregrinan en estos momentos muy difíciles para ese país.

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